La Voz del Interior @lavozcomar: Carolina Scotto: El Gobierno tiene profundo desconocimiento sobre qué hacemos, qué somos, qué pasa

Carolina Scotto: El Gobierno tiene profundo desconocimiento sobre qué hacemos, qué somos, qué pasa

Carolina Scotto fue la primera rectora mujer de la Universidad Nacional de Córdoba. Su trayectoria, luego, la llevó a tomar un desafío político que, por los votos de los cordobeses, la transformaron en diputada nacional. Duró poco (renunció rápido) y volvió a la Facultad de Filosofía.

Hoy, alerta por la crisis que vive el sistema universitario y la lucha por detener el recorte de Javier Milei, vuelve a la escena pública. “El Gobierno tiene profundo desconocimiento sobre qué hacemos, qué somos, qué pasa”, dijo en Voz y voto.

–¿Cuán grave es hoy la situación de las universidades?

–Es verdaderamente inédita, no solo para las universidades, sino para la política argentina, para la suerte de muchas instituciones y para organismos públicos en particular. El universitario es quizá el sistema institucional público más vigoroso y virtuoso. No me gusta decirlo así, pero creo que tiene muchas fortalezas.

–Es muy valorado, lo dicen las encuestas

–Es muy valorado por la comunidad en general porque si mirás algunos números en el sistema universitario en general, si mirás las universidades pequeñas, las nuevas, las viejas, las grandes, las que están en grandes provincias, en provincias ricas, en las pobres, etcétera, tienen una composición de sus poblaciones estudiantiles realmente muy diversa. En nuestra universidad, la mitad de los chicos o trabajan o tienen recursos limitados para poder estudiar. Así que si no tuviesen la universidad pública, no podría estudiar. La apropiación que la comunidad tiene del valor que representa una institución como ésta es fácil de explicar y fácil de entender. No quiero con esto minimizar los esfuerzos bien interesantes que en estos años, desde diferentes niveles de análisis, ha hecho el sistema universitario para fortalecerse más, para extenderse en el territorio, para integrarse. Me gusta mucho hablar del sistema universitario, precisamente por eso. Hace unos años, una década o en los ‘90, por ejemplo, no hubiera dicho que teníamos un sistema universitario. Teníamos universidades que habían crecido en volumen, pero que estaban desarticuladas completamente entre sí. Ni siquiera teníamos interacción horizontal, complementariedad, trabajos conjuntos. Y menos políticas que pudieran contribuir a los desafíos que el país tiene, que es algo que las universidades públicas podemos y debemos hacer. Y después, gradualmente, y en gran medida por la propia conciencia de los universitarios, nos dimos cuenta que integrarnos y consolidamos en un sistema era positivo para todos; no solo para nosotros como trabajadores, profesores, estudiantes, sino el sistema respecto a la sociedad, al Estado. Todo eso hoy está inéditamente puesto bajo una sombra de sospechas completamente injustificada, violenta. Y no está acompañado de ningún proyecto de mejoras, de ninguna iniciativa concreta y menos de un diagnóstico. Hay una cantidad de afirmaciones que se han hecho en estas últimas semanas, sobre todo de lo que andaría mal dentro de las universidades, o de todo lo que hacemos mal, y es muy revelador de una imagen muy prejuiciosa de la universidad, muy externa. Revela un profundo desconocimiento del Gobierno sobre qué hacemos, qué somos, qué nos pasa.

¿Por qué cree que Milei hace esa lectura y elige a las universidades como contrincante? ¿Qué ve en la universidad como actor político?

–Teniendo en cuenta su discurso, que siempre fue el mismo y que no se ha morigerado ni refinado en lo más mínimo desde que estaba en campaña, se trata del papel que cree que el Estado no debe tener, y por lo tanto, de su compromiso electoral de achicarlo con el objetivo aparente… no digo que sea falso, pero no es toda la verdad, de reducir el gasto público, asociado al objetivo de bajar la inflación, de evitar la emisión, etc. Achicarlo, además, para favorecer la intervención o el desarrollo de la actividad privada, en lugares que el Estado ha ocupado, según su punto de vista, indebidamente. Entonces, de todos los actores del Estado que tienen más peso, simbólico y real, más importancia relativa, más volumen, y como se ve también, un volumen político en el mejor sentido de la palabra, no hay nada comparable a las universidades. Hay actores más frágiles, más débiles, que el Gobierno también ha atacado, pero que no constituyen una organización o un sistema.

La universidad es contestataria, reflexiva.

–Es una institución que está de pie, funcionando.

–Sobre lo político, en Chile por ejemplo, el actual presidente nace de las fuerzas estudiantiles.

–Está claro que es un rival político para el Gobierno. Pero las universidades no se han plantado con una respuesta a estos planteos o a estas políticas de recorte de una manera beligerante, o sin actitud de diálogo. Todas las universidades tienen realidades muy distintas, y representaciones políticas a nivel de los gobiernos también muy distintas. En eso también el universitario es un sistema; porque hay universidades de todos los colores que trabajan en forma armónica a través de sus distintos niveles de organización gremial, y de las políticas de conducción del sistema, a través del CIN (Consejo Interuniversitario Nacional). Todo lo que hacen es pedir sentarse en una mesa, escuchar y negociar propuestas, comprendiendo la circunstancia, la situación. Estamos acostumbrados a negociar hacia adentro de la universidad, y estamos acostumbrados a gobernar también. Así que no se comprende, excepto que haya un plan… Pienso que no tienen escrito nada, porque no han estudiado nada, porque no conocen nada. Eso es lo que se ve. Hay un objetivo, en última instancia, de que esto… bueno, no tengo que hacer ninguna interpretación extraña porque lo han dicho.

–Preocupa más la denostación hacia el sistema que la cuestión presupuestaria, que por supuesto es un correlato.

–Eso muestra que la cuestión presupuestaria no era solamente la emergencia y crisis. Se le puede pedir a la universidad que contribuya al sacrificio; que, de paso, lo ha hechoo, ya que más del 35% de los salarios docentes siempre fueron justos, y ahora están por debajo del nivel de la pobreza. Eso es real, no es una ficción. Pero no se está pidiendo un sacrificio temporario, se está acompañando esto con una batería de cuestionamientos a la falta de transparencia.

¿Cómo puede llegar a evolucionar esta situación? ¿Cuál va a ser la tónica?

–Ojalá que se pueda encauzar de manera constructiva. Pero tengo mucho temor de que no sea posible. Espero que la radicalización de las posturas que el Gobierno tiene en cada uno de los ataques, o de las decisiones intempestivas y la escasa disposición al consenso que ha mostrado en otros temas y que está mostrando en este, no prosperen. Además, hay que decir que el Presidente, o su sector político, no podrían llevar adelante este tipo de decisiones sino contaran con algún respaldo político que es lo que hay que conversar ahora: qué está pasando con esos otros sectores que, o no están comprendiendo la gravedad de la situación, o la están comprendiendo y aun así están tomando la decisión de apoyar al Gobierno por razones de afinidad o de poder. Esto se va a llevar puesto a buena parte del sector público en algunas áreas donde no solo es estratégicamente importante, sino además funciona bien. Lo que está ocurriendo es una política de vaciamiento, pero gradual. Es la idea de ir desfinanciado, de ir desalentando no solo el ingreso de nuevos actores al sistema que lo enriquezcan, de nuevos doctores, nuevos investigadores, profesores, sino además es un deterioro generalizado de la calidad, porque no se puede funcionar sin una actualización. No ya un incremento, sino la actualización del presupuesto que teníamos el año pasado.

¿Qué velocidad le ve a ese deterioro?

–El país está en estado de impredecibilidad, no diría absoluta, pero altísimo. Pienso que puede pasar cualquier cosa.

Milei y la sociedad

–¿Cómo toma la emergencia de Milei como representante de 14 millones de personas que lo votaron? Detrás de su fuerza existe todavía un apoyo importante que convalida, 10 meses después, todo esto. ¿Qué ve en esa sociedad?

–A esa pregunta yo me la hago desde el primer día. Creo que es obligatorio que todos los ciudadanos intentemos comprender siempre los procesos sociales por los que atraviesa nuestro país, desde el lado del mundo en el que estemos mirando la cuestión. Para mí resulta muy desafiante explicar y comprender la decisión de voto de buena parte del pueblo argentino. En nuestra provincia, más del 70% tomó esta opción. Ahí hay que empezar a hacer comentarios más precisos. Esta, y eso no le quita respaldo a la decisión, no fue la primera opción para más de la mitad. Fue en el balotaje, eso ya es un dato. Creo que el desgaste, el deterioro, la decepción, la frustración acumulada de varios años de políticas.. Si tuviera que decirlo en dos palabras: de cosas que se presentaban como muy positivas y resultaron ser muy frustrantes. La proporción entre expectativa y resultado.

El tema de cuánto el Estado podía darnos para solucionar parte de nuestros problemas. Muchos de los que lo pensaban que se podía, no lo lograron.

–No lo lograron. Además, la pandemia hizo su gran trabajo. Y la respuesta fue muy reactiva. Pero además, y quiero decir esto con el mayor de los cuidados, buena parte de la población no tiene, por las razones que fuera, herramientas de conocimiento y análisis minucioso. Más bien reacciona, y tampoco la juzgo negativamente. O sea, el voto tiene muchos contenidos. Entonces, quizá este componente de rebeldía, de hartazgo, de fastidio, de falta de pertenencia al establishment de este personaje explica muchas cosas. Además, los dos candidatos tenían hasta el perfil más contradictorio posible, estereotípicamente representaban lo opuesto. Por todos sus factores, y muchos más, que seguramente son de un contexto cultural más amplio. Insisto con la pandemia, que ha dejado una secuela invisible, pero muy profunda, de decepción, de fastidio, de enojo con el Gobierno. Que era, visto ahora, bastante predecible. Probablemente el gobierno anterior no tomó nota de los efectos de aquello. Y no estoy hablando siquiera de sus políticas de tratamiento de la pandemia que, aunque todo es opinable, no tengo tantas dudas de que fue una mala política. Más bien, de que las condiciones extremas en las que más de la mitad de la población tuvo que desenvolver sus vidas en la pandemia generó… Lo vemos en nuestros alumnos. Después de la pandemia, no son los que eran antes. Todos no somos los mismos.

El tema va seguir, seguramente

–Seguramente. Me gustaría decir, sobre todo porque no todos son universitarios y no todos tienen que conocer cuál es la realidad del sistema universitario que realmente la situación es crítica. Y que se va a tornar más crítica después que se discuta el Presupuesto de 2025, porque no hay ningún indicio de que esto cambie.

–El Gobierno ahí ofrece la mitad de lo que pide la Universidad.

–Exactamente. Así que todo el acumulado del deterioro se va a sumar el que venga. El sistema científico, en particular, está muy fragilizado, no hay más presupuesto para investigación. La agencia nacional no financia más proyectos. El ingreso a la carrera de Conicet se ha achicado. No es una defensa corporativa salarial solamente, es la subsistencia del sistema. Ni siquiera tampoco la mejora es la que está siendo amenazada por estas decisiones.

Un sistema, además, que permea positivamente la sociedad de múltiples maneras.

–Por eso tenemos que seguir hablando de eso los universitarios, tenemos que crear más conciencia todavía de lo que significa sostener un sistema como este.

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