La Voz del Interior @lavozcomar: Carlos Benavídez: Hace 15 años que los porteños disfrutan de este cordobés

Carlos Benavídez: Hace 15 años que los porteños disfrutan de este cordobés

–Hola, hacedor de próceres.

–Ja ja, buen título para una presentación. Estás pelando tu lado artístico, me gusta, intuyo que va a ser una gran nota, ja.

–Es que estás llenando el país con estatuas de héroes. Sos como un Martin Goodman criollo.

–Buena comparación, pero recordá que la historia de la humanidad se conoce a través de los artistas, y que cada uno en su especialidad (plástica, música, literatura. teatro, danza, etcétera) la transmite en su tiempo. A mí me tocó este tiempo..

–¿Tenés idea de cuántas estatuas y esculturas de figuras argentinas llevás hechas?

–Ni idea, nunca llevo la cuenta de lo que voy haciendo. Trato de escapar del péndulo lineal de cronos del pasado, presente y futuro. Trato de existir, que es otra cosa. Tomé de mi amigo Edgardo Giménez un eslogan: “Viví el día de hoy como si fuera el último, y proyectá como si fueras a vivir por siempre”.

El escultor Carlos Benavidez, en su taller de San Telmo. (Gentileza Carlos Benavidez)

–Leí por ahí que sos el escultor con más obra en espacios públicos en Argentina.

–Ja, sonás a esos periodistas que dicen “según una fuente”… eso dicen por ahí. Para mí lo importante no es lo cuantitativo, sino la experiencia del camino, el ser uno mismo a la hora de contar una historia, en mi caso, desde la escultura.

–También hay obra tuya en el exterior.

–Sí, en varias colecciones privadas y públicas. Lo tengo a Borges en Houston, a Maurice Ferré en Florida, a Escrivá de Balaguer en Montevideo y algunas más que seguro se me escapan.

–¿Cuál es el personaje que más veces has tenido que esculpir o modelar?

–En cuanto a los personajes, tengo una línea infinita, llamada Homenaje, de pequeños bustos de escritorio, donde están representados más de 60 personajes del deporte, la política, el arte, etcétera. Los modelo una vez y luego se replican en distintos materiales.

–¿Te acordás cuál fue la primera figura nacional que modelaste?

–Mercedes Sosa. Gané un concurso nacional y se instaló en el bosque de la ciudad de La Plata. Se llama La Voz de la Tierra.

–¿Buscaste para este lado o la demanda te llevó hacia el lado patriótico?

–Vos lo dijiste, la demanda me llevó hacia las personalidades destacadas de la política, el deporte y las artes. Soy un escultor tardío y, como decimos vulgarmente, había que parar la olla.

Detalle de la estatua de Maradona de Carlos Benavidez, instalada en el Estadio Madre de Ciudades de Santiago del Estero.

–Sos otro cordobés en el exilio porteño.

–Es como decimos en el interior: Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires.

–¿Cuándo te instalaste allá y por qué?

–Desde que amasé mis primeras arcillas, tomé la decisión de instalarme en Baires, ya que para el estilo de escultura que proponía, era la ciudad indicada. Hace 15 años los porteños disfrutan de este cordobés.

–¿Dónde caíste al mundo?

–En la República de San Vicente. Me crié allí hasta los 8 años, con mis abuelos y tíos, una numerosa familia. Además, hincha de la Academia de Nueva Italia, de Racing. ¡Qué recuerdos de los momentos vividos con aquel legendario equipo del Coco Basile!

–¿Tus viejos tenían algo que ver con la escultura?

–Mi viejo, Don Mario, era un tipo hiperordenado y prolijo, tapicero de profesión. Vino del campo jovencito, después de la colimba, un tipazo.

–O sea que era muy hábil con las manos. Algún gen te cae desde ese lado.

–Seguramente. Y mi vieja, la Pancha, que fue una ama de casa coqueta, de soltera apuntó a ser sastre, pero en esa época mi abuelo consideró que no era una profesión para su hija.

–Acabás de tallar un premio muy importante que el diario “Marca” le dio a Messi. ¿Le gustó a Leo tu versión?

–Sí, acabo de llegar de Miami, donde se hizo la ceremonia. Fue una tarea desafiante porque decidí contar algo más allá de lo formal que enmarca un trofeo. Conté la conexión espiritual de Messi con su abuela Celia. Él quedó muy agradecido con la obra, que ya está viajando en manos del director de Marca, Juan Ignacio Gallardo, a Barcelona, donde será depositada junto a los demás trofeos de Leo. Fue una muy linda experiencia.

El escultor Carlos Benavidez, entre dos esculturas de Raúl Alfonsín. (Gentileza Carlos Benavidez)

–¿Sabrá Messi que la escultura que hiciste de él en la Costanera de Buenos Aires la rompieron montones de veces?

–Uh, fue un bajón. Cada vez que Argentina perdía, rompían la obra que formaba parte del Paseo de la Gloria, en Costanera Sur. Fue un momento difícil para Leo, ya que hasta renunció a la selección. Imagino que le debe haber llegado la info, porque esos ataques salían publicados en los medios.

–¿Te hartaste de pedir que arreglaran tus esculturas de glorias deportivas? También dañaron a Gabriela Sabatini, a Roberto de Vicenzo…

–Sí, las restauramos un par de veces y volvían a vandalizarlas, se robaban las raquetas de Sabatini y de Vilas, y querían arrancarle el palo de golf a De Vicenzo, por eso hice que las sacaran a todas para restaurarlas y reponer su exposición en algún otro lugar donde estén protegidas y cerca de la gente.

–También has hecho por lo menos dos estatuas gigantes de Maradona.

–Sí, tengo dos obras del Diego. La primera, en Bahía Blanca, de tres metros de alto, me la encarga Andrés Rebollal. Es una hermosa historia: él tenía dos canchitas y quería que los pibes le gritaran el gol a Diego. Luego se armó un club con una tarea social admirable y tengo el honor de haber sido nombrado presidente honorario. Luego de la muerte de Diego, llevé a cabo el primer homenaje escultórico, realizado en el estadio Madre de Ciudades, en Santiago del Estero. Fue inaugurado por Messi y toda la selección argentina. Es una obra de cinco metros de alto, en bronce.

–Y son tuyos también el Charly García y el Nito Mestre que están en una calle de Mar del Plata.

–Sí, tengo… perdón, suena a que las obras son mías, pero me pasa que no me despego de ellas. Los artistas no terminamos las obras, las abandonamos. Borges decía que los escritores editaban libros para dejar de corregirlos eternamente. Volviendo a Mardel, sí, en la calle Rivadavia están Charly y Nito, Sui Generis, muy jovencitos, de cuando apenas tenían 17 años y eran grupo soporte de Pedro y Pablo. Y también en Mardel tengo frente al casino la escultura de Astor Piazzolla. Me encanta contar la historia de los artistas, son tan ricas sus vidas en anécdotas que son la materia prima ideal, para trasladarlas a la materia.

–¿Cuál es tu obra preferida?

–Siempre es la que estoy haciendo.

–Te vuelvo a tus inicios. ¿Es verdad que recién empezaste con la escultura a los 38 años?

–Sí, como te dije antes, soy un escultor tardío. Cuando caía el gobierno de De la Rúa, tomé la decisión de ser escultor, y tenía 38 años.

–Hasta ese momento, ¿ni una arcilla habías manoseado?

–¿Manoseado? Ja, ja. No soy actor porno. Mejor digamos amasado, ¿te parece? Sí, la cualidad artística la tuve siempre, desde niño dibujaba muy bien, luego me recibí de maestro mayor de obra en el Cassaffousth, y después hice un par de años en la Facultad de Arquitectura. Te cuento un recuerdo: cuando salíamos a dibujar a la calle algún edificio, yo lo hacía muy rápido y después me ponía a dibujar la gente que pasaba o alguna fuente o escultura que tenía cerca. Uno de mis profesores me decía que me fuera a la escuela de Artes y yo le respondía que él me decía eso para que no le hiciera la competencia. Por eso, o por casualidad, terminé en la Escuela Provincial de Bellas Artes Figueroa Alcorta. Estuve un par de años y ahí fue donde un pedazo de arcilla llegó a mis manos y con gran facilidad pude hacer en ese momento un pie. Tenía 22 años.

–¿Quién era Carlos Benavídez en aquellos años?

–Alguien relacionado con el dibujo y la publicidad estática, hasta que en 2002 tomé la decisión de vivir como escultor. Eso sucedió en uno de los momentos más difíciles de mi historia, con problemas económicos y alejado de mi pareja. No sabía para dónde ir. Gracias a una amiga, Malena, llegaron un par de kilos de arcilla a mis manos y después de 16 años de aquel pie, modelé la cabeza de Rodin. Llamé a Adriana, mi esposa, para que viniera a ver lo que había hecho. Destapé la obra, quedó fascinada y llenó de elogios a quien la había realizado. Estuve media hora tratando de convencerla de que había sido yo. “¿Vos hacés esto?”, me preguntó. “A partir de ahora, te dedicás a esto por el resto de tu vida. A partir de ahora, sos escultor”. Ese fue mi segundo nacimiento.

El escultor Carlos Benavidez frente a su estatua de Perón, en la ciudad de Buenos Aires. (Gentileza Carlos Benavidez)

–¿La peatonal de Córdoba era tu base de observaciones antes de que fueras escultor?

–Sí, en la peatonal me juntaba los sábados con Bigote, un personaje cordobés, a contemplar el movimiento de la gente y nos llamaban muchísimo la atención las formas de moverse, de caminar, su anatomía. Él decía que éramos un rejuntado de distintos planetas, ¡la pasábamos muy bien!

–Tenés mucha habilidad a la hora de definir manos y pies ¿de dónde viene eso?

–Con respecto a las manos, recuerdo que de muy niño, cuando viajaba en el colectivo, que apenas mis ojos alcanzaban el pasamanos del asiento, me quedaba contemplando las manos de los ancianos, con muchas arrugas y deformes para la mente de un niño, pero captaba la belleza de sus formas y evidentemente todo eso lo fui grabando en mi mente. Hoy considero a las manos uno de los elementos más expresivos a la hora de representar una figura humana.

–¿Cuál es tu técnica para captar un rostro y reproducirlo?

–A la hora de hacer un retrato siempre tengo en cuenta que voy a contar una historia y debo trasladar el carácter y el espíritu de la persona por retratar. Esto me lleva a hacer una profunda y seria investigación sobre el personaje, que incluye sus gustos, profesión, inquietudes. En resumen, toda la información de su vida; y por último, la forma, ya que esta, como siempre digo, es el pretexto para plasmar el espíritu del retratado.

–¿Usás modelos humanos?

–Generalmente tengo muchísima información grabada en mi mente sobre la figura humana y sus movimientos. Cuando me toca representar algún personaje, no importa cuál sea, lo actúo, lo represento en la posición con la expresión y el gesto que considero que debería tener y me copio: yo soy cada uno de ellos antes de pasar a la arcilla.

–Sos un problema para los que escriben los catálogos artísticos. Te definen como hiperrealista, expresionista… ¿vos cómo definirías tu estilo?

–Sí, es todo un tema a la hora de etiquetarse. Los nominalistas necesitan ubicarte en la estantería. Soy simplemente un escultor figurativo, no realista, porque la realidad no puede ser representada por un artista, ya que esta es espontánea y cambia constantemente, y la estamos pasando a través del tamiz de nuestra interpretación.

–¿En cuáles obras estás trabajando ahora?

–En dos monumentos para las ciudades de Corrientes y de San Salvador de Jujuy, además de encargos privados.

–¿Cómo es tu taller en San Telmo?

–Es un espacio de 400 metros cuadrados lleno de esculturas, con parrilla y vinos esperándote.

–No sé si aceptar la invitación, sos medio huraño, a tu señora le costó ponerte al teléfono para esta nota.

–Sí, soy terrible. Cuando estoy con la arcilla, no me sacás fácilmente, y tenés que negociar con la patrona para que lo logre. ¡Hoy tuviste suerte!

El escultor Carlos Benavidez, en pleno trabajo. (Gentileza Carlos Benavidez)

–¿Qué aprendiste en la pandemia?

–Te mando un video y fijate. (Nota del R: en el video, que está subido a Instagram, Carlos está sentado frente a una botella de grapa, con el pantalón manchado con yeso, con música de Sting de fondo y un poco en onda gurú, dice que debemos agradecer los grandes desequilibrios, como la pandemia).

–¿Cuál es el sentido de la vida?

–Eladia Blázquez resume lo que siento al respecto en su canción Honrar la Vida.

–¿Algún personaje que no te gustaría modelar?

–Ninguno, el artista debe contar la historia y podemos relatar o contar la vida de algún personaje con el cual no estemos de acuerdo y representar lo que interpretamos de él.

–¿A cuáles escultores admirás?

–Mi lista es interminable. Sigo a grandes pero admiro a aquellos que son verdaderos a la hora de expresarse, que no siguen tendencias, que miran hacia dentro de ellos mismos, se esfuerzan por mejorar, y tienen la valentía y la generosidad de mostrar al mundo lo producido.

–¿No hay grandes obras tuyas en Córdoba?

–Tengo tres obras en Córdoba: el monumento al albañil, frente al Faro; un busto de Atilio Lopez en el bulevar Illia, frente al Patio Olmos, y un José Alberti en el sindicato Luz y Fuerza.

–¿De cuál argentino vivo te gustaría hacer una estatua?

–Soy cordobés y de la Academia: lo haría al Pato Gasparini.

Un señor al que es difícil bajar de la escalera

Carlos Benavidez tiene 59 años y su familia está compuesta porsu esposa, Adriana, que le atiende el teléfono, le hace de filtro y es la encargada de convencerlo para que se baje de la escalera y atienda a los periodistas. Ella fue además quien lo convenció de que su futuro estaba en la escultura, no en la cartelería ni en otros trabajos en los que incursionaba antes. Tienen dos hijos, Cristian y Martín, y el grupo familiar lo integra también su nuera Maira. Su ciudad preferida en el mundo es Florencia, porque es “un museo al aire libre” y sus esculturas favoritas son El Rapto de Proserpina de Gian Lorenzo Bernini, y en pintura es admirador de toda la obra de Joaquín Sorolla.

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