Cambio de paradigma sindical
Debemos ser creadores de empleo, no desde la empleabilidad propiamente dicha, sino garantizando la seguridad jurídica en el campo del trabajo. Disponemos de una herramienta transformadora, sectorial, pero transformadora: los convenios colectivos de trabajo (CCT). Estos acuerdos de parte legislan la vida laboral de cada uno de los sectores de la industria y los servicios, pero adolecen de una clara visión de la realidad regional o provincial. Se sigue discutiendo todo desde Buenos Aires, en un país que, se supone, es federal. Por ende, es necesario fortalecer este cambio de paradigma para transformar la realidad en beneficio de las partes.
Una auténtica libertad sindical es devolverles el poder de decisión a los trabajadores, representados por sindicatos provinciales o regionales, coexistiendo, sí, en el marco de una organización nacional, pero con el estatus jurídico de segundo grado, una federación, tal como lo sugiere hace años la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Esto implicaría que el Estado no necesite de una reforma laboral, sino de una verdadera transformación en el mundo del trabajo, porque una reforma laboral, aparte de tener una gran carga negativa, no involucra un verdadero cambio de paradigma. La transformación en el mundo del trabajo, sí. Implica sindicatos preocupados y ocupados en la creación de nuevos empleos, hoy pensados dentro del universo de las tecnologías, y bajo la modalidad de una jornada laboral de seis horas diarias sin disminución salarial.
Beneficios
Ser los garantes de la seguridad jurídica implicaría ingresar como país a mercados internacionales con salarios del primer mundo. Ese es el gran desafío sindical; allí está la verdadera lucha.
No es una utopía si vamos a una verdadera libertad negocial, con la dirigencia del interior como actor principal y no de reparto, como hoy ocurre.
Es indispensable construir la transformación del mundo del trabajo comenzando de abajo hacia arriba, incorporando los cambios en los CCT discutidos por provincias o regiones; que el cordobés discuta y llegue a un acuerdo con el empresariado cordobés; el sindicato mendocino, con la cámara empresarial mendocina, y así se replique en todo el país. Se dejaría de ir a Buenos Aires a explicarles a los “gordos” dónde queda San Vicente, en Córdoba, o La Florida, en Santiago del Estero.
Somos conscientes también de que es imposible crecer en una economía cerrada; igual de imposible es mantener los CCT como normas pétreas y pretender crecer salarialmente. Es indispensable que las normativas sectoriales acompañen los nuevos tiempos, que hoy se llaman “tecnología” e “inteligencia artificial”. Debemos transformar esa obsolescencia en ventajas salariales comparativas. La visión sindical en este punto en particular es la sustitución del porcentaje salarial atado a un elemento distorsivo por un ítem que esté emparentado con la productividad. Es menester modernizar condiciones convencionales sin menoscabar salario.
Hacer desaparecer las cláusulas convencionales sin más sería, desde el punto de vista económico, profundizar la licuación del poder adquisitivo de los trabajadores. El costo salarial es irrelevante dentro de una ecuación que busca optimizar recursos para lograr mayor competitividad. Sí tienen incidencia otros, como la indemnización, un derecho para el trabajador y una pesada carga para las pymes. Derecho y realidad económica que hoy no se contraponen si buscamos la salida a través del cese laboral o de la indemnización por renuncia, como nosotros le decimos.
Pero volviendo al tema sueldos: el salario medio mensual en Argentina es el más bajo de la región (280 dólares, frente a un Chile de U$S 644 y un Uruguay de U$S 601). Aquí estamos dejando de lado el mito del costo salarial argentino.
Esta caída del poder adquisitivo de los salarios es producto de las crisis económicas que nos vienen atravesando como sociedad desde hace décadas, y en cada tropiezo financiero nacional debemos, como trabajadores, comenzar a hablar de salvataje de empresas. La “cogestión negativa”, que sin dudas es una acción dolorosa, restrictiva en materia salarial, pero a su vez necesaria para salvar la fuente de trabajo, cuando es real el estado de quebranto.
También interpretamos que el esfuerzo compartido debe tener una contracara en épocas de bonanza económica: la “cogestión positiva”. Plantearnos un reconocimiento económico al trabajador, comenzar a transitar por una flexibilización empresarial en el tema distribución de ganancias.
Debemos buscar entre los derechos y las obligaciones el justo medio en la distribución de las pérdidas y también de las ganancias. Un viejo capataz de la construcción solía decir, cuando se refería a este tema en particular: ”Al velorio nos invitan, lloramos, nos abrazamos y cargamos al muerto entre todos, pero de las fiestas ni nos avisan, y las vemos siempre espiando del otro lado de la tapia”.
Creo profundamente que lo único permanente es el cambio y que este es necesario para que nuestro país salga adelante. Construyamos las transformaciones en el mundo del trabajo: a la inteligencia artificial acompañémosla con la reconversión laboral; a la licuación de pasivos contingentes en las empresas, con la indemnización por renuncia (cese laboral); a la cogestión negativa le demos justicia social con la cogestión positiva; reforcemos la responsabilidad social empresaria (RSE) con la RSS (responsabilidad social sindical). Al ganar acompañémoslo con el ganar todos.
* Secretario general Uecara del Interior y presidente del Partido Laborista de Córdoba
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