Caída del consumo de carne
Quien intente saber dónde y cómo nos encontramos los argentinos no necesita de exhaustivos estudios estadísticos. Apenas un par de datos bastan para entender lo que sucede. Sobre todo porque el pasado que siempre nos persigue es pródigo en momentos parecidos, referencias que de manera periódica nos devuelven a los errores viejos y tenazmente repetidos que nos caracterizan.
En términos anecdóticos, podría señalarse que si se camina por un barrio cualquiera durante un fin de semana, se podrá constatar que una institución nacional como es el asado se encamina hacia su desaparición.
Pocas cosas como el consumo de carne refiere la actualidad nacional. Si se incrementa o decrece lo que indica ese termómetro gastronómico y cultural, habrá de marcar los parámetros del consumo, y estos números dicen con meridiana claridad hacia dónde estamos yendo.
En ese sentido, las últimas cifras difundidas dicen que ya no somos el país más carnívoro del mundo, ese que daba más de 60 kilogramos anuales per capita. Según la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), hoy apenas si llegamos a 45,6 kilos anuales por persona. Por supuesto, la estadística exhibe un promedio, pero es de suponer que la distribución del consumo de carne de vaca también es afectada por el nivel de ingresos.
Mientras se demoniza el concepto de demanda agregada de John Maynard Keynes, la obstinada manía de reducir la economía a una cuestión de asientos contables pierde de vista lo central: que toda economía es un asunto de procesos y que, como en cualquier mecanismo, cuando se toca una de las piezas se afecta al conjunto. A eso se llama macroeconomía.
Hoy la producción de carne vacuna para consumo está en baja y para compensarla no alcanzan los sustitutos –pollo y cerdo–, por la sencilla razón de que la brecha de precios entre una y otras se ha reducido de manera significativa.
Menos producción implica mayores costos, ya que lo que no se compensa por volumen se justifica por precio. Y la industria frigorífica, con cotas de faena en baja persistente, no está en condiciones de asumir más costos ni trasladarlos a un consumidor en retirada.
Es la tormenta perfecta, que se reitera en otros rubros de una economía afectada por la falta de proyectos y la inexistente visión de conjunto.
Lo cierto es que el pronóstico nada alentador dice que la producción vacuna no se recuperará en al menos dos años, en atención a los ciclos específicos de la actividad, y que eso afectará a la producción, a la industria y a la exportación. El fondo de la cuestión, esa película ya vista, es la licuación de los ingresos de un sector considerable de los argentinos. No hace falta insistir en que la pobreza y el hambre nunca han sido el remedio para nada. Sin olvidar esa lección que muchos se niegan a aprender: que los mercados jamás se ordenan solos, aquí, allá y en ninguna parte.
https://www.lavoz.com.ar/opinion/editorial/caida-del-consumo-de-carne/
Compartilo en Twitter
Compartilo en WhatsApp
Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/editorial/caida-del-consumo-de-carne/