La Voz del Interior @lavozcomar: “Bocanada”, de Gustavo Cerati, cumple 25 años: la entrevista con La Voz cuando vino a promocionarlo

“Bocanada”, de Gustavo Cerati, cumple 25 años: la entrevista con La Voz cuando vino a promocionarlo

En julio de 1999, Gustavo Cerati vino a Córdoba para apoyar el lanzamiento de Bocanada, su segundo disco solista que había sido publicado pocos días antes y que este viernes cumple 25 años.

La movida de la multinacional BMG se limitó a pocas entrevistas, entre ellas las que reproducimos más abajo.

Pero antes de hacerlo, es oportuno recordar que un Cerati amable, locuaz y de lo más predispuesto permitió trascender la mera cuestión promocional de la primera obra que ponía en consideración luego de la separación formal de Soda Stereo.

A continuación, y a modo celebratorio del 25° aniversario de Bocanada, la charla con Cerati publicada en el suplemento de Artes y Espectáculos de La Voz del Interior.

–Así como «Dynamo» sirvió para señalar un camino sónico al rock argentino de los ’90, ¿puede «Bocanada» convertirse en referencia obligada para los solistas del próximo siglo?

–Pueder ser, aunque Bocanada no tenga esa intención filantrópica. Sí le da espacio a gente que tiene elecciones por su cuenta. A diferencia de armar algo con una banda contratada, que sería la típica situación de solista, me rodeé de gente creativa. Insisto, no es la intención básica del disco, pero puede funcionar para proyectar a nueva gente. Mi cercanía con las personas que hicieron el disco, y también con las que no están pero tienen que ver, es la amplitud de criterios para hacer música. La sensación que me queda es que la música argentina pide a gritos actitudes de ese tipo. Sobre todo, el rock. Si funciona para eso, está bien.

–En varias oportunidades usted manifestó estar muy cerca del marketing de su obra y, al mismo tiempo, se jacta de no haber hecho un disco complaciente en términos de mercado. ¿Cómo llegó a conciliar estos aspectos, si se quiere, incompatibles?

–No es un disco complaciente, es cierto, aunque su prioridad sea complacerme. Me complace, realmente, tiene la sustancia que yo quiero que tenga. El marketing es una circunstancia posterior, que busca evaluar cómo la gente percibe este disco. Y hay una cosa algo perversa en esto, que es la siguiente: en la radio insisten con un single, generalmente pago (no sé cómo es en Córdoba, pero en Buenos Aires se paga todo), que determina que escuches el mismo tema, 10 veces por día. Eso hace muy cerrado el núcleo de percepción, por lo cual, además, se pierde toda posibilidad de alternativa. Mi propósito es que la gente escuche un tema y sepa que no es sólo eso lo que va a comprar sino un disco. Aquí no se vende un single, no vas a la disquería como en Londres y pedís ese tema. En los ’80, las cosas no eran tan así, sonaba el disco entero. Entonces, quiero abrir el juego en ese aspecto. Pero tengo en claro que la mía es una lucha utópica; este es un marketing utópico. Pero lo tengo que hacer. Si yo no me encargo de este tipo de cosas, después no tengo derecho a quejarme si algo sale mal.

(La Voz / Archivo)

–Aunque se conozca como utópica, ¿está la necesidad de desbancar al pop latino tan en boga?

–Sería una cruzada algo ridícula. Pese a que hay que reconocer que gente como Ricky Martin, del que no puedo escuchar ni un acorde, ha perfeccionado ese estilo, esa es música generada casi desde el vamos del mercadeo. Y lo mío no. No sé si me corresponde la cruzada a la que te referís.

–Lo pregunto porque usted puede detentar cierto poder; puede decirles a los empresarios discográficos: “Miren que con Soda Stereo proyecté el rock argentino a Latinoamérica”.

Bocanada no es un disco para que compita con Ricky Martin, no me parece que sea así. De todos modos, la gente que cifra cierta expectativa con las cosas que hago, que cree que puedo ser masivo, se siente bastante aliviada con lo que hice. Trabajé con libertad abrazando la idea de abrir una puerta y de hacer un disco esperanzador. Desde el lugar donde lo hago puedo aprovecharme de eso, y está bueno. En ese sentido, cobra fuerza la idea de que, a través de mí, la gente se interese en otras cosas. Soda Stereo siempre operó de esa manera. Ha sido como una pantalla masiva para que la gente investigue por otros lados. Siento que hice un planteo diferente al de la música argentina actual, y mi fuerza hace que se pase el disco por la radio. Me aprovecho de ese poder. De ahí, a plantearse una cruzada… De hacerlo sería un obsesivo. La idea es que Bocanada conviva con lo que sea, y no que quede de lado. Muchos hablan de un vacío desde la separación de Soda, y eso tiene que ver con la falta de inquietud de los músicos, la falta de inspiración… En fin.

–En los 90, cuando Soda Stereo entra en situación de desgaste, en Argentina se desata una extraña armonía entre arte, política y medios de comunicación, devenida en símbolo de la era menemista que tuvo a la sobreexposición como método. ¿Es usted una estrella pop que supo abstraerse de «la cúpula»?

–Aún soy una estrella pop (entre risas). Es verdad que semejante nivel de muzzarella me hizo sentir raro, pero no sé… Quizá el dominio musical de Soda Stereo (no digo esto de modo petulante sino tomando al grupo como embajador, ganador de encuestas y vendedor) provocó una respuesta de Redondos, grupos barriales, rocanrol. Lo veo como muy dialéctico. Este panorama poco open también se termina; llegó a su punto culminante con los Rolling Stones y, de ahí, no hace más que bajar. Todo esto está relacionado con la política, porque Menem trajo consigo esta confusión, que hizo que nosotros seamos «las estrellas». Desde un punto de vista comercial, Soda Stereo se retira en el peor momento, justo cuando los discos se empiezan a vender más. De alguna manera, nos perdimos un mercado. Ahora, sólo anhelo que se empiece a elevar la cultura de la gente en este capitalismo feroz y que el nivel de pobreza avergüence a quienes manejan los hilos, no al pobre que la lleva dignamente. Tiene que venir otro momento. Y mi disco es esperanzador.

–Nunca imaginé que iba a meter al rock barrial en este análisis.

-No puedo ponerme en el papel de juez de otras expresiones, pero… Una de las cosas que más me molestaba de la actitud de la gente de los Redondos eran sus juicios terminantes. ¿Qué juzgaban? ¿Desde qué lugar? Hubo una tendencia que, entre comillas, se puede denominar el “contrasistema”. Si Soda es blanco, nosotros lo negro. Está bien, cualquiera puede pensar lo que quiera. Pero nosotros tampoco éramos “lo blanco”. Personalmente, me siento más un guerrero que una estrella o un tipo con suerte.

–¿Hay que experimentar una eterna adolescencia para sobrevivir en el pop?

–Estoy llegando a los 40 años y siento que en mí vive un espíritu muy adolescente. Bocanada no tiene que ver con algo maduro pese a que hay experiencia y fruto de un aprendizaje continuo. Ojo, mis vivencias no tienen por qué ser un modelo. A veces vivo momentos recontra mediocres; no siento que estoy haciendo arte todo el tiempo. No sé… Me entiendo más con los más jóvenes, y ellos también entienden lo que pasa conmigo, más allá de lo que vampíricamente chupo de ahí. Cuando salen nuevos grupos, y me piden que los produzca, siento que los represento en algún punto. Sienten admiración por los caminos que emprendo. Para Leo García, por ejemplo, era tan importante estar en Bocanada que tocaba hasta escarbadientes. Me decía “quiero estar porque este es un disco importante para la música”. Eso se puede tomar con pinzas, pero es importante que alguien a quien admirás te diga semejante cosa. Sí, admiro las cosas que tienen cierto nivel de ruptura, porque por ahí viene el arte. Y los músicos de mi generación están muy estáticos.

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Soda Stereo sin Cerati: ¿es digno?

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