Así es Diciembre 2001, una serie que muestra la rosca política y la debacle desde adentro hacia afuera
Star+ acaba de estrenar Diciembre 2001, un thriller político basado en el libro de Miguel Bonasso El palacio y la calle, que relata los entretelones políticos, sociales y económicos de la debacle argentina.
La ficción cuenta con seis capítulos de 40 minutos y está dirigida por Benjamín Ávila (Infancia clandestina).
Lo primero que hay que rescatar es la intensión de contar una historia tan presente y dolorosa con un buen presupuesto y con grandes actores. Diciembre 2001 ostenta una buena factura, una producción importante y mucho trabajo de ambientación para recrear aquellos años de crisis.
Sin embargo, hay algo que no termina de cerrar en la serie. Hay ciertas fallas en el guion que las grandes actuaciones no logran compensar.
Jean Pierre Noher hace un buen trabajo para interpretar a Fernando de la Rúa, sobre todo en el tono de su voz y la forma de hablar. Lo mismo Luis Machín con Domingo Cavallo. Pero sigue faltando algo para que parezcan ellos realmente y seguramente es más trabajo de maquillaje.
Esa diferencia se nota aún más por un recurso que usa ésta y casi todas las series biográficas de los últimos tiempos: el material de archivo que complementa la ficción (aunque en este caso funciona como contraste).
En Diciembre 2001 hay muchas escenas que arrancan con las imágenes reales de De la Rúa o de Cavallo hablando ante las cámaras y se continúan con la actuación ficcionalizada del momento.
Allí es donde más se nota la diferencia entre la persona real y el personaje que la interpreta. La distancia física es grande. Quizás sea Raúl Alfonsín, personificado por Manuel Callau, uno de los más parecidos, al menos desde la apariencia física.
Otros puntos a tener en cuenta
Lo interesante de la serie es sin dudas la rosca política a la que la mayoría de los argentinos no tuvimos acceso a conocer hasta ahora, más allá de la cobertura mediática y documental que hay de aquellos tristes meses.
Es esa posibilidad de “mirar a través del ojo de la cerradura” de las reuniones políticas, de la rosca militante y de las operaciones de prensa, lo que da cierta tensión narrativa a la serie y generan más interés.
Sin embargo, una vez más a causa de los desajustes del guion con ciertos momentos que se parecen más a la parodia que la interpretación (¿en verdad De la Rúa estaba tan perdido como se lo pinta?) la serie flaquea.
Es como si se sostuviese más por el recuerdo dramático que puede tener el espectador que por la propia historia hecha ficción.
Además, en muchos momentos se convierte en una especie de clase de historia, más que en tablero de ajedrez en el que juegan sus piezas los dueños del poder.
Pese a esto hay grandes momentos con diálogos picantes como cuando Cavallo hace referencia a Ricardo López Murphy y dice: “Es la primera vez que yo estoy a la izquierda de otro economista”.
Por otro lado, hay que decirlo, Eduardo Duhalde funciona en la ficción como el villano perfecto que sabe esperar su momento para sacar rédito político del desastre.
Una mención aparte para Alejandra Flechner que brilla en su rol de “Chiche” Duhalde y para Cecilia Rossetto, quien interpreta a un médica (personaje completamente de ficción) llamada Inés bruno.
Rossetto se luce en varias escenas, pero sobre todo cuando cierran los bancos y no puede sacar su plata. En su cara se refleja el desconcierto de todos los argentinos durante aquellas semanas.
En suma, Diciembre 2001 es una serie valiosa, sobre todo (y también a su pesar) por su contenido histórico, pero que posiblemente no quede en la memoria colectiva.
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