Asesinan a reconocido líder de grupo de autodefensas, Bruno Plácido, en el sur de México
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Bruno Plácido, uno de los últimos verdaderos cabecillas del movimiento civil de autodefensas que se originó hace más de una década, fue asesinado a tiros el martes en el sur de México.
Aún hay grupos en otras partes del sur y del occidente de México que se hacen llamar “autodefensas”, pero casi todos se encuentran infiltrados o fueron financiados por cárteles del narcotráfico.
Plácido murió baleado en Chilpancingo, capital del estado de Guerrero, dijo un funcionario estatal que habló bajo condición de anonimato al no estar autorizado a dar declaraciones públicas. De momento no se dio a conocer un móvil o sospechosos. Chilpancingo ha sido escenario de guerras territoriales entre grupos rivales del narcotráfico.
Plácido saltó a la fama en el violento estado de Guerrero en 2013, cuando organizó a un ejército improvisado de agricultores para capturar a supuestos miembros del crimen organizado. Su grupo retuvo a 50 sospechosos durante varias semanas en prisiones improvisadas, antes de entregarlos a fiscales civiles.
Organizó a cientos de pobladores armados con rifles de cacería, pistolas antiguas y escopetas para llevar a cabo patrullas y retenes en el municipio de Ayutla con el objetivo de defender a sus comunidades del crimen. Su grupo decía que las autoridades no habían podido brindar paz y seguridad a una región empobrecida en la costa del Pacífico, al este del centro turístico de Acapulco.
Había una psicosis de miedo, dijo Plácido durante una entrevista con The Associated Press en 2013, en la que habló de los frecuentes homicidios y extorsiones que llevaban a cabo los grupos del narcotráfico contra agricultores y rancheros.
Plácido posteriormente extendió el alcance de su grupo hacia la zona montañosa del estado, en donde grupos delictivos en conflicto, como los Ardillos, los Tlacos, los Rojos y Guerreros Unidos, han esparcido el miedo desde hace años.
Aunque Plácido tenía muchos enemigos, se desconoce quién pudo haberlo matado.
Apenas en junio pasado, el líder de las autodefensas, Hipólito Mora, murió en una emboscada en el vecino estado de Michoacán. Los asesinatos de Plácido y Mora prácticamente acabaron con los líderes de la vieja guardia de los movimientos de autodefensas armadas.
Mora era el líder principal del movimiento en Michoacán, en donde granjeros y rancheros se unieron para expulsar del estado al cártel de los Caballeros Templarios entre 2013 y 2014.
Mora fue uno de los últimos que permaneció en su ciudad de origen tras la lucha, atendiendo sus sembradíos de limón. Pero en los últimos años se quejó de que muchos grupos de autodefensas habían sido infiltrados por el crimen organizado y la violencia estaba peor que nunca.
Plácido, por su parte, se enfrentaba a una combinación mucho más fracturada de cárteles del narcotráfico en Guerrero, donde cada uno de ellos controlaba una parte de la sierra.
A pesar de ser la capital del estado, Chilpancingo no es inmune a la violencia.
En julio, cientos de personas organizadas por el cártel de los Ardillos tomaron las calles de la ciudad en un intento por obligar al gobierno a que liberara a dos líderes de la organización acusados de posesión de drogas y armas de fuego.
Los manifestantes prácticamente bloquearon todo el tránsito sobre la autopista que une a la Ciudad de México con Acapulco durante dos días y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad. Además secuestraron a 10 agentes de la policía estatal y de la Guardia Nacional, así como tres funcionarios estatales y federales, a los que mantuvieron como rehenes durante un día.
Aún existen policías comunitarias en Guerrero, pero a diferencia de los grupos de autodefensa, no cuentan con armamento ni equipo para enfrentarse a los cárteles del narcotráfico.
Desde 1995, alrededor de 80 poblados del estado se han organizado para la creación de policías comunitarias, las cuales cuentan con reconocimiento legal y en las que hombres con poco armamento detienen y enjuician a otras personas, generalmente por delitos menores como consumo de bebidas alcohólicas en lugares públicos o alteración del orden público. Tienen sus propias cárceles, “tribunales” y sanciones, las cuales pueden incluir trabajos comunitarios o pláticas educativas
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