Argentina sigue siendo una fábrica de pobres
La clase media, símbolo histórico de la identidad argentina, se encuentra desde hace tiempo en un innegable proceso de achicamiento, que ha alcanzado un nuevo récord en el primer trimestre de este año.
Este diario le solicitó al Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) que, a partir del relevamiento efectuado por el Indec entre enero y marzo para la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), diseñase la pirámide socioeconómica del Gran Córdoba, donde viven 1,5 millones de habitantes. El estudio los agrupó en los cuatro segmentos más clásicos: clase baja (indigentes y pobres), media baja, media tipo y alta.
En el primer trimestre del año, la “clase baja” englobó al 50,5% de la población. Serían más de 800 mil los cordobeses que no llegan a reunir un ingreso que cubra la canasta básica total, actualizada por Idesa a julio en $ 930 mil (para una familia tipo de cuatro integrantes).
La “clase media baja” representó al 10%: unos 156 mil cordobeses cuyo grupo familiar reúne mensualmente hasta $ 1.163.000. La “clase media tipo”, con ingresos mensuales entre $ 1.163.000 y $ 3.722.000, sólo contuvo al 37,5% de los hogares. En la “clase alta”, apenas ingresó el 2% de la población, con ingresos superiores a $ 3.722.000.
Si se comparan estas cifras con las del primer trimestre de 2023, salta a las claras el empobrecimiento general de nuestra sociedad: la clase alta cayó del 4% al 2%; el 49% era de clase media y ahora sólo abarca al 37,5%, mientras los pobres e indigentes, que eran el 37%, ahora son el 50,5%.
El empobrecimiento general de la sociedad se vislumbra en la imposibilidad de llegar a fin de mes con los ingresos actuales. Por eso, desde la parte alta hacia la parte baja de la pirámide se observan distintas estrategias para compensar la falta de dinero.
Según los datos recabados por el Indec, el 45% de los hogares aseguró haber gastado parte de sus ahorros; 29% pidió plata prestada a familiares o amigos; 22% solicitó préstamos por fuera de sus vínculos afectivos, y las compras en cuotas o al fiado fueron el recurso fundamental para el 59% de los hogares.
Reducir el gasto en educación, internet, televisión por cable y telefonía móvil fue el objetivo que se impusieron la mayoría de las familias. La caída del consumo en supermercados, no sólo en cantidad sino también en calidad, sigue siendo un recurrente dato económico: las primeras marcas pierden ventas a manos de las segundas marcas. Además, se vende menos nafta, menos carne y menos lácteos.
Este proceso de empobrecimiento del país no se detuvo aún. Lo más realista es esperar que la próxima EPH describa un mayor deterioro. Con todo, como es lógico, Argentina necesita dejar de ser una fábrica de pobres y emprender pronto el camino de la recuperación económica y social.
Pero esa recuperación sólo será posible con políticas de largo plazo que abarquen muchas y complejas temáticas, establecidas por consenso. Es imprescindible, entonces, que los líderes políticos, económicos y sociales dialoguen y generen un programa mínimo, con base en un diagnóstico compartido, que pueda sostenerse por al menos los próximos 15 años.
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