La Voz del Interior @lavozcomar: Argentina, el Mundial de 1978 y el tiempo del gran cambio cultural de la mano de César Luis Menotti

Argentina, el Mundial de 1978 y el tiempo del gran cambio cultural de la mano de César Luis Menotti

El Mundial ‘78 fue el premio a un cambio cultural en nuestro fútbol. Lo había empezado cuatro años atrás César Luis Menotti, al asumir la selección nacional. Su prédica de priorizar a la selección nacional, de ponerla en valor ante las selecciones más fuertes del mundo, fue asumida con energía por la Asociación del Fútbol Argentino.

A grandes rasgos, el proceso contempló la elección libre de los jugadores, la colaboración de los clubes en cederlos sin condiciones y la de establecer un calendario de competencia hasta entonces inusual, que llevaría al equipo a distintos lugares del mundo, en la búsqueda de experiencia y la imprescindible elevación en el nivel de juego para tener alguna chance de consagrarse por primera vez campeón del mundo.

Hasta ese momento, a nivel ecuménico, Argentina se había caracterizado, de un modo u otro, por insinuar más que por concretar. La famosa frase “campeones morales” había funcionado históricamente como latiguillo a la hora de excusar presentaciones frustrantes.

En los mundiales previos, los jugadores se subían al avión con la esperanza de volver con una participación al menos digna y, más allá de representar con honor la camiseta celeste y blanca, los resultados conseguidos no pasaban de ser, a lo sumo, discretos.

Esa tendencia, que corría el riesgo de sostenerse en el tiempo, fue neutralizada con trabajo e inteligencia por quien había dirigido al exquisito Huracán de Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa, consagrado campeón en 1973. Apoyado en ese logro, y ya como entrenador nacional, Menotti pateó el hormiguero. Obligó a todos los estratos del fútbol a actuar y a pensar de otra forma. Ese fue su gran mérito.

Uno de sus grandes aciertos fue el de federalizar la mirada al elegir los integrantes del seleccionado. Armó la selección del interior, un hecho inédito que le produjo excelentes resultados. De la misma manera que con la selección mayor, a los nuevos elegidos también les dio rodaje y oportunidades, y los incentivó a pensar en objetivos más importantes. De su estructura aparecieron futbolistas que luego se consagrarían campeones mundiales. Talleres fue uno de los grandes beneficiarios. Luis Galván, Miguel Oviedo y Daniel Valencia fueron sus exponentes “puros”, quienes se presentaron como representantes del club de barrio Jardín en la aventura que terminó con el primer título mundial para Argentina.

Esa primera vuelta olímpica dejó una huella muy profunda, que es perfectamente visible en estos días. Desde entonces, vestir la camiseta albiceleste se constituyó en un motivo de orgullo. Tras el hito en 1978, y mucho después del subcampeonato en Uruguay, en 1930, el equipo argentino, luego de disputar otros once mundiales, se consagró dos veces campeón, y otras tantas, subcampeón, siendo el cuarto país más exitoso a nivel global, luego de Brasil, Alemania e Italia. Por si cabe alguna duda sobre lo dicho, la actitud y disposición de Diego Maradona y Lionel Messi con los colores patrios no hace más que reafirmar el valor que la camiseta, ahora de las tres estrellas, tiene para los argentinos.

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