La Voz del Interior @lavozcomar: Andrea Giunta: “El arte es el opuesto de la propaganda”

Andrea Giunta: “El arte es el opuesto de la propaganda”

La consigna política de la diversidad alteró considerablemente al mundo artístico, que absorbió la demanda inclusiva hasta convertirla en un mandato institucional, un concepto de producción y una nueva escala con la que evaluar el canon. No sin resistencias y polémicas que abren al debate y a la polarización, la tendencia a incorporar identidades minoritarias y a situar el género y la raza en el centro de la cuestión se impone en el circuito mundial, y Latinoamérica es un foco crucial de ese giro que lejos de remitirse al presente arrastra acciones y manifestaciones de varias décadas.

Andrea Giunta reconstruye en Diversidad y arte latinoamericano la estela pionera de reivindicaciones feministas, afroamericanas, indigenistas y ecológicas que fueron tomando protagonismo en el campo del arte del continente hasta alcanzar un auge expansivo con la reciente “marea verde”, aunque la autora sitúa la pandemia y el ascenso de las derechas como un punto de quiebre y el paso a un presente indescifrable.

El nuevo libro de la reconocida docente e investigadora, continuador de Feminismo y arte latinoamericano (2018), se centra en la obra de seis artistas para ilustrar exponentes de la diversidad: la brasileña Rosana Paulino, que pone en evidencia el racismo histórico de su país y que mereció hace poco una retrospectiva en el museo Malba con curaduría de la propia Giunta; Ides Kihlen, pintora abstracta argentina que expuso sus trabajos siendo ya octogenaria suscitando una discusión sobre al anonimato, la circulación tardía y las restricciones domésticas; Cristina Schiavi, que trabaja zonas sensibles como el afecto y la intimidad desde el desplazamiento de los objetos, las formas o los materiales; Mónica Mayer, ícono esquivo, risueño e inconformista de la segunda ola feminista en México; la uruguaya Pau Delgado Iglesias, que aborda las tensiones entre lo visible y lo no visible desde su condición de ciega; y el colombiano Carlos Motta, que revisa la historia del arte desde una imaginería religiosa queer y bondage.

En sus intervenciones, Giunta toma postura por la tendencia, aunque no sin deslizar interrogantes y matices oportunos que distinguen la necesidad de una ampliación en torno a derechos e identidades de los riesgos de una norma unívoca que rija el hecho estético.

¿Cómo enmarca Giunta esta realidad histórica? “Este momento tiene su intensidad entre los años sesenta y noventa, cuando se abre un escenario en el que diversas exhibiciones exploran la diversidad. ‘Magiciens de la Terre’, en 1989, podría ser una de las exposiciones que señala ese nuevo escenario –explica–. Son años en los que se retoma el interés por las culturas prehispánicas y su relación con el arte contemporáneo, con artistas como Adolfo Nigro, Alejandro Puente, César Paternosto, que retoman el legado del Taller Torres García en Argentina. Las agendas se multiplicaron. Comienza el giro archivístico que se expande en el siglo 21 y que en América latina se vincula con los archivos de performances y acciones realizadas en dictadura como poéticas de resistencia a la represión estatal. El feminismo artístico, que tiene su inscripción seminal en los años sesenta, introduce un radical giro iconográfico en el arte del siglo 20. Probablemente sea la transformación más radical de la posguerra, inscripta en distintos momentos y con profundas críticas que introducen identidades no binarias, cuestionamientos sobre la raza, la clase, el género, con poéticas que recurren a los lenguajes de las neovanguardias”.

La investigadora en arte Andrea Giunta (Foto: editorial Siglo XXI)

–¿Qué alcances tiene esa transformación, y cuánto de ella atañe al arte tanto como a las instituciones y a los discursos críticos que lo articulan?

–Sin duda, las instituciones tanto como los discursos críticos son agentes de esas transformaciones. Contrariamente a lo que puede pensarse, en el arte contemporáneo las instituciones incorporan la crítica institucional a sus propias agendas. La institución construye y deconstruye el canon. El arte contemporáneo indaga una agenda de temas ampliados, en ocasiones puede considerarse a las y a los artistas como etnógrafos que determinan temas de investigación en el que no solo relevan información, sino cómo elaborar estrategias poéticas que den lugar a obras y no a informes etnográficos. Es curioso que en un momento en el que en el orden global crecen los discursos que demuelen derechos sociales, identidades, representación, feminismo, el arte da más cabida que nunca a las representaciones y a la presencia de identidades diversas. ¿Será el arte el repositorio de un pensamiento que el giro de la historia busca sepultar? En la escena global del arte se ha establecido una inmensa conversación entre poéticas que traen a las bienales voces, presencias, cosmovisiones diversas. Mientras las instituciones culturales de Europa buscan la diversidad, sus políticos discuten sobre cómo cerrar la inmigración.

–Repasás manifestaciones del arte feminista a veces disímiles entre sí, como el camp de Mayer y la performance pública de LASTESIS. ¿Qué continuidades y diferencias notás entre las sucesivas olas del movimiento?

–Lo que caracteriza a los últimos años es la masividad y la conquista de algunos derechos por los que se lucha desde los sesenta. En cuanto al arte, este sumó al feminismo sobre todo desde la formación de colectivos (LASTESIS en Chile, pero muchos en Argentina: Mujeres Públicas, Nosotras Proponemos, Las Lola Mora, Cromoactivismo) que generaron visualidades específicas en la escena pública. Performances, afiches, banderas, stickers. Junto a la lucha por una agenda, estos también activaron el reclamo por una representación igualitaria de las mujeres y de las diversidades en el campo del arte. Se modificaron los reglamentos de premios y salones, se crearon premios para que se enriquecieran las colecciones públicas (como el 8-M). Analizados desde una perspectiva global, los cambios que se produjeron en el campo del arte en la Argentina en relación con las políticas de género no tienen equivalente en la escena internacional.

–Desarrollás en el libro formas más o menos explícitas de hacer hoy arte político. ¿Qué valores rigen para señalar que se cumple esa condición?

–Desde mi perspectiva, las obras pueden ser más o menos evidentes en su contenido y en sus referencias, pero eso no afecta a su capacidad crítica. Por supuesto que un cartel en la calle da cuenta de una resistencia más evidente, pero la resistencia tal como lo elaboré en Feminismo y Arte Latinoamericano en relación con la obra de Nelbia Romero es un concepto complejo y se articula de diversas maneras. No solo con la denuncia, el cartel, sino también gestando comunidades de interlocución que encuentran en imágenes y palabras espacios de identificación. Hoy sin duda existe un arte en la calle, político y directo, pero me resulta difícil generar divisiones que redunden en jerarquías. Porque encuentro que las formas de la política en el arte son filigranadas, complejas, y me interesa captar esas formas diversas de articulación. Me interesa evitar las divisiones que conducen a sectorizaciones, enfrentamientos y posicionamientos de aquellos que se autorrepresentan como políticos, correctos e incluso heroicos. El sentido político de las imágenes no se organiza de forma única y plana, sino de varias formas, afortunadamente.

Dilema profundo

–Con la excepción de obras como la de Natalia Iguiñiz, el concepto de clase aparece con menos protagonismo en el panorama citado. ¿A qué se debe?

–Es interesante la pregunta. Porque no es que no haya en el arte representaciones de clase o de raza, Berni con su “Manifestación” o Figari con sus “candombes” son ejemplos. Ellos son artistas blancos que observan y retratan la lucha obrera, la presencia negra en Uruguay, pero ¿desde qué lugar? Son observadores, no protagonistas. Lo cual no es un descalificativo, sino una diferenciación para comprender transformaciones importantes. La expansión educativa, con la multiplicación de universidades nacionales, ha permitido la formación de artistas que provienen de zonas marginales y marrones como la Chola, como Chaile. Me interesa la reflexión desde la raza o desde la clase sobre todo desde quienes hasta hace cinco o 10 años no existían casi en el mundo del arte. De nuevo, mientras el arte se diversifica en sus temas, pero sobre todo en sus demografías, la política mundial se organiza para excluir, quitar derechos, negar humanidad. El mundo del arte está dislocado de este nuevo orden de las derechas extremas, aunque muchos de quienes sostienen a esas derechas también compran obras de arte. Obras concebidas desde la diversidad, los derechos, la justicia social, obras que representan la pobreza o la discriminación. El homenaje del grupo Mondongo a “Manifestación” de Berni en el Malba instala preguntas incómodas. ¿Por qué, dónde, quiénes realizan este homenaje? Cuando se preguntan a dónde van a parar sus obras, las y los artistas se encuentran ante un dilema profundo. ¿Cómo formar parte con sus trabajos de un mundo que las mismas cuestionan?

–Marcás un antes y un después político como consecuencia de la pandemia y el ascenso de Milei. ¿Qué rol tiene el arte en este escenario?

–El arte tiene el poder de expresar esta faceta de los nuevos tiempos. ¿Contribuirá en contestarlos o quedará como la expresión de un tiempo pasado? Formulo la pregunta, pero al mismo tiempo sé que lo que las obras producen no mira solo hacia el pasado, sino que se encripta para atravesar y contrariar el presente. En el arte encontraremos siempre activo un reservorio que contradice la multiplicación de expresiones brutales y despiadadas. El arte involucra un concepto de la imaginación y de lo humano a contrapelo de los discursos del odio. Hoy precisamos, como nunca, la investigación y los modos no ortodoxos del pensamiento artístico. El fascismo se expresa desde el lenguaje simple y adoctrinador, capaz de movilizar afectos masivos, un arte de la propaganda. El arte se mueve en otra zona. La de la pregunta, la de la visualización de expresiones inesperadas. El arte es el opuesto de la propaganda.

Diversidad y arte latinoamericano. Andrea Giunta. Siglo XXI.

  • Diversidad y arte latinoamericano. Andrea Giunta. Siglo XXI. 256 páginas. $ 22.990.

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