Alejandro Sanz en Córdoba: entre la euforia del reencuentro y desajustes organizativos
Se podía imaginar que sería intenso el regreso de Alejandro Sanz a Córdoba después de una larga ausencia. Pero imaginar esa intensidad no es lo mismo que experimentarla en primera persona.
Pasadas las 19, las largas filas de gente que viborearon por las calles Mendoza, La Rioja y Coronel Olmedo enloquecieron el tráfico y la quietud urbana del feriado por el Día del Trabajador. El look deportivo de quienes aprovechaban las últimas horas del día para completar su rutina de ejercicio por la Costanera contrastaron el glamour y los brillos de quienes se habían lookeado y perfumado especialmente para la ocasión.
Y es que para su público, Alejandro Sanz no merecía menos. Pasaron varios años desde su última visita a Córdoba (allá por el 2016 en el actualmente inexistente Orfeo Superdomo) y desde entonces son varios los que se encontraban tachando los días en el calendario.
Pasadas las 21, la multitud comenzó a mostrarse impaciente. Ciertos desajustes organizativos le amargaron el comienzo del show a algunos asistentes que habían comprado entradas para el sector VIP, y que no pudieron ubicarse pese a haberse presentado en tiempo y forma.
“Eran las 20.30 y no entraba más gente, no podían empujar más, un desastre, la gente reclamaba que les devolvieran la plata, la policía intentaba hacer lugar para que entremos, pero no se podía. A las 21 nos hicieron salir y entrar por otro ingreso. Antes de entrar estábamos todos apretados, la gente se desmayaba”, relató uno de los afectados en diálogo con VOS.
“Hicimos la cola de varias cuadras, llegamos y ni siquiera nos cortaron la entrada. No nos dejaron pasar, directamente”, dijo otro damnificado, quien unos minutos después aseguró que desde la organización le habían hecho una nota de crédito. “Pero me quedé sin ver el show”, lamentó.
El show debe continuar
Probablemente ajeno a estos conflictos y al grito de “Hola, Córdoba”, Sanz salió al escenario unos minutos más tarde de lo pautado entonando No es lo mismo, canción que desató el primer gran clamor de la noche y sirvió para liberar el estrés acumulado del ingreso.
Durante dos horas, La Plaza de la Música fue testigo de uno de esos shows que aceleran corazones, ponen a prueba las gargantas, disparan profundos suspiros y hacen que las masas suban la temperatura. Mientras afuera el frío otoñal invitaba a abrigar y resguardar cada centímetro de piel, adentro del “microclima Sanz” las camperas no hacían más que molestar.
“Buenas noches, a ver cómo les digo esto, mejor no les digo nada y con eso se los digo todo. No saben la alegría de estar acá”, dijo el español como buen anfitrión, en su primera intervención.
“Esta noche somos uno y esta noche ustedes son nuestros. Esta noche no pedimos permiso, mañana ya veremos si pedimos perdón. Disfruten, aquí estamos para lo que sea”, añadió.
La fuerza de los clásicos
Con más de 30 años de trayectoria, Sanz tiene una gran cantidad de hits difíciles de condensar en un show, por lo que los medley fueron un recurso muy utilizado. Por esos “enganchados” pasaron fragmentos de El alma al aire, Regálame la silla donde te esperaré, Hoy llueve, hoy duele, Looking por paradise, La música no se toca y tantos más.
La seguidilla de La fuerza del corazón y Siempre es de noche fue un rebobinar a esos años en los que la música de Alejandro Sanz se escuchaba en las caseteras de los autos, walkman, discman y en otros reproductores hoy obsoletos.
Tiempos en los que el español era un veinteañero de aspecto muy diferente al platinado con el cuerpo cubierto de tatuajes que este lunes hizo suspirar a multitudes con su traje verde esperanza.
Cuando nadie me ve, Amiga mía y Hay un universo de pequeñas cosas también tuvieron un efecto especial en la gente y supieron complacer a “los fans de la primera ola”.
Una de las perlitas de la noche llego con una versión de Contigo, canción de Joaquín Sabina.
No es necesario investigar mucho para saber del estrecho vínculo entre su coterráneo y el país de la celeste y blanca, por lo que no fue de extrañarse que la canción se cantara por el público como si fuera una más del repertorio de Sanz.
Para aquellos que temieron que la irrupción de un murciélago en la habitación del cantante en la madrugada del lunes afectara su sueño, y con ellos sus energías, sólo bastaron unos temas para corroborar que se preocuparon en vano. El español dejó en claro que hace falta mucho más que una visita no deseada para no entregar “hasta lo que no tiene” a un público que le demostró la devoción de siempre.
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