Acerca de la transformación de la realidad argentina
Argentina necesita un proyecto económico y espiritual que nos devuelva la fe como nación. Económico para terminar con 50 años de decadencia y espiritual, para que nos impulse la voluntad de trascender la mediocridad y prácticas políticas que atentan contra la dignidad de las personas.
Si perdemos la fe en que esto sea posible, repetiremos los errores del pasado. Esto exige compromisos con las convicciones y también un claro conocimiento de lo que se debe hacer para despertar todas las energías de nuestro país. También demanda abjurar del modelo que venimos recorriendo, tanto los que hacen al neoliberalismo como los populistas que tanto daño nos ha causado en lo moral y material.
Lo que planteo no es un camino fácil, quizás el más difícil, pero el único con futuro. Esto porque temo que el deseo de abandonar el infértil populismo caigamos en políticas que profundicen el desempleo y nos hagan retroceder en nuestro acervo, empresarial, científico y tecnológico.
Cuánta energía se necesitan en nuestros líderes, cuanta imaginación y cuánta flexibilidad para no perder el rumbo.
Qué necesitamos
Autenticidad y coherencia en el decir y en el accionar, humildad para reconocer errores y mucha capacidad para comunicar, explicar y persuadirnos del camino innovador que se emprenda.
Si se van explicando los pasos, las dificultades y quien carga con los costos de las soluciones, la mayoría de la sociedad se irá transformando en un auditorio atento y presto a poner sus energías al servicio de la dignidad social y de cada uno.
Si en el intrincado camino a recorrer esto no se hiciera, mucho me temo que las fuerzas retrógradas que han gobernado este país atenten contra los objetivos de construir una realidad diferente, realidad en la que se vuelva a hablar del mérito y de la importancia de la igualdad de oportunidades.
¿Cuánta capacidad de reflexión y diversas interacciones para no perder el sentido de la realidad se requiere?
Respondo: la que se necesita de líderes auténticos.
Algunas experiencias
Tomando ejemplos del mundo para evitar caer en esos debates estériles que carcomen nuestras energías, debemos tomar conciencia que Argentina, no es el primer país que se debate en una profunda crisis.
Cuando uno analiza la situación política y económica de países como Francia o Alemania en tras la Segunda Guerra Mundial, se encuentra con situaciones no muy ajenas a los sentimientos de frustración que nos vienen embargando desde hace décadas. En un caso, devastación total; en el otro, pobreza y desencuentros políticos casi anárquicos, sin hablar de la carga que significó el nazismo en ambos países.
Sin embargo, generaron y aceptaron liderazgos que contribuyeron a reencauzar su identidad y orgullo por ser parte de un destino común. A los que simplifican la recuperación con el Plan Marshall, los invito a estudiar el nivel de desesperación, pobreza y humillación en que se encontraban ambos países.
En algún sentido, lo nuestro se parece más a una gangrena que nos ha ido carcomiendo nuestra fe en un destino común. Obvio, somos un país complejo construido desde una diversidad que apabulló las raíces originales de las Provincias Unidas del Río de la Plata
Reformas
Los cambios podrían inspirar nuevas coaliciones electorales, y por ello posibilitar otro estilo de Gobierno y un fuerte apoyo a la libre iniciativa, siempre y cuando las palabras y decisiones de los líderes fueran poniendo en acto el tremendo potencial de una sociedad que conducida en pos de la igualdad lo único que logró es mayor pobreza.
Un proyecto inclusivo no por obra de la magia, sino por la recuperación de la educación popular y una creciente oferta de trabajo de calidad (ambos van de la mano).
En todo este proceso, la política exterior exigirá superar ideologismos tan propios de los extremismos de distinto signo, que, a la postre, siempre dañaron los intereses del país. En democracia, firmeza y negociación son partes indisolubles.
Nuevos líderes
Los nuevos líderes tendrán que comprender que el siglo 21 es diferente del siglo 20 y, fundamentalmente, que la cultura y prácticas tecnológicas de las jóvenes generaciones no tienen nada que ver con las visiones del pasado. Otra cultura es la que se va imponiendo a caballo de una realidad cada vez más surrealista y cambiante. Aun los sectores de menores recursos, se insertan dentro de una realidad líquida (como la definía Zygmunt Bauman) que no se conmueve ante los discursos de otrora.
Coincido con Henry Kissinger en que se requiere que “los nuevos líderes tengan la capacidad de cerrar la brecha existente entre el mundo de las tecnologías, la política, la historia y la filosofía”. Lo fundamental, que sean receptores o generadores de una estricta educación de carácter humanista, y cuyas trayectorias se distingan por la disciplina, la capacidad de negociación y el coraje.
No individuos aislados dentro de un sector social determinado, sino personas experimentadas que puedan interpretar las necesidades de una sociedad compleja: malherida por una pobreza creciente en abierta contradicción con los recursos que cuenta y el costado emprendedor que caracteriza a amplios sectores de la sociedad. De otra forma hablaríamos de aventureros.
* Doctor en Ciencia Política (UNC-CEA)
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