Abrupto recorte de poder para la nueva etapa del peronismo
La elección bisagra del peronismo cordobés en el poder le adjudicó a Martín Llaryora un triunfo provisorio que ya tenía sabor a poco cuando el escrutinio entró en virtual parálisis y aportó deslegitimación al proceso.
Fueron muchos votos menos que los que esperaba Hacemos Unidos por Córdoba, debido a la excepcional elección que Juntos por el Cambio hizo en el interior de la provincia: Luis Juez marcó una diferencia contundente en todas las zonas más productivas y pintó de amarillo casi todo el mapa desde la mitad de la provincia para abajo.
Con el 89% de los votos escrutados Llaryora ganaba la elección provincial por el apoyo que obtuvo en la ciudad que gobierna y Hacemos Unidos por Córdoba conservaba el dominio del Ejecutivo.
Pero la nueva etapa del viejo peronismo en el poder cordobés comienza con un escrutinio escandaloso y con un abrupto recorte de sus facultades políticas: de la Legislatura con una mayoría agravada de 51 bancas propias que dispone hoy Juan Schiaretti, al cierre de esta edición parecía claro que Llaryora pasará a gobernar en minoría legislativa.
Se trata de una experiencia inédita para el peronismo. Menuda tarea le espera a la vicegobernadora radical electa Myrian Prunotto, que deberá lidiar con una primera minoría integrada mayormente por sus correligionarios y exsocios políticos de Juntos por el Cambio.
Llaryora y Prunotto también deberán lidiar con la evidencia de que esa coalición ampliada que propusieron como novedad política no aportó casi nada al oficialismo.
Aunque la exasperante lentitud del escrutinio no terminaba de confirmarlo, también parecía posible que el control del Tribunal de Cuentas quede en manos de la oposición.
Todo indica que en esa realidad pesó más el nivel de error que induce el casillero de lista completa de la Boleta Única de Sufragio que una decisión razonada del electorado, pero el resultado igual fue quirúrgico: el oficialismo llegó arañando al séptimo período consecutivo en el poder, pero dependerá como nunca antes en su historia de los acuerdos con la oposición.
El de ayer fue el segundo peor resultado del peronismo en el poder. Pero en muchos momentos de la extensa esa jornada se impuso también el recuerdo de aquella fatídica noche del 2 de septiembre de 2007 en que Juan Schiaretti ganó por menos de un punto y en medio de denuncias de fraude. No solo porque en aquella elección -como en ésta- había comenzado ganando Juez, sino porque el escrutinio provisorio fue la antítesis de ese procedimiento ágil que prometía la empresa Ocasa gracias a la asistencia de la tecnología
A las 0.30 faltaban por cargar 1.300 mesas por ausencia de conectividad.
Un verdadero papelón, insuficientemente explicado por la empresa Ocasa y por Marta Vidal, la jueza electoral que todavía no explicó con suficiencia aquel otro escándalo de 2007.
Esta vez la oposición se comportó con más mesura: hace 15 años la derrota de Juez significó enorme debilidad de origen para Schiaretti.
De aquella experiencia llegaron los pocos avances institucionales que sumó Córdoba en materia electoral y también surgió el largo liderazgo político de Juan Schiaretti.
Llaryora comienza con otro triunfo deslucido el ciclo político más desafiante del peronismo en el poder.
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