La Voz del Interior @lavozcomar: A perder y a ganar se aprende

A perder y a ganar se aprende

Mientras aumenta el estruendo de las campañas electorales, se van develando algunos resultados regionales. Algunos ganan, otros no.

Tanto los cánticos de los ganadores como los pucheros de los otros conforman una verdadera maqueta de aprendizaje del ganar y del perder, seguida atentamente por chicos y chicas ávidos de ejemplos.

Es una pena que estas contiendas no se aprovechen como oportunidades para transmitir conceptos sobre qué significa perder y qué es ganar. Y reconocer la diferencia.

En un país profundamente futbolero, se nace y se crece entrenado en vivir los triunfos y las derrotas en carne viva. Desaforados en las victorias o hechos trizas en las derrotas.

La repetida frase “nadie recuerda a los subcampeones” confirma que alegría y tristeza son emociones repartidas de manera asimétrica. La primera se reserva sólo para el primer puesto; el resto está condenado a sufrir.

En ese contexto, la peor de las humillaciones es que el equipo preferido descienda de categoría. ¿Cómo convencer entonces a los chicos de que no es cierto “el infierno de la B”, cuando tantos comentaristas –adalides del exitismo autóctono– no paran de denigrar a todas las categorías que no son la Primera?

El paradigma blanco/negro que propone el modelo “resultadista” aumenta la escasa tolerancia a la frustración infantil y consolida un esquema difícil de cambiar después.

Como esa otra frase que desconcertó a miles de niños y de niñas después de Qatar: “Argentina recuperó la dignidad”. ¿Es que la dignidad nacional pendía de unos penales?

Ante tanta proclama irreflexiva, resulta difícil consolar a quien perdió sobre la hora con que “lo importante era competir” o que “de las derrotas se aprende más que de los triunfos”.

Pero si los chicos no aprenden algo sobre el ganar y el perder, corren el riesgo de que, ante eventuales tropiezos, decidan no participar, ya sea en deportes, en tareas escolares y hasta en los cuidados personales.

Difícil, pero intentable.

Luego de atravesar el egocentrismo de los primeros 6-7 años, es posible enseñarles que se puede ser feliz sin necesariamente llegar primero y que no toda derrota significa morder el polvo.

Al mostrarles desde temprana edad que en la vida habrá más tropiezos que festejos y que al final todos tienen su mérito, muchos entenderán que las verdaderas competencias serán contra ellos mismos.

“Duele saber que no salió bien. Pero peor es dejar que una derrota derrumbe todos tus sueños”, aseguran que decía Charles Chaplin.

Algunos nunca pierden

Existe un sinfín de maneras de enseñar a los chicos a valorar ganancias y pérdidas genuinas (no las postizas).

Curiosamente, los candidatos en las disputas electorales representan un paradójico ejemplo.

Basta comprobar que, aunque sus batallas parezcan disputarse “a muerte”, nadie termina perdiendo; y menos, muriendo. En corto tiempo, los aparentes desafortunados resurgen en un nuevo cargo; sonrientes, recuperados y con renovadas propuestas.

Pero busquemos ejemplos de mayor valía para la niñez y la adolescencia.

Hay jugadores de fútbol promedio que, sin ser Messi, alegran muchos corazones en ligas humildes.

Hay docentes, hoy en el subsuelo de la consideración social, que triunfan cuando instalan pasión entre sus alumnos.

Hay enfermos que celebran el alivio de sus dolores como una medalla olímpica; y sanos que comparten podio cuando a sus amigos deja de dolerle.

Y hay una multitud de padres y de madres que, a pesar de perder seguido (calidad de vida, seguridad, tranquilidad), encaran cada día como auténticos ganadores.

* Médico

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