Un verano cargado de rumores de tono electoral
el país.
Frontalmente, como los gallos cuando se tiran picotazos, el presidente Javier Milei y el gobernador Axel Kicillof vienen protagonizando ásperos enfrentamientos mediáticos y por redes sociales en medio de acusaciones cruzadas sobre el modelo económico nacional y la difícil situación de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires.
En paralelo, la falta de definición concreta del calendario electoral provoca que cualquier discusión política sea superficial en el ámbito bonaerense. La discusión a nivel nacional por la cancelación de las PASO también estimula trastornos de ansiedad generalizada en los laboratorios políticos.
Es que si finalmente Kicillof, en un gesto de autonomía política, toma la decisión de desenganchar las elecciones provinciales de las nacionales, tendría que suspender o en su defecto descartar las primarias. Y para eso necesitará irremediablemente juntar votos propios y ajenos en la Legislatura.
Como se sabe, un posible desdoblamiento como el que empujan los alcaldes aliados a la Gobernación -por creer que la mejor estrategia para enfrentar al armado libertario- podría acentuar la interna con el kirchnerismo duro, que no ve con buenos ojos separar los comicios.
A partir de esa instancia, asoma la posibilidad de derogar el límite a las reelecciones de los intendentes como prenda de negociación legislativa, ya que la normativa vigente afecta a varias fuerzas políticas. Pero en la antesala electoral todavía no aparece alguna señal de voluntad de diálogo ni gestiones por reactivar aquellas tibias negociaciones del año pasado.
En lo que podría interpretarse como un nuevo gesto por recomponer un contexto interno de “relaciones tóxicas”, el bloque de diputados bonaerenses capitaneado por los camporistas salió a exigirle a la Casa Rosada la devolución a la Provincia de la suma correspondiente al Fondo de Seguridad que se eliminó bajo el pretexto de ajustar el gasto público para así poder hacerle frente a la ola delictiva que azota al Conurbano.
Algunas horas después, el gobernador bonaerense devolvió gentilezas en nombre de la “unidad” cuando cuestionó el proyecto de “Ficha Limpia” que impulsan LLA y sus aliados ya que, a su entender, sólo busca ensuciar y tiene el claro objetivo de proscribir una potencial candidatura de CFK.
Además el oficialismo decidió enfriar distintas “operaciones” -atribuidas a la oposición- con la intención de reflotar algunas negociaciones abandonadas a fin de año, cuando fracasó el tratamiento del Presupuesto 2025.
Para los funcionarios esa cuestión ya no es una prioridad porque tanto el Presupuesto como la ley impositiva ya fueron prorrogados por decreto, después de aquella falta de entendimiento con el legislativo sobre dos puntos clave: un fondo para financiamiento de los municipios y la autorización para que el Ejecutivo tome deuda.
“Una autorización de endeudamiento no involucra fondos para los municipios, por lo tanto el Gobernador no tiene ninguna obligación legal. La transferencia de recursos a los intendentes se gestionan en Economía”, aclaran portavoces ministeriales.
Como si fuera poco, la discusión sobre la conveniencia política de una alianza entre La Libertad Avanza y el PRO se entrelaza con la posibilidad del desdoblamiento electoral. Para los libertarios esa medida solo beneficiaría al kirchnerismo, una postura que sugiere que, a pesar de las diferencias estratégicas, hay un reconocimiento tácito de que la fragmentación del voto podría ser contraproducente para los intereses de ambos espacios.
Encima, la Secretaria General de la Rosada y Jefe política de LLA, Karina Milei, ahora ostenta una “guillotina” contra potenciales desobedientes internos, según reveló el propio Presidente, portador de la motosierra del ajuste fiscal.
En las diagonales no pocos risueñamente comienzan a sugerirle a los libertarios blue -como se denominan a los legisladores dialoguistas que vienen acompañando leyes promovidas por Kicillof -cuidarse por las dudas de una eventual “decapitación”.
En el tablero de ajedrez opositor, se vislumbran movimientos que podrían reconfigurar el mapa electoral bonaerense. La posibilidad de una fusión entre LLA y el PRO genera debate y expectativas.
La sensación es que los amarillos son quienes muestran mayores rasgos de ansiedad de cara a las legislativas. Los pioneros en afiliarse a las “Fuerzas del cielo” fueron los legisladores bonaerenses y funcionarios nacionales cercanos a la ministra Patricia Bullrich. Los dirigentes macristas entienden como crucial unirse con los libertarios para consolidar una estrategia capaz de derrotar al kirchnerismo en su bastión bonaerense, tanto en 2025 como en los comicios de 2027.
Sin embargo esa visión no es compartida por todos. Desde el armado libertario bonaerense minimizan la necesidad de un acuerdo con el macrismo, al percibir la supuesta intención de los amarillos por «subirse al tren del triunfo» de la gestión del presidente Milei.
Mientras tanto la UCR bonaerense, otro de los socios importantes y fundadores de lo que fue Juntos por el Cambio, arrancó el año con borrón y cuenta nueva y con una agenda más enfocada en curar las heridas internas que en las estrategias electorales.
Está claro que para el radicalismo también vendrá esa discusión, quizás de manera más velada que en el PRO. Pero entre los radicales también se juega el dilema de decidir entre “la estrategia y el estómago”, tanto en su relación con sus exsocios amarillos, como con los libertarios y con el amplio universo del peronismo-kirchnerismo.
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