Escenario político: las claves para ganar el ballottage
el país.
Todas las elecciones son distintas. Así como el triunfo de Javier Milei en las PASO no fue catapulta suficiente para optimizar su rendimiento en las generales, Sergio Massa no debe confiarse en que la inercia del éxito del 22 de octubre lo llevará a ganar el ballottage.
De acuerdo con el escrutinio definitivo, en el último comicio el candidato de Unión por la Patria consiguió el 36,78% de los votos (9.853.492), mientras que su adversario de La Libertad Avanza obtuvo el 29,99% (8.034.990). Uno de los primeros datos a tener en cuenta para proyectar lo que viene es mirar no solo los porcentajes sino, sobre todo, los votos directos, ya que en la segunda vuelta quien obtenga un solo sufragio más se quedará con la presidencia.
Es decir, en principio, la diferencia en favor de Massa es de 1,8 millones de votos, una distancia considerable pero que tiene una amenaza: la mayor parte del 33,23% de electores (unos 9 millones) que se fue con otras opciones podría tener un perfil más proclive a no votar por un postulante peronista.
Allí, el conjunto mayor es el que respaldó a Patricia Bullrich, quien recibió el 23,81% de las adhesiones, o sea, 6.379.023 votos. Uno de los cálculos en el campamento libertario es que Milei necesita, de mínima, retener la mitad de esos sufragios (3,2 millones) y que la otra mitad se vaya en partes iguales al blanco y a Massa. De ese modo recortaría la ventaja en 1,5 millones de votantes y quedaría solo 300 mil por detrás, que debería ir a buscar a la pecera cordobesa de Juan Schiaretti.
Caso contrario, claro, la cuesta arriba para el libertario sería demasiado empinada.
Pero, antes de seguir con el frío pizarrón, algunas otras consideraciones. Tanto Massa como Milei tienen 10 días para mostrarse consistentes ante el público que permanece indefinido. Por un lado, en las entrevistas televisivas y radiales; por el otro, en el debate del próximo domingo, evento esperadísimo como pocos.
Para ese cara a cara es clave entender que tendrá una dinámica muy diferente a los anteriores. Esta vez habrá más espacio para el diálogo, los cruces y las interrupciones, así como los candidatos se podrán mover en el escenario. A priori, se trata de un esquema más cómodo para Massa, quien innegablemente tiene un mejor dominio del discurso y la escena.
El titular del Frente Renovador no debería tener inconvenientes en justificar sus posiciones y actos de gobierno, es habilísmo para eso, pero a la vez tendrá como desafío poner tenso a su rival para que el libertario muestre su peor perfil, el de falto de equilibrio.
Los objetivos de Milei, por su parte, serán dos: no perder el control de sus emociones y, luego, dejar en claro que algunas de las proyecciones que se hacen sobre su gobierno (por caso, que el transporte público costará 700 pesos por boleto o que privatizará la educación) no son reales. Estas desmentidas las viene esbozando en algunos reportajes, pero todavía no recuperó el tono enfático que mostraba hace algunos meses.
Sobre todo, ambos deben dejar impregnada en los televidentes todavía dubitativos una impresión muy concreta: que son la opción menos mala. Como en todo ballottage, los electores indecisos no se van a enamorar de ninguno, simplemente se trata de convencerlos de que A es preferible que B. Para eso resulta clave hacer hincapié en los peores rasgos del adversario: de Milei, que representa lo incierto, el desequilibrio, el «salto al vacío»; de Massa, que es «más de lo mismo», que no domina la inflación y que no podrá gobernar libremente sino que lo condicionará el universo K, empezando por Cristina.
Ya se verá quién logra mejores efectos. Por lo pronto, esta noche habrá un aperitivo con el debate de vices, ya que Victoria Villarruel (LLA) y Agustín Rossi (UxP) se volverán a ver las caras en el programa «A dos voces», de TN. Va a ser un antecedente relevante, cuyos rebotes inundarán medios y redes sociales durante los próximos días.
Previo a estos duelos, en estas últimas dos semanas las estrategias de comunicación de ambos espacios resultaron disímiles. Con un Milei errático luego del revés en las urnas, varios voceros de su espacio salieron a ocupar micrófonos e incluso ganaron centralidad Mauricio Macri y la propia Bullrich. Hoy el «León» luce desdibujado, a la defensiva, e incluso con problemas para contener a parte de su tropa, disgustada por el acuerdo con la «casta» del Pro.
El líder de LLA necesita imperiosamente salir bien parado este domingo y que funcione la idea, ante los votantes bullrichistas, de que Macri actuará como garante de la «derecha civilizada» para contener a un eventual gobierno de la «derecha salvaje».
Massa, en cambio, ocupa todo el ancho de la escena en Unión por la Patria. Si bien es cierto que este no es su gobierno en el sentido de que no lo preside, y que ser presidente es muy diferente a fungir como ministro, actúa como dueño de las principales decisiones ejecutivas. Y, si ocurren algunas que no le gustan, no se priva de criticarlas. Por ejemplo, calificó de «horrible» al último comunicado de la Cancillería de Santiago Cafiero sobre Medio Oriente, en el cual se condena a Israel por las acciones militares en Gaza.
Las posiciones de ambos candidatos presidenciales sobre este y otros asuntos de Política Exterior quedarán más claras en el debate, ya que será uno de los ejes temáticos. Insólitamente, el alineamiento internacional que se pretende para la Argentina no formó parte de las discusiones anteriores, cuando se trata de una decisión política de primerísimo orden. Es, nada menos, que exponer el modelo teórico-ideológico al cual se piensa adherir y fijar como norte.
Milei ya dijo que sus referencias son Estados Unidos e Israel y que repudia a China por ser un régimen comunista, a la vez que fustigó con toda dureza al presidente brasileño Lula por «zurdo». Massa, a diferencia del kirchnerismo, tiene aceitados vínculos con EE.UU., así como critica a Venezuela y Cuba, pero no tiene inconvenientes en negociar de manera abierta con el gigante chino ni mucho menos con Brasil, gobierne quien gobierne. En este ítem, si se quiere, es más liberal.
Para el final, algunos números más. Schiaretti logró el 6,73% de los sufragios (1.802.068), un tercio de los cuales proceden de su provincia, la segunda más importante en términos de padrón.
En Córdoba, el renglón presidencial tuvo este orden: primero Milei (773 mil votos), segundo Schiaretti (667 mil), tercera Bullrich (521 mil) y cuarto Massa (309 mil). Mal dato para Unión por la Patria. Y un anexo: en suelo cordobés, en el ballottage de 2015 –único antecedente de este tipo–, Macri le ganó a Daniel Scioli por 71,5% a 28,5%.
El referente de La Libertad Avanza deberá hacerse muy fuerte ahí para contrarrestar la potencia peronista en terreno bonaerense, en especial en el Conurbano. En nuestra provincia Massa ganó con 4,3 millones de votos, sobre los 2,5 millones de Milei y 2,4 de Bullrich. Casualmente, o no, es la diferencia de 1,8 millones que sacó a nivel nacional. El aparato justicialista y, en menor medida, un sector del radicalismo, jugarán un rol muy importante para darle más impulso a UxP.
En Santa Fe, tercera provincia argentina en términos de población, Milei lideró con 664 mil adhesiones, seguido por Massa con 607 mil y Bullrich con 549 mil. Es una de las regiones más parejas e indescifrables.
Y otra jurisdicción decisiva será la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Allí Bullrich logró 789 mil adhesiones, Massa 616 mil y Milei 382 mil, mientras que entre Schiaretti y Myriam Bregman reunieron 125 mil. ¿Quién tiene más para crecer en la voluntad de los porteños? Aún no hay respuesta.
Como dato complementario, qué pasó en Bahía Blanca. Aquí se impuso Milei con 61.637 sufragios, seguido por Bullrich con 55.700 y, muy cerca, Massa con 53.514. A modo de recordatorio, en la segunda vuelta de 2015 los bahienses decidieron una victoria de Macri sobre Scioli por 64,8% a 35,2%. Será muy interesante el comportamiento del electorado local en esta ocasión, no solo por el aporte al resultado nacional, sino para interpretar mejor el clima político de la actualidad en nuestra ciudad.
Un último comentario, con el propósito de despejar una duda. ¿Cómo se cuentan los votos en blanco en un ballottage? ¿Favorecen al ganador? Técnicamente no favorecen a nadie porque los sobres en blanco se apartan y, para determinar al vencedor, solo se contabilizan los de las opciones A y B, en este caso Massa y Milei. La boleta que consiga más votos, gana. Tan sencillo como eso.
La potencial influencia del blanco, la idea de que ayuda al ganador, tiene que ver con el análisis político. Dicho muy exageradamente, si todos los que no optaron por Massa ni Milei en octubre ahora eligiesen blanco, ganaría el candidato oficialista porque fue el que tuvo más votos la última vez.
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