Complejo amanecer en plena ruta electoral
el país.
Frente a un período de retorno a la “nueva normalidad” después de la flexibilización sanitaria auspiciada por el Gobierno nacional producto de la caída de los contagios y, sobre todo, los avances en la campaña de vacunación anti Covid, la agenda de campaña del oficialismo bonaerense pasará ahora por la reactivación económica.
A partir del clima de pospandemia, el gobernador Axel Kicillof se trazó como objetivo acelerar la recuperación económica y darle un fuerte impulso a la obra pública en la Provincia como prioridad de gestión en los dos años que quedan de su mandato.
Pero, más allá de la agenda cotidiana, Kicillof volverá a involucrarse también en la actividad de campaña con perfil más proselitista de cara a las elecciones legislativas del 14 de noviembre, ante la imperiosa necesidad que tiene el oficialismo de revertir el resultado electoral o, al menos, acortar diferencias con Juntos, la alianza opositora que se impuso en las primarias de septiembre último.
El esquema será prácticamente el mismo: el gobernador combinará actos de gestión con política seccional, tal como le reclamaron los intendentes tras el cachetazo electoral que sufrió el peronismo unido en las PASO. Es decir, salir a peinar el territorio con el objetivo de recolectar votos que le permitan aumentar la cantidad de legisladores oficialistas en el Senado bonaerense, donde puede estar en juego la gobernabilidad futura.
Claramente, la foto electoral de las PASO mostró que el malhumor social pateó el tablero gubernamental en la Nación y en la Provincia, abriendo una crisis que sigue en curso. Por ahora, son días de reuniones y ajustes previos al lanzamiento de la nueva campaña, de cara a las elecciones generales de noviembre, tanto en el campamento del oficialismo como de la oposición.
En el espacio del Frente de Todos parece que llegó la hora de la acción, en la búsqueda de una levantada épica que le permita dar vuelta el resultado de septiembre.
La llegada de Martín Insaurralde al frente de la jefatura de Gabinete de ministros aporta una suerte de “doble comando” dentro de la Gobernación. El lomense comenzó la gestión teniendo en claro que la dirección política deberá ser diferente. Ya se reunió con todos los intendentes bonaerenses, y dejó en claro que va a ser un ministro de teléfono abierto.
Este cambio de estrategia quizá también esté orientado a la relación de fuerzas que hoy existen en la Legislatura. Hasta ahora, y con la mitad de su mandato consumido, Kicillof tuvo, pese a estar en minoría, una actitud intransigente con la oposición, negándose a discutir, entre otras cuestiones, los cargos que le corresponden a Juntos en los organismos de control de la Provincia.
Por eso ahora la meta de Kicillof tiene un objetivo concreto: mejorar en las secciones que eligen senadores, claves para romper la minoría que Todos tiene en el Senado. Es obvio, para cualquier gobernante resulta una incomodidad encarar el final de su mandato con minoría parlamentaria.
Insaurralde, que ya tiene la relación establecida con Juntos a través del mandamás de la Cámara de Diputados, Federico Otermín, se muestra como un funcionario mucho más permeable a la negociación. El lomense sabe que la elección legislativa viene difícil, y que lo más probable sea que se repita el panorama, lo que obligará a la gestión del Gobernador a terminar su mandato en minoría. Y lo más cercano que se viene es la discusión legislativa por el Presupuesto anual, las sillas libres en el directorio del Banco Provincia, y tres vacantes en la Suprema Corte, entre otras urgencias.
Resulta que con los fallecimientos de los ministros Héctor Negri y Eduardo De Lázzari, más la renuncia de Eduardo Pettigiani, el máximo tribunal de Justicia se mantiene con un quórum mínimo y requiere que cada uno de los fallos salga por consenso total. Pero la cobertura de vacantes en la Corte no aparece todavía en la agenda gubernamental. Es que, los reemplazos deben salir con acuerdo del Senado bonaerense.
Al margen de ese dato, las tres patas de la coalición gobernante en la Provincia, La Cámpora, el PJ territorial y el Frente Renovador, comenzaron a limar asperezas porque la campaña se viene encima, y sobre todo, mirando los dos años que quedan para llegar a 2023 con chances de repetir.
Los que siguen decididamente ganadores son no pocos referentes del macrismo, del radicalismo y el gran aparato en las redes sociales. El esquema opositor va creando un clima político en el que “ya ganaron” las elecciones del mes que viene y sus candidatos se prueban los trajes que van a estrenar cuando asuman, intentando blindar los recintos de sesiones de la Legislatura en diciembre y, que esa foto política, pueda ser utilizada como trampolín para 2023.
Desde Juntos saben que la diferencia que sacaron en las PASO es considerable, pero no quieren dormirse. La premisa fundamental del espacio es clara: la unidad. Por eso rápidamente se sacaron la foto familiar Diego Santilli y Facundo Manes. A partir de esa imagen, y del armado de la mesa nacional y bonaerense, el espacio retomó la dinámica de campaña. En general, tendrá una serie de actividades en conjunto entre Santilli y Manes, y dos agendas paralelas, entre el exvicejefe de Larreta y el neurocientífico radical.
La dirección de la campaña será reforzar la propuesta hacia los sectores que los acompañaron en septiembre, hablando del “futuro” y “respeto a las instituciones”, y tratar de llegar a otros que no acompañaron al FdT pero que tampoco lo hicieron por Juntos, apelando al voto útil. El foco estará puesto en las principales ciudades del interior, donde Manes tendrá mayor protagonismo, y en el Conurbano, principal territorio de influencia del aparato del PRO.
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