Top Five: las más increíbles trasformaciones del cine
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“Esta historia la escribí pensando en Joseph, quien además de ser mi actor favorito, es un gran amigo con quien me gusta trabajar; es uno de los pocos que no se repite y se transforma completamente cada vez que actúa”. Quien dijo eso es Rian Johnson, director y guionista de Looper, asesinos del futuro (a estrenarse el 4 de octubre) y se refiere, claro, a Joseph Gordon-Levitt, co-protagonista de la película. Pero el compromiso de un actor con su personaje (en este caso, el trabajo gestual es lo que más se destaca) es una cualidad que siempre estuvo presente en el cine, más allá de que las intenciones hayan variado (últimamente la transformación se convirtió en búsqueda de un garantizado Oscar). A continuación, cinco exponentes de interpretaciones que retorcieron los límites de la maleabilidad:
Si hay un especialista en subir y bajar de peso según su agenda lo determine, ése es Christian Bale. El primer caso lo encontramos en El maquinista, película para la que bajó 28 kilos (durante el proceso de filmación, el peso de Bale era de apenas 55 kilos), con una dieta que, según el actor, solo incluía atún y manzana (creer o reventar). Una vez concluido el rodaje, Bale debió subir nuevamente de peso para ponerse en la piel de Bruce Wayne/Batman en el inicio de la saga de Christopher Nolan. Sin embargo, el desafío se le volvió a presentar cuando David O. Russell lo convocó para interpretar a Dicky Eklund en El ganador, film para el cual también tuvo que bajar unos cuantos kilos. Su esfuerzo valió la pena: el merecido Oscar al mejor actor de reparto. ¿Qué vino después? Sí, adivinaron: el cierre de Batman. «Él tenía hambre y estaba agotado, pero sabía que no había otra manera de entender al personaje que involucrándose de ese modo», declaró el director de El maquinista, Brad Anderson, definiendo así el nivel de compromiso de Bale con cada nuevo trabajo.
Otro ejemplo de cómo ir hasta el fondo con una caracterización te puede consagrar. Charlize Theron obtuvo el Oscar por su interpretación de la asesina serial Aileen Wournos en la película/extraña historia de amor Monster, de Patty Jenkins. Sin embargo, más allá de subir de peso o de recibir bastante ayuda del equipo de maquillaje, Theron (como Bale) utilizó esos recursos a su favor para transmitir el tormento interno de su personaje con otras herramientas. En definitiva, lo que hizo trascender la actuación de Charlize fue su capacidad para adaptarse a los manierismos de Wournos, ya sea su forma de caminar como (y por sobre todas las cosas) esa mirada que encerraba tanto bronca como sufrimiento. La actriz aludió a esa entrega emocional declarando que necesitaba frecuentemente estar un tiempo sola entre toma y toma, aunque sea para hacer zapping y no sentirse sobrepasada por todo lo que le exigía el personaje, al que supo dotar, contra todos los pronósticos, de una conmovedora humanidad. Como ejemplo, les dejo esta escena:
El realizador Robert Zemeckis tuvo que esperar a Tom Hanks, pero valió la pena. El proceso de filmación de Náufrago llevó dos años justamente porque el actor debió bajar el peso (22 kilos, para ser exactos) que había subido para rodar la primera parte de la película, en la que su personaje (Chuck Noland) mostraba algunos kilos de más. En la segunda parte, post-accidente aéreo del film, a Hanks se lo veía delgado y con barba, intentando mostrar los pormenores de la supervivencia de Chuck en esa isla desierta. Adaptarse a los cambios no es algo nuevo para el actor de Forrest Gump. En 1993 también perdió peso para su papel consagratorio en Filadelfia que (como en los casos anteriores) fue premiado con la estatuilla dorada. De todos modos, Hanks recordó a su personaje en Náufrago desde otro punto de vista: «El hecho de transmitir la soledad, el aislamiento, fue más difícil que los cambios físicos. Yo no soy una persona que esté en silencio por mucho tiempo, así que eso fue lo más complejo de todo», declaró el actor.
Además de Charlize Theron, otro ejemplo clásico a la hora de hablar de transformaciones femeninas, es el de Renee Zellweger en El diario de Bridget Jones (acento británico incluido). Pero mejor optemos por Mara. ¿Quién hubiera pensado que Erica Albright de Red Socia podía llegar a convertirse en Lisbeth Salander en La chica del dragón tatuado? Nuevamente bajo el mando del director David Fincher(quien, hay que decirlo, le confió gran parte de la responsabilidad para que su película funcione), la actriz se llevó por delante un personaje que estaba en el inconsciente colectivo de muchos (y con el antecedente de la interpretación de Noomi Rapace), luciendo esos tatuajes, esos piercings y ese corte de pelo con una sola (pero poderosa) herramienta: la actitud. Creo que no hay manera de terminar de ver la película y no quedarse pensando en ella y ese cambio rotundo de la ferocidad inicial a la vulnerabilidad final.
El ejemplo clásico, suerte de rol fundacional si de transformaciones físicas se trata. De Niro, quien se convertiría en un camaleón con el paso de las décadas (y no solo en relación a los cambios corporales sino también a su talento para amoldarse a cuanto género se le cruce), hizo lo necesario para reflejar la modificación en la vida de Jake La Motta luego de haber atravesado su momento de gloria. Para interpretar en la adultez a este personaje en la inolvidable Toro salvaje de Martin Scorsese, De Niro tuvo que aumentar nada menos que 28 kilos, además de cargarse al hombro la tarea de reflejar la vida del boxeador a través del tiempo. Sin embargo, el actor que tiene el récord en aumentar de peso para un papel es Vincent D’Onofrio quien, bajo el mando de Stanley Kubrick, subió 35 kilos para el film bélico Nacido para matar.
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