Paul Raci, el actor veterano de guerra que recibió una nominación al Oscar a los 73 años: “Todo esto es un milagro”
cine
Cuando era chico, Paul Raci iba constantemente al cine con sus padres, Laurel y Mitchell. Su experiencia, sin embargo, no era similar a la de cualquier pequeño de Chicago. Raci se sentaba junto a su madre -quien perdió la audición a los 5 años- y, para que ella pudiera pudiera disfrutar de la película, le hacía de intérprete. Paul actuaba como los personajes de cada uno de los films que compartían juntos y así, inconscientemente, nació su amor por la actuación. “Mi padre, que era sordo de nacimiento, a veces era observado como un ser extraño, raro, y mi función era la de acompañarlo, como hacía con mi mamá, y establecer una conexión entre el mundo de las personas oyentes y el mundo de las personas sordas”, le cuenta Raci a LA NACION, en una entrevista vía Zoom.
El actor de 73 años fue nominado al Oscar este año por su trabajo en El sonido del metal, la ópera prima de Darius Marder en la que un baterista, Ruben (interpretado por Riz Ahmed) pierde la audición y se suma a una comunidad de personas sordas que, como él, también batallan contra las adicciones. Allí conoce a Joe (Raci), suerte de líder del lugar, cuya serenidad y templanza ayudan a ese hombre a no perder la cordura ante el súbito cambio que sufrió su vida. “Riz me rompió el corazón con esta película, pero porque trabajó desde un lugar de naturalidad que es lo que define al film de Darius, hay honestidad allí”, expresa Raci, quien consiguió el papel más importante de su carrera luego de décadas de lucha y de participaciones televisivas en series como Baskets y Parks & Recreation. “No es una industria fácil, yo he visto a muchos colegas talentosos a quienes nunca les llega ese papel definitorio, por lo que me siento muy afortunado”, añade, con una tranquilidad equiparable a la de Joe. En definitiva, hay mucho de Joe en Paul (y viceversa).
Médico de la Armada de los Estados Unidos, veterano de la Guerra de Vietnam, músico, frontman de la banda tributo a Black Sabbath, Hands of Doom ASL ROCK (que interpreta sus canciones usando lengua de señas), Raci vivió muchas vidas en una y acaba de empezar otra. “El sonido del metal es un milagro, todo lo que ocasionó, ahora me llegaron otros proyectos… creo que cuando uno trabaja desde un lugar real, se nota”, le manifiesta el actor a LA NACION usando lengua de señas -algo que tiene incorporado desde pequeño-, mientras sonríe cuando recuerda cómo fue estar en esa noche de los Oscar tan atípica. “No podía creer que grandes estrellas supieran quién era”, dice.
-¿Qué sentiste cuando leíste el guion de Darius y Abraham? ¿Fue una experiencia movilizadora?
-Sí, absolutamente. La primera vez que lo leí, recuerdo que cuando llegué a la escena final de la película me emocioné mucho, y empecé a llorar. Pensé mucho en mi papá, quien probablemente se hubiese parado a aplaudir si hubiese visto la película. Él era completamente sordo, y no quería ninguna clase de operación. Recuerdo cuando salió el implante hace años, estábamos viendo la presentación juntos de ese nuevo invento y le pregunté si lo quería. “No, no, no lo quiero”, respondió categórico. Mi madre, en cambio, perdió la audición a los cinco años, así que recordaba escuchar música, estaba interesada pero nunca se hizo la cirugía. Son filosofías diferentes.
-Tu amor por el cine vino de tus padres…
-Cuando era chico, en los años 50, en Chicago, mi madre me llevó a ver una película de Elvis Presley llamada Love Me Tender [dirigida por Robert D. Webb, estrenada en 1956]. Yo tenía ocho años, y cuando estaba ahí me di cuenta que iba a tener que interpretarle a ella todos los personajes, la historia de amor, el western, todo lo que estaba viendo. De regreso a casa advertí que había actuado cada personaje de la película. Y me gustó. Luego fui cantante de una banda de rock, y no pensé más en eso, hasta que años después recordé lo interesante que me parecía actuar, el hecho de convertirme en otra persona. Es un arte. Por eso comencé a estudiar.
-Ahora también seguís con tu banda; ¿siempre el cine y la música se entrelazaron?
-La banda tributo la formé en California cuando volví de Vietnam. Ahí quise hacer música. Pero también quería contar historias, entonces al regresar de la guerra, empecé a incursionar en el mundo del teatro y quedé maravillado. Pensé: “¡Ey, yo puedo hacer eso!” (risas)
-Leí que una profesora de teatro que tuviste te escribió luego de enterarse que fuiste nominado al Oscar, y te dijo que eras una inspiración para tantos actores que la luchan. Es una industria muy compleja…
-Sí, fue una profesora de hace muchos años, ahora se jubiló. Me contó lo emocionada que estaba, porque pensá en la cantidad de actores que la pelean… yo vine a Hollywood hace 34 años, nunca tuve un gran papel, siempre fueron roles muy chiquitos. Hay muchos actores que, si no encuentran la manera de sobrevivir cuando llegan a Hollywood, regresan a sus casas, ya sea en Chicago, Seattle, Ohio, de donde hayan venido. Es muy difícil, por eso me siento muy afortunado de que, después de tantos años, encontré ese papel con el que pude quebrar una barrera y tener cierto reconocimiento y nominaciones. ¡Es un milagro! (risas)
-Es muy poco habitual que el indie rompa esa barrera que vos mencionás y que una película como El sonido del metal llegue al Oscar, y además gane dos premios. ¿Cómo te sentiste cuando te enteraste de tu nominación?
-Fue muy sorprendente, porque la película salió en plena pandemia, y nadie sabe quién soy, entonces me decían que como mi nombre era tan pequeño y yo no era conocido probablemente no me iban a nominar. Lo acepté así, lo entendía. La gente me decía “no queremos que te sientas mal” (risas). A fin de cuentas, era mi primera película en años. Finalmente, no pasó lo que decían. Empecé a ganar premios en otros circuitos, y eso generó que se hable de la posibilidad de que me nominen. ¡Otro milagro!
-¿Cuán surrealista fue estar en los Oscar? No solo en los Oscar sino en el contexto de la pandemia, con una producción tan diferente a otros años…
-Lo sé… bueno, todos teníamos que estar vacunados así que me sentí seguro, todos teníamos que tener puesto el barbijo, así que estaba bien, pero sí, fue surrealista porque, escuchá… estoy sentado en la mesa y Glenn Close se me acerca y me saluda, Joaquin Phoenix me da la mano, Rita Moreno me pregunta cómo estoy. Yo estoy sentado pensando “¿Saben mi nombre?” Otro milagro, fue una locura, pero muy emocionante. Todos fueron muy amables, no podía creer que estaba ahí, mi esposa y yo teníamos enormes sonrisas en nuestros rostros.
-No es fácil ser nominado, no solo por no ser una figura tan ‘conocida’, sino también por la clase de actuación que brindás vos, que brinda Riz, interpretaciones más naturales que no suelen ser reconocidas porque en su detrimento se nominan…
-¡Se nominan porquerías a veces! (risas) Las típicas cosas de Hollywood, sí. Agradezco lo que decís porque yo actúo desde hace mucho tiempo y trabajé en el teatro en gran medida, un escenario muy íntimo, muy tranquilo, pequeño, donde hacés un trabajo más realista. Por eso agradezco haber tenido la posibilidad de trasladar esa dinámica al mundo del cine, de un modo crudo y realista con alguien como Riz Ahmed, quien es un actor increíble.
-Hay una escena en la que tu personaje y el de Riz se despiden, ¿cómo fue el proceso de ensayo para ese momento tan especial de la película?
-Todos hablan de esa escena, es “la escena”, sí. Como la película tenía un bajo presupuesto, cada secuencia la filmábamos no más de tres veces. Eso era todo. Así que no hubo mucho ensayo previo, como actor tenías que estar preparado. Además, Darius filmó la película en orden cronológico, es un film que se rodó en secuencia, así que podías sentir cómo todo iba evolucionando sobre la marcha. Eso fue una genialidad de Darius, muy inteligente.
-E inusual…
-Sí, lo sé, después me enteré que no pasa con frecuencia. La primera secuencia que filmé con Riz, cuando conozco a Ruben, simplemente llegué al lugar y una hora más tarde, ya estábamos dentro de la escena. Nos conocimos en la vida real y como personajes en ese instante. Y en cuanto a la escena en la que nos decimos adiós, también fue como personas y como personajes. Fue hermoso. Muchas emociones. Conexión real. Nada de bullshit. Riz Ahmed me rompió el corazón con esta película. Darius además es un director brillante, lleno de amor, muy amable. Si tenés un buen líder, ya está.
-Es interesante que la película aborde un mundo muy específico como el de las comunidades para personas sordas con adicciones. ¿Pudiste aportar ideas teniendo en cuenta tu historia familiar?
-Darius siempre estuvo muy abierto a los aportes, y me decía: “No soy Shakespeare, así que si querés cambiar algo, avisame”. A veces improvisábamos y eso terminaba quedando en las escenas. Pude aportar ideas sí, porque me preguntaba sobre mi vida, sobre mis padres. La gente sorda que vio la película me manifestó que le parecía maravilloso que se pusiera el foco en esas comunidades porque era una manera de mostrarle al mundo que ellos tienen los mismos problemas que todos, sufren adicciones, hay personas buenas, personas malas, personas débiles, fuertes, todo, la única diferencia es que no pueden oír. Se sintió real.
-Como dice tu personaje: “no hay que solucionar lo que está en tu oído sino en tu cabeza”. ¿Cómo pensás que ayuda esta película a acercar dos mundos, como vos mencionás?
-Sí, está el mundo de quienes escuchan y de quienes no, como muestra el film. Cuando era chico, mi papá un día tuvo que ir a pagar el alquiler, y yo tenía que hacer de intérprete y negociar con el dueño. Yo mediaba entre un mundo y el otro. Conocí mucha gente que se comportaba como si mis padres los asustaran, porque movían las manos, hacían sonidos extraños, y eso los hacía sentir intimidados. La gente se asusta de lo que no conoce. Pero la gente no tiene por qué temer a la gente sorda, no son diferentes a nosotros, tienen los mismos sentimientos, quieren enamorarse, quieren tener una familia, quieren cosas que la gente con audición también. No hay que hacerlos a un lado como si no importaran. Importan mucho. Quieren comunicarse con otras personas.
Con El sonido del metal se abre una puerta, hay que aprovechar este momento. Hay muchos actores sordos que son brillantes, así que podés darles una oportunidad, mostrarlos, no tiene sentido que no estén en pantalla.
-¿Qué se viene de aquí en más en tu carrera y cuánto podés decir?
-No puedo decir mucho, pero me llegaron cinco guiones que estoy leyendo, voy a filmar otra película, no puedo contar demasiado pero va a estar muy buena. Van a seguir viéndome.
-Así que imagino que estás feliz.
-Ah, sí, muy feliz.
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