La Nación Economía: Los pobres marginados de las zonas rurales de perú encuentran una voz antes de las elecciones

Los pobres marginados de las zonas rurales de perú encuentran una voz antes de las elecciones

agencias

Por Marcelo Rochabrun

PUÑA, Perú, 5 jun (Reuters) – Luceli Banda Medina, de 21
años, la primera mujer de su familia en saber leer y escribir,
dejó Puña, su pobre y aislada aldea en la sierra norte de Perú,
para estudiar enfermería en la ciudad de Chiclayo. Pero ya en la
urbe, se preguntaba cómo habría sido su vida de haber nacido en
una ciudad.

«Decía ¿por qué el del campo no tiene las condiciones para
que puedan estudiar como en las ciudades, que prácticamente lo
tienen todo?», dijo a Reuters Banda Medina en su casa de adobe
en Puña.

Tres generaciones de la familia Medina -hija, madre y
abuelo- conviven en la casa sin agua corriente, cañerías ni un
piso firme.

Segundo Medina, el integrante de más edad de la familia, ha
sido un agricultor de subsistencia toda su vida y lleva un
sombrero «chotano» de ala ancha, al igual que el candidato
presidencial socialista Pedro Castillo, también nacido en la
zona.

Fuera de la casa de ladrillos amarillos cuelga una pancarta
de Castillo, que dio clases en la escuela primaria cercana y
enseñó a leer a Banda Medina. Su abrupto e inesperado ascenso ha
sido impulsado por los votantes pobres y rurales, enfadados por
haber sido dejados de lado durante décadas por los gobernantes.

Castillo aparece muy cerca de la candidata conservadora
Keiko Fujimori para la segunda vuelta electoral del domingo.

Gane o pierda, Castillo ha galvanizado el voto rural como
nunca antes en una nación que ha sido sacudida por escándalos
políticos y tuvo cinco presidentes en los últimos cinco años.

Fujimori ha prometido varias medidas para hacer frente a los
problemas de la pobreza, como distribuir algunos beneficios de
la minería directamente a las comunidades locales y ofrecer
pagos a las familias que han perdido miembros a causa del
COVID-19.

La pandemia de coronavirus, que ha dejado a Perú con el
mayor número de muertes per cápita del mundo, obligó a Banda
Medina a trasladarse el año pasado a Puña, donde ahora tiene
dificultades para seguir sus clases debido a un servicio de
Internet irregular.

Los votantes de las zonas rurales han acudido en masa a
apoyar el eslogan de Castillo de «No más pobres en un país
rico», mientras que Fujimori ha conseguido apoyo en las grandes
ciudades con la promesa de mantener la estabilidad y
arremetiendo contra su rival por alimentar la «lucha de clases».

La carrera electoral está demasiado reñida, pero la fracura
social es claras. En el área metropolitana de Lima, Fujimori
tiene casi el doble de apoyo que Castillo. En las zonas rurales
de Perú ocurre casi exactamente lo contrario, según un sondeo
del IEP.

En la pequeña élite capitalina, tres cuartos de los votantes
apoyan a Fujimori, según una encuesta de Ipsos, por el miedo al
plan de Castillo de redistribuir las riquezas mineras y
reescribir la Constitución.

Pueblos vacíos

El apoyo a Castillo se debe a la sensación de que no hay
futuro en los pueblos rurales olvidados de Perú, como Puña, ya
que los jóvenes se van en masa a estudiar a los centros urbanos.

«Puña se queda vacío, se queda solo con las personas
mayores», afirmó María Dorlisa Medina, madre de Banda, que es
analfabeta y trabaja todas las mañanas produciendo queso que
puede vender por unos 70 soles (unos 18 dólares) a la semana.

Perú es un país muy centralizado, en el que las
oportunidades económicas y la movilidad social se dirigen
principalmente a los residentes de sus ciudades más grandes,
incluso en regiones como Cajamarca, donde se encuentra Puña, que
tienen una importante riqueza mineral.

Desde 1913, la participación de Cajamarca en la economía
peruana se ha reducido a la mitad, mientras que la de Lima se ha
triplicado hasta superar el 65% del PIB del país, según datos
recopilados por Bruno Seminario, un destacado historiador
fallecido el mes pasado.

Esa división se refleja en las encuestas. En algunas,
Castillo gana en todas las regiones del país excepto en la
región de Lima, que concentra un tercio de la población peruana.

«Castillo carga consigo toda esa la desigualdad social, la
frustración de nuestros pueblos», dijo Álvaro Gálvez, de 33
años, un historiador de Tacabamba, cerca de Puña. «Las élites
nos dicen que somos libres, pero no tenemos libertad económica,
y estamos obligados a migrar para conseguir oportunidades
profesionales».

Sin escape

Hasta el 70% de los habitantes de Puña vive en la pobreza,
con menos de 100 dólares de ingresos mensuales por hogar, una
tasa mucho más alta que en todo Perú, según las estimaciones del
gobierno.

El pueblo está ubicado en las laderas de una colina a seis
horas en auto de la gran ciudad más cercana, Cajamarca. La mitad
del trayecto se realiza por estrechos caminos de tierra que
bordean llamativos pero mortales acantilados. No tiene una plaza
principal, sino un conjunto de casas de adobe dispersas.

Aunque Perú ha sido aclamado como un modelo de éxito por
haber reducido los índices de pobreza de alrededor del 50% en la
década de 1990 al 20% antes de la pandemia, esos avances han
sido desiguales, alimentando el descontento. Con la pandemia, la
pobreza ha repuntado hasta un 30%.

El año pasado, el 26% de la población urbana de Perú era
pobre, pero esa cifra ascendía al 46% en las comunidades
rurales, según informó en mayo el INEI, la oficina de
estadísticas del gobierno.

«La reducción de la pobreza ha sido formidable, pero lo que
ocurre es que las familias podían salir de la pobreza pero se
mantenían en un estado de vulnerabilidad», dijo Oswaldo Molina,
director ejecutivo de la Red de Estudios para el Desarrollo.

En Puña, los residentes dicen que nunca han sentido las
mejoras en la calidad de vida que sugieren las estadísticas.

«Hemos sido personas analfabetas pero siempre pobres», dijo
Medina.

«Le digo que yo hasta renegada porque yo no podía firmar»,
añadió sobre su imposibilidad de leer y escribir. Se matriculó
en una escuela de alfabetización después de que naciera su
primer hijo, pero lo único que aprendió fue a escribir su nombre
y a recordar el número de su documento de identidad.

Castillo también nació en la pobreza y aún mantiene su casa
en Chugur, un pueblo igualmente empobrecido a unos 20 minutos de
Puña, una identidad que resuena en muchos peruanos que viven en
medio de privaciones.

Ha prometido ayudar a nivelar las desigualdades, aunque los
críticos dicen que aún no tiene un plan claro de cómo hacerlo y
que puede hacer más daño que bien.

(Reporte de Marcelo Rochabrun in Punña, reporte adicional de
Herbert Villarraga y Reuters TV en Lima; Editado en español por
Javier Leira)

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