La última boda de Raffaella Carrà
la nacion revista
Si en algún futuro lejano seres de otra galaxia estudiaran las costumbres de nuestra especie hacia fines del siglo XX y comienzos del XXI, sería difícil explicarles por qué al final de los casamientos la gente se prendía fuego con el carnaval carioca y las canciones de Raffaella Carrà. Quizá les costaría entender cómo es que Fiesta y 0303456 se bailaron sin pausa durante casi medio siglo (y contando). De hecho, si no fuera por el Covid-19, este fin de semana mismo habría cientos de tipos con la corbata de vincha cantando fiesta que fantástica esta fiesta en distintos puntos de, al menos, esta ciudad. Tal vez ese sea el espíritu que intenta capturar Explota explota, la comedia musical –estrenada en pantalla grande en el país y también en HBO Max–, basada en los hits de la gran diva italiana, que murió el 5 de julio pasado.
¿Cómo hace una canción (o varias) para perdurar en un mismo nirvana de alegría y frenesí durante tanto tiempo? En una entrevista con LA NACION revista, el director del film, el uruguayo Nacho Álvarez, aporta su mirada sobre el tema y cuenta cómo nació su fanatismo por Raffaella y cómo fue adaptar su música a una historia que transcurre en la década del 70, en el último tirón de la dictadura franquista en España.
Raffaella Carrà, la diva que solo se enamoró dos veces
Lo primero, su historia con Rafaella Carrá
Invierno de 2013. Es un domingo lluvioso en Montevideo y la feria Tristán Narvaja está más deprimente que nunca. En uno de los puestos se venden vinilos y hay uno que asoma entre el polvo de los demás, como si tuviera luz propia. Es el disco de la película Bárbara, el musical que Raffaella filmó en la Argentina, con Jorge Martínez y dirección de Gino Landi. Ignacio toma el vinilo en sus manos, siente su peso y decide que Raffaella será la banda de sonido posible de sus momentos felices.
¿Por qué justo el de Raffaella?
La verdad que no sé. Todavía me pregunto por qué lo quise tener. Me había ido de la casa de mis viejos a los 24 años y solo tengo el recuerdo de haberla visto en la tele cuando era chico. Empecé a pasar sus discos con amigos, con mis sobrinos, porque Raffaella es una especie de Xuxa para los chicos.
Álvarez la vio por primera vez de lejos en 2017, año en que se radicó en Madrid para encaminar allí su carreta de cineasta (en Uruguay se dedicaba a la publicidad y la moda). Fue en un festival en el que Raffaella tenía que hacer una presentación fugaz. “Le pusieron un poco de Hay que venir al sur y le insistieron para que cantara el tema entero, pero ella apenas tarareó un poquito, saludó y dejó el escenario. Sabía muy bien lo que quería y a qué prestarse”, recuerda.
Recién en 2019 la conoció en persona, con el proyecto de Explota explota bajo el brazo. “En ese primer encuentro ella llegó tarde, como toda diva, y nos dio la mano, muy seria – cuenta–. Al final estuvimos como dos horas juntos y nos quedamos a almorzar; nos contó que, cuando filmó Bárbara en Buenos Aires, tenía una pesadilla recurrente: soñaba que sus fanáticos argentinos le tiraban una botella de Coca Cola en la cabeza”, dice. Quince años antes ella había aparecido en el film El Expreso de Von Ryan, con Frank Sinatra, pero hasta ahí llegó su amor por Hollywood. Años más tarde, confesó: “Ni bebo ni me drogo, por eso Hollywood no es para mí”. También contó que rechazó los intentos de Sinatra por seducirla, porque era amable con ella “pero trataba mal a los demás”.
Explota Explota, un musical colorido que le rinde homenaje a Raffaela Carrá
La ópera prima de Álvarez tiene como pareja protagónica a la actriz hispano-sueca Ingrid García-Jonsson y al galán Fernando Guallar, con la premiada Verónica Echegui en el rol de “la amiga pesada”. Cuenta la historia de María, que en la primera escena escapa de su propio casamiento en Roma y vuela a Madrid. Allí descubre que su destino es bailar y logra que la acepten como bailarina en el programa de tevé Las Noches de Rosa.
Los siguientes encuentros del director con Raffaella fueron dos: cuando hicieron el cameo en Roma (aparece saludando unos segundos, al final de la película) y cuando ella fue a visitar a los actores al set de filmación para “tirarles todo el amor necesario”. “Ponía distancia, pero era cariñosa. A Ingrid le dijo que bailaba muy bien; a Fernando, que con razón María se enamora de vos; y a Luca, que hace 40 años que te vengo buscando (alude a la canción Luca, que cuenta la historia de un pretendiente que la deja por un muchacho). Álvarez se acuerda muy bien de una frase de Raffaella, diciéndole que María, la protagonista, “tenía que ser segura, pero no perder la humildad”. “Hablaba de ella misma”, entiende ahora el director.
¿Por qué será que para muchos la música de Raffaella es demasiado kitsch para tomársela en serio y solo llega a ser la banda de sonido de los últimos entonados de la fiesta?
Ni ella se tomaba muy en serio. Era todo un juego. Me contó que se consideraba bailarina antes que cantante, que pedía un cable largo de micrófono porque quería “bailar como una loca”. La gente nunca la respetó como música, porque los discos de ella eran para la fiesta. Todos en Italia preguntaban por qué ningún director italiano hizo la película de Raffaella. Y leí que alguien respondió: ¿Será que nuestros directores están tan tristes que nunca se fijaron en ella?
Vendría a ser un ícono universal del disfrute…
Raffaella no se permitió pasarla mal en la vida. Y eso se ve reflejado en sus canciones. De hecho sus coreos no son megaperfectas; son para divertirse. Cuando estuve con ella en Roma charlando sobre la película le conté que, viendo su programa Pronto Raffaella, me había llamado la atención un capítulo en el que improvisaban un baile. Y ahí Sergio Japino (exmarido y uno de sus grandes amores), que la acompañaba a todos lados, me respondió que “eran coreografías polaroid”, que las inventaban en el momento.
Una bailarina y un censor
Son tiempos de franquismo en España y un malvado censor mide con regla el largo de las polleras y tapa los escotes con flores gigantes. Con tanta mala suerte que María se enamora del hijo del censor. En el medio, mucho baile, mucho canto y un final a toda orquesta con buenos, malos, enamorados y despechados en la misma coreo.
El asunto en cuestión puede parecer un poco naíf, pero los musicales también tienen sus criterios de verosimilitud y casi todo está muy bien calculado, aunque los escépticos del género crean que es sólo gente haciendo playback y piruetas sobre fondos de cartón. El mandato número uno del musical es claro y el director de Explota explota lo repite como un mantra: “Si una emoción es muy fuerte, no se dice: se canta. Si estás tan enamorado que no podés decirlo: se canta. Y se baila”.
¿Cuáles serían los otros mandamientos de un musical, en este caso el de Raffaella?
Hay distintos recursos implícitos del género, pero algunos están muy bien definidos. Por ejemplo, en el primer tema del musical el héroe tiene que cantar lo que desea, su misión. María, la protagonista, canta: “Bailarás todo el tiempo del mundo, bailarás hasta no poder más. Pero tú baila, dale que dale. Nadie ha muerto jamás por bailar” (del tema “Adiós amigo”). Después, en la última canción de la película (“Fiesta”), se resume todo lo que pasó en la historia. Pero la regla máxima es que los números musicales siempre tienen que llevar la historia hacia adelante.
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Una de las vetas más interesantes de Explota explota es que aborda, en modo humorístico, la censura en la televisión española durante la década del 70. Álvarez se deslumbró por este aspecto luego de toparse con la canción “Dame la libertad”, en la que Raffaella canta la frase: “Cada carta que recibes la censuras”. Lo cierto es que la diva fue censurada en Italia cuando, bailando la canción “Tuca Tuca”, fue la primera mujer que mostró el ombligo en la televisión de ese país. Esa noche del 13 de noviembre de 1971, en el programa de tevé Canzonissima, también “se toqueteó” con un bailarín en cámara. El Vaticano y varios medios de comunicación se ensañaron con ella e hicieron todo para prohibirla.
En el proceso de investigación de la película, el director encontró además una tesis en la que se mencionaba al censor oficial de la Televisión Española (TVE), un tal Francisco Ortiz Muñoz, quien inspiró al personaje de Celedonio. Este hombre hacía cumplir reglas insólitas, como establecer la distancia reglamentaria entre el final de la pollera y el comienzo de la rodilla (ocho centímetros) o poner flores enormes para tapar los escotes. Y, por supuesto, ¿la ley primera?: “Prohibido los bailes en los que no se despegan los pies del suelo, porque de esa manera se pierde la cualidad gimnástica para ganar la erótica”.
En cierto modo la figura del censor fue uno de los disparadores de esta historia que decidiste contar.
La idea del censor nos permitió jugar con muchas cosas. Nunca pude encontrar una copia de ese manual de reglas escritas, pero supongo que tendría algo del Código Hays de Hollywood, aquel que prohibía mostrar inodoros en cámara (Alfred Hitchcock destruyó la norma al filmar un inodoro en primer plano y además tirar la cadena, en Psicosis). La verdad es que cuando googleé sobre la censura en España y me saltó esa tesis con referencias a Francisco Ortiz Muñoz, me dije de inmediato: “Acá hay una película que nadie hizo”.
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