La Protegida. Un almacén para viajar en el tiempo en Navarro
revista lugares
Hace quince años, Raúl Lambert encontró el lugar ideal para montar la colección de objetos, documentos y misceláneas que viene juntando desde hace más de medio siglo: el antiguo almacén de ramos generales que perteneció al sirio libanés Emilio Mustafá. Un establecimiento que, como tantos del rubro, debió cerrar sus puertas en los 70. “La inflación mató a los gallegos y a los turcos, que aceptaban pagos semestrales e incluso anuales y, en vez de actualizar los precios, cumplían a rajatabla la palabra empeñada”, rememora.
“La Protegida es una manera de tener siempre presentes a los vecinos, los que ponían el hombro”. Lambert empezó a coleccionar en la adolescencia, cuando su abuela le regaló las cartas que habían intercambiado sus padres durante el noviazgo. Ese manojo de sobres atados con cintas desató la pasión por “atesorar testimonios en forma de objetos e imágenes”.
Las paredes de su pequeño museo evocan personajes e hitos de la historia. Allí están los dos hombres que literalmente marcaron a fuego a Navarro: el controvertido Juan Moreira (hay fotos de su mujer Andrea Santillán, madre de su único hijo, Valerio; de la pulpería Crovetto, donde mató por primera vez, y hasta del mismísimo gaucho, la única que se le atribuye) y el coronel Manuel Dorrego (la fotocopia de su certificado de defunción comparte espacio con testimonios de su fusilamiento en El Talar por orden de Juan Lavalle, apodado “la espada sin cabeza”). También se exhiben imágenes de diligencias y chatas (entre otras la icónica Luz del Desierto, tirada por once percherones, que prestó servicio hasta 1965) y de los numerosos almacenes de ramos generales que abastecían al pueblo.
En La Protegida –que debe su nombre a la empresa de diligencias que unía Navarro con Buenos Aires en el siglo XIX– los objetos de todo tamaño y porte invaden alegremente hasta el último rincón… e incluso cuelgan del techo, como los tres “sulkitos” y la bicicleta holandesa de Carmen Tejerina, maestra de segundo grado de Lambert, que le fue obsequiada por la hija de la docente: Carmencita… su compañera de banco.
Las vitrinas y las estanterías, que “contienen todo lo que podría ofrecer un almacén de ramos generales y algo menos”, exponen sus tesoros tal como llegan a la colección, sin restaurar, con las huellas del tiempo y del polvo. Hojitas de afeitar ensobradas, cajas de cerillas Ranchera, carameleras, sifones de vidrio y metal, las “monedas del patrón” utilizadas para pagar a los peones en las estancias, mapas ruteros, almanaques. Llaman la atención las copas robadoras (su base de vidrio grueso engaña la vista y por eso eran grandes aliadas del pulpero a la hora de timar parroquianos) y el portachasqui de chapón donde se transportaban los papeles importantes en el siglo XIX, una auténtica rareza.
Los clientes pueden tomar una grapa acodados en el estaño junto a la reja original de la pulpería del Cuartel Octavo de Navarro o disfrutar una suculenta carbonada regada con vino tinto en alguna de las mesas del salón. Si eligen acomodarse en el patio, donde jamás faltan las guitarreadas, podrán apreciar chapas publicitarias, carteles de calles que ya no existen y patentes de carruajes, carros, sulkys, charrets, jardineras y hasta bicicletas. Una colección indisciplinada, al decir de Lambert, que es vivo reflejo de la historia y las costumbres de Navarro, pueblo que nació en 1767 con el primer fortín.
Bulevar 19, esquina 30. T: 02324 15 580-678. Viernes a la noche, sábados y domingos mediodía y noche + feriados.
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