Inversión: consecuencia de un frío cálculo y causa de una mejor calidad de vida
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1. El problema
El principal problema que la Argentina trata sin éxito de resolver desde hace décadas es la pobreza. Pobreza creciente, tan alta (42% según última medición del Indec) que la discusión acerca de si es un punto más o dos menos pasa a segundo plano.
En los últimos años gobiernos de distintas orientaciones políticas han aplicado compresas de agua fría, a través de crecientes transferencias, planes sociales y subsidios. La expectativa de que esto fuera eficaz para reducir los niveles de pobreza no se cumplió. Muy por el contrario, la pobreza (siempre según Indec, para seguir con datos oficiales) pasó de 9,9% en 2010 a 42% en 2020.
La pobreza subió más de seis puntos en un año y cerró en 42% en 2020
La economía es una ciencia social, pero es una ciencia. Así como está probado que el Covid es más agresivo en pacientes con enfermedades prevalentes como la diabetes, también está probado que la pobreza crece cuando caen los niveles de empleo, y que los niveles de empleo caen cuando cae la inversión. Puesto de otro modo, la mejor receta para reducir la pobreza es que aumenten los niveles de empleo y para ello es imprescindible que aumenten los niveles de inversión.
Y la inversión, como veremos un poco más en detalle, es una decisión humana, que requiere varias certezas, la aceptación de algunos riesgos y una dosis importante de optimismo. Así como una persona racional prefiere no construir una casa al lado de un volcán activo, la gente prefiere invertir en lugares con buenos climas de negocios y donde las cosas normalmente funcionan bien. En un lenguaje sintético, la gente prefiere países y enclaves competitivos para arriesgar su dinero.
Es cierto que la fórmula para ser un país desarrollado (entendiendo por esto que ofrezca buena salud, educación, justicia, seguridad a la mayor parte de su población) contiene muchas variables. Pero lo que es seguro es la necesidad de crecimiento económico. Y para ello la inversión es imprescindible.
“Cuando no se crea riqueza, lo único que se puede distribuir es miseria”, dijo, apenas asumió en España Felipe González (socialista).
2. ¿Qué es la inversión ?
Se define usualmente “inversión” como el gasto destinado a incrementar o mantener un cierto stock de capital o activo fijo reproducible (maquinarias, herramientas y demás bienes durables utilizados en el proceso productivo). En el concepto de inversión se incluye también la inversión en construcciones y las variaciones, deseadas o no, de inventarios.
Para la economía, la inversión se diferencia de la llamada inversión financiera o de cartera, que comprende las transacciones en títulos de participación de capital y en títulos de deuda.
Puede ser pública o privada, doméstica o extranjera directa, en infraestructura y equipamiento o en investigación y desarrollo. Cada una tiene su dinámica, sus tiempos de respuesta, sus impactos en la velocidad de crecimiento, el balance de pagos y la empleabilidad de recursos humanos.
La inversión responde a factores dados, como la existencia de un determinado recurso natural (por ejemplo litio o petróleo), pero también a políticas e incentivos que mejoren las expectativas que poseen los agentes económicos sobre el futuro. Pero lo que requiere la inversión, por su naturaleza intertemporal, son reglas de juego claras y estables.
Para la mayoría de los países se verifica que la inversión es uno de los componentes más volátiles del PBI, contrayéndose por encima en las recesiones y aumentando por encima de éste en las expansiones. Por eso, las variaciones en la inversión son un buen indicador de las expectativas de los agentes respecto de la evolución de corto y mediano plazo de una economía
3. ¿ Qué hay que calcular ?
El objetivo es conocer si el resultado de la inversión será positivo o negativo. La expectativa de un buen resultado es lo que hace la rueda girar. Se trate de un proyecto de infraestructura a veinte años o de un kiosco de tragos en la playa. Esa rueda que gira crea empleos, y pone en movimiento muchas otros engranajes de diferente tamaño.
Quien analiza una inversión debe recurrir a cálculos, que le permitan estimar si será o no rentable lo que emprende. El primer paso es una proyección de ingresos y gastos futuros. Cuanto más impredecible es el país, las reglas de juego, las leyes, más complicado es este primer paso.
El segundo paso es estimar el costo del capital con el cual se financiará la inversión. El primer problema con el que hay que lidiar es que en la Argentina el capital es escaso. El segundo problema atañe al crédito: el privado compite con un estado voraz que absorbe muchos fondos. La consecuencia es que el costo del financiamiento es muy elevado.
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El tercer paso contrasta los números que surgen de los dos pasos anteriores. Cuanto más elevado sea el costo de capital, menor será el número de proyectos con un flujo de fondos lo suficientemente atractivo para convencer a alguien a emprender.
Cada celda del Excel contiene un número que parte de suponer muchas cosas además de la cantidad de unidades que venderá y su precio. Variables como el tipo de cambio futuro, el costo de la energía, los impuestos nacionales, provinciales y municipales, el precio del combustible, y varios etcéteras forman parte de todo lo que un potencial inversor tiene que estimar.
Un país es competitivo no sólo cuando el valor de estas variables es, comparativamente mejor que en otros del planeta, sino cuando los niveles de confiabilidad en relación a la macro y a las reglas de juego, son elevados. Si a los múltiples riesgos propios del negocio y su mercado le agregamos un elevadísimo nivel de “riesgo país” (regulatorio, impositivo, institucional, financiero), lo más probable es que el potencial inversor explore otro destino. El mundo es grande, la vida es breve y vale la pena tratar de ser feliz.
4. Los números en la Argentina
Hay una relación muy indicativa tanto de la fortaleza como del potencial de crecimiento de una economía. Ambos son fundamentales para viabilizar las mejoras en la calidad de vida de la población. El ratio inversión/Producto Bruto Interno es utilizado y tiene series históricas que permiten un adecuado análisis.
Tengamos en cuenta que una economía, para reponer, apenas, su stock de capital requiere un ratio de 15% aproximadamente.
Según el Banco Mundial en el período 2000-2019, la tasa promedio anual de inversión/PBI para la economía mundial fue de 24,4%. Como todo promedio, impide ver las marcadas diferencias. Para el mismo período, China evidenció un ratio de 42,1% (período en el que el PBI per cápita pasó de US$959 a US$10.261 ). Estados Unidos, por su parte evidenció una tasa del 21,18%, casi idéntica a la de nuestro cercano Paraguay, 21.11 por ciento.
La Argentina alcanzó apenas un 16,9% promedio anual, con una clara tendencia declinante. En 2017 fue de 18,2%, en 2018 de 16%, para caer al 14,5% en 2019. Hasta allí llegan las mediciones del Banco Mundial. Si, a modo de estimación, aplicamos a esto la misma tasa de caída del PBI, estaríamos en un nivel de 13 %. Dos puntos por debajo de lo requerido para mantener el capital.
No debe sorprender el incremento de los niveles de pobreza, a pesar de las políticas asistencialistas que, supuestamente “ayudan a los pobres”. Ocurre lo que cualquier libro de economía explica a los estudiantes.
La Argentina ni siquiera tiene la excusa de no haber tenido una dotación de recursos lo suficientemente interesante como para tener un buen punto de partida. Gran cantidad de tierra, buenos suelos, salida oceánica, recursos minerales, forestales, petróleo, gas, agua dulce, ríos caudalosos, etc. etc. No fuimos azotados por tsunamis ni grandes desastres naturales. Tempranamente tuvimos una población bien alimentada y educada, y una infraestructura de transporte ferroviario que era envidiada por muchos otros países.
5. ¿Qué nos pasó ?
Lo mismo que le pasa a una persona que, por heredar una fortuna, cree que tiene permitido salir a emborracharse todos los días, no trabajar, incumplir contratos, maltratar a quienes cumplen con su deber. Sin intentar hacer crecer o, al menos, cuidar lo propio. Tarde o temprano terminará en la ruina.
Hay que despertar porque además, el mundo del siglo XXI es otro. La mayor riqueza y actividad es creada por empresas basadas en mentes educadas. ¿Podrá un país que sufre un fuerte deterioro en su nivel educativo recuperar algo del tiempo perdido ? ¿No nos interpela que, ya antes de la pandemia, el 50% de los chicos no terminaran la secundaria en tiempo y forma? La dirigencia, pública, privada, sindical, intelectual, no reacciona para decir “Oigan, el rey no solo está desnudo, sino que además agoniza ?”.
Y esto no es una cuestión ideológica, o de grieta. Es una cuestión práctica. Si el amor no nos une, que al menos nos una el espanto, o el amor por los que vendrán.
Mirar hacia el futuro, trabajar para dentro de 50 años es una obligación moral de aquellos que, por una cuestión de edad, lo miraremos desde otro lugar.
6. ¿Qué hacer ?
Surge entonces la necesidad de definir una agenda de políticas públicas para promover la inversión. Si quién hace el cálculo en el que toda toma de decisiones se basa, necesita reglas de juego creíbles y estables, lo primero es un acuerdo, consensuado por las principales fuerzas políticas, que otorgue algunas certezas en relación a cuestiones básicas, entre ellas cuál es el proyecto de país al que apuntamos: economía cerrada e involutiva (somos apenas 44 millones), o integrada inteligentemente al mundo. Para esto último se necesitan negociadores formados y experimentados. El mundo respeta el conocimiento y las argumentaciones racionales.
Dirán que esto es utópico, pero un acuerdo inicial, que defina un rumbo y que sea respetado, no tiene sustituto.
Es importante destacar que el bienestar integral de la población depende de estos “actos de fe” económicos. Por algo, según el índice de competitividad del IMD, en la variable Calidad de Vida, Venezuela y Argentina, países poco amables con la inversión están en el puesto 63 y 52 respectivamente (sobre 63 países relevados).
Algún día tendremos que empezar a hacer aquello que la ciencia económica dice que se debe hacer para reducir la pobreza. La receta argentina viene fallando desde hace varias décadas.
* Este documento forma parte de una serie de estudios sobre competitividad de la economía argentina, realizados en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, coordinados por la decana Alicia Caballero y los profesores Federico Cuba, Ernesto O´Connor y Andrés Roberts.
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