Enfoque-tratar una y otra vez: para algunos centroamericanos eeuu abrió una puerta giratoria
agencias
Por Daina Beth Solomon
Ciudad de méxico, 21 mayo (reuters) – después de seis
intentos de ingresar a estados unidos desde méxico durante dos
meses y medio, el migrante guatemalteco nicolás de 35 años
enfrentaba la perspectiva del fracaso y regresar a casa con
miles de dólares de deuda.
Pero en su séptima tentativa, ocultándose en un tren de
carga en un viaje desgarrador de siete horas a Texas, lo logró.
Desde que la pandemia hundió la economía impulsada por el
turismo de su ciudad, a orillas de un lago en Guatemala, se ha
corrido la voz entre los centroamericanos que intentan ingresar
a Estados Unidos que una vez que lleguen a la frontera pueden
continuar intentándolo, día tras día, incluso si son rechazados
las primeras veces.
Esta situación es una consecuencia involuntaria de una orden
del expresidente Donald Trump para frenar la migración durante
la pandemia del COVID-19. Hasta ahora, su sucesor Joe Biden la
ha mantenido, pese a que los defensores de los derechos de los
migrantes le piden que la suspenda.
Conocida como Título 42, la instrucción permite a los
agentes fronterizos estadounidenses devolver rápidamente a
adultos y familias centroamericanas al lado mexicano de la
frontera, sin imponer las sanciones tradicionales para los que
cruzan repetidamente, que pueden incluir tiempo en prisión o
deportación a sus países de origen, miles de kilómetros al sur.
Para Nicolás, eso le dio chances para seguir intentándolo.
«Pensé: No puedo regresarme a Guatemala. Voy a luchar»,
narró, recordando la promesa de mantener a sus tres hijos y su
esposa. Había utilizado la tierra que posee como garantía para
pagar el viaje.
«Si me regreso a Guatemala (…) voy a perder todo». Nicolás
habló con la condición de usar sólo su primer nombre porque no
tiene estatus legal en Estados Unidos.
Los repetidos cruces han contribuido al aumento de las
detenciones de migrantes en la frontera mexicano-estadounidense,
hasta el nivel mensual más alto en 20 años durante los últimos
dos meses.
Este pico en los cruces se suma a las complicaciones que
enfrenta el gobierno de Biden, mientras intenta diseñar
políticas fronterizas más humanas bajo la presión de los
opositores republicanos y algunos demócratas por su manejo de la
inmigración.
Los funcionarios de Biden han dicho que pondrán fin a este
uso sin precedentes del Título 42, un código de salud
preexistente, cuando los Centros para el Control de Enfermedades
(CDC, por sus siglas en inglés) señalen que es seguro ponerle
fin. No han proporcionado un cronograma.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados
Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) devolvió a 94,082 adultos
solteros en abril bajo el Título 42, en comparación con 14,200
del mismo mes de 2020 cuando la política se acababa de aplicar y
los cierres pandémicos habían restringido severamente el
movimiento de migrantes.
Casi el 30% de las personas detenidas en la frontera el mes
pasado habían cruzado repetidamente, afirmó un portavoz de CBP,
en comparación con el 7% del año fiscal 2019.
«Si el objetivo es la gestión fronteriza, el Título 42 no
está funcionando», dijo Aaron Reichlin-Melnick, asesor de
políticas del Consejo Estadounidense de Inmigración, que aboga
por los migrantes en el país norteamericano. «Ha llevado a más
personas a cruzar la frontera más veces».
La CBP ha dicho que la orden tiene como objetivo prevenir
infecciones al reducir la cantidad de migrantes reunidos en los
centros de detención, y algunos legisladores republicanos la han
apoyado para el control de la migración.
«La administración Biden ha dejado claro que mientras
reconstruimos nuestro sistema de inmigración, la gente no debe
hacer el peligroso viaje», dijo un funcionario de la Casa
Blanca. «No hay ningún cambio en la política en este momento».
«por necesidad»
Nicolás intentó emigrar a Estados Unidos dos veces en 2019,
pero fue deportado a Guatemala en ambas ocasiones.
Para cubrir la tarifa de aproximadamente 12,000 dólares que
le cobraron los traficantes de personas por las dos tentativas,
perdió el pequeño pedazo de tierra que había heredado de su
madre y su casa de dos habitaciones.
Cuando ocurrió la pandemia, perdió su trabajo conduciendo
turistas a las selvas y volcanes que rodean el lago Atitlán. Se
dedicó a cuidar los cultivos y recolectar leña para alimentar a
su hijo de 10 años y a sus dos hijas, de siete y uno, y reunió
el valor para probar otro viaje a Estados Unidos.
Esta vez, Nicolás obtuvo un préstamo bancario con la tierra
de su esposa como garantía y reunió 13,000 dólares para pagar
nuevamente a un contrabandista.
Con él viajaban ocho jóvenes de su ciudad natal San Pedro la
Laguna, donde la lengua indígena local es el tz’utujil. Llegaron
a Nuevo Laredo, frente a la frontera con Texas en enero.
En el primer intento de Nicolás de cruzar el Río Grande,
trató de alejarse de los agentes fronterizos nadando, temiendo
la deportación. Los agentes lo atraparon de todos modos y lo
dejaron en el puente internacional en minutos.
Transmitió la noticia a su hermano en casa, quien explicó a
Reuters cómo comenzó a correr la voz de este nuevo método para
cruzar la frontera.
Nicolás reveló que los contrabandistas que contrató se
ofrecieron a ayudarlo a cruzar tantas veces como fuera necesario
durante tres meses, pero le cobrarían cerca de 2,600 dólares por
otros tres meses de sus servicios.
Después de que lo agarraron otras cuatro veces tratando de
cruzar el río, los contrabandistas probaron una nueva táctica.
Lo llevaron con otros migrantes al desierto para esperar un
tren de carga que se dirigía a Texas. Después de cinco días con
poca comida y agua, el tren llegó una madrugada. Nicolás se
ocultó en una ranura encima de las ruedas y soportó el viaje de
siete horas a ciudad Agua Dulce, en Texas.
Fue capturado junto al grupo cuando un dron alertó a los
agentes de migración de su llegada, relató, y una vez más lo
devolvieron a México. Por segunda vez, se aferró al fondo del
polvoriento tren de carga para llegar a Texas. Esta vez, tuvo
suerte.
Nicolás vive ahora en Houston y hace trabajos de
construcción fuera de una tienda Home Depot, lo que le ayuda a
enviar a casa parte de su salario de 100 dólares al día. Cada
semana, su esposa hace depósitos para saldar la deuda de su
marido.
El inmigrante indicó que espera, en unos años, volver con su
familia. «Los extraño mucho, pero es por una necesidad que yo
vine aquí», confesó.
(Reporte de Daina Beth Solomon; Reporte adicional de Sofia
Menchu en Ciudad de Guatemala y Ted Hesson y Trevor Hunnicutt en
Washington; Editado por Ross Colvin y Aurora Ellis; Traducido
por Raúl Cortés; Editado en español por Javier López de Lérida)
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