De no creer. Clamor universal: que Alberto no hable nunca más
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Muy a mi pesar, la desgraciada frase de Alberto Fernández sobre el origen plebeyo de mexicanos y brasileños, en contraposición con la sangre noble de los argentinos, lo ha lanzado a la consideración mundial. Su caracterización antropológica cruza los mares y se clava como daga en las conciencias de una cultura moldeada por el espíritu del igualitarismo. Las redes, impiadosas, multiplican y exacerban el escándalo. En los cinco continentes ya se habla de Alberto “Meme” Fernández; o de Meme Fernández. Cruel destino, de presidente a meme global por un puñado de palabras.
En esta cruzada antialbertiana lo acusan de xenófobo, racista, discriminador, y Jaime Bayly lo llamó “charlatán” y “matarife verbal”. Le atribuyen haber dicho que “los japoneses salen de las tintorerías; los chinos, de los supermercados, y los judíos, de Once”. Los veganos, de Las Vegas, y los petisos, de los Países Bajos. También ponen en su boca cosas como esta: “Me disculpo con los indios, no era mi intención asimilarlos a los mexicanos” y “si el hombre desciende del mono, me imaginé que los brasileños también”. A Lula da Silva lo muestran como “Lula da Selva”, en una foto con fondo silvestre. Su prematuro saludo de anteayer a Castillo, cuando todavía no se lo había declarado ganador de las elecciones en Perú (pobre, no pega una), fue maliciosamente tergiversado: “Lo felicito de todo corazón. Que un inca llegue a presidente habla de la evolución del género humano”. Quizá nadie fue tan lejos como el que citó, en Twitter, el tango “Cambalache”: “Lo mismo un burro que un gran profesor”.
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Veo realmente mucha saña. Él mismo lo explicó: “Me sacaron de contexto. La frase completa es que siempre vinieron barcos. Pero los que traían indígenas iban a México, los que llevaban africanos paraban en Brasil, y los que estaban cargados de europeos seguían hasta la Argentina”.
Solo el que tiene mala espina puede presentar una comparación de los tres países en estos términos. PBI 2020: Selva -4,1%, Indios -8,5%, Europeos (es decir, nosotros) -9,9%. Inflación 2020: Selva 4,5%, Indios 3,2%, Europeos 36,1%. Vacunados con dos dosis: Selva 11,1%, Indios 11%, Europeos 6,8%. Igual, las cifras no muestran una realidad incontrastable; lo entretenidos que estamos con Meme, la enciclopedia del error: de la A a la Z, todo mal.
Lo digo con cariño y la mejor onda, por supuesto. De hecho, amigos de Alberto me pidieron que les diera una mano para minimizar el daño que estaba causando la ya célebre frase. Como lo que está en juego es el prestigio del país, o lo que queda de él, acepté. Mis recomendaciones fueron estas: 1) Que el Presidente viaje a Brasil, en barco, y al llegar a las playas de Río, en sunguita y musculosa, diga: “Hermanos, vengo en son de amistad. Vengo a pedir perdón. Vengo a estrechar lazos. Vengo a conocer la selva”. 2) Que después vaya a México y, como prenda de reconciliación, se disfrace de azteca, baile danzas tribales y done vacunas de AstraZeneca, ya envasadas. 3) Que le prometa al pueblo argentino que en sus discursos ya no va a improvisar, para no quedar como un improvisado. 4) Que prometa también consultar Google más seguido (algo que hizo muy bien su pareja, Fabiola, al copiar de allí 20 de las 70 páginas de la tesis con la que se recibió de periodista). 5) Que jure no volver a confundir a un rockero con un premio Nobel.
Además, se podrían tomar otras medidas. No invitar al país a nadie más, y si alguien quiere venir, que lo reciba otro. No sacar al Presidente de gira, y si insiste en ir, que se quede rigurosamente callado, asumiendo un mayor arte en escuchar que en decir; que se limite a entregar declaraciones por escrito, previamente supervisadas por la Academia de Historia, la Academia de Letras y la Academia del Lunfardo. Que su presencia en actos públicos sea solo testimonial, para sonreír, aplaudir, gesticular; gesticular lo justo y necesario. Que si así y todo igual se le escapa una inconveniencia, un error, no hace falta que busque enmendarlos: todos sus intentos por arreglar, vía Twitter, el estropicio que había hecho con la famosa frase lo hundieron aún más. De paso, ¿y si le prohibimos que tuitee? En serio lo digo. Un Alberto que no hablara, no tuiteara y no mostrara filminas ya nos devolvería una imagen menos equívoca y más asimilable a su cargo: presidente consorte.
En estos días me han preguntado en forma recurrente por qué nuestro querido profesor dice las cosas que dice, por qué se equivoca tan seguido. No sé si tengo una explicación. Miguel Pichetto suele afirmar que los presidentes están sometidos a terribles presiones, a un estrés permanente, y que la primera condición que necesitan es un gran equilibrio emocional. Siguiendo esa lógica, podríamos pensar que Meme no estaría encontrando la forma de canalizar angustias, tensiones y frustraciones. Algunos presidentes se vuelcan al alcohol o a la cama, deprimidos; a él se le vuelcan las palabras. La llamé a Cristina para preguntarle qué opinaba.
“Bueno –me dijo–, unos vienen de los indios, otros de la selva, otros de los barcos, y algunos francamente no sé de dónde salen”.
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