Copa Libertadores. Después de varios tropiezos, el plan de Gabriel Milito para resurgir, ganarle otra vez a Gallardo y eliminar a River
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Gabriel Milito fue un defensor extraordinario. Tal vez las lesiones lo mortificaron demasiado, pero creó una carrera maravillosa, en Independiente, Zaragoza y, sobre todo, en Barcelona. También fue una referencia del seleccionado, un mariscal que jugaba con la libertad de un volante creativo. Sin embargo, como tantos otros fuera de serie, no pudo trasladar esa clase a la conducción. No le fue bien, en líneas generales, como entrenador. No dejó gratos recuerdos en los equipos que dirigió.
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En dos etapas en Estudiantes, en Independiente, en O’Higgins, incluso, en los primeros tiempos en Argentinos. Hasta los hinchas celebraron la salida del gigante platense, más acostumbrados a otro tipo de táctica. Milito prefería la agresividad, asfixiar a los adversarios, atacar con casi todos los instrumentos y poco y nada de laboratorio. A los 40 años, dejó atrás el romanticismo y, si bien se inclina por la audacia, ahora es más controlada. No quiere quedar a un costado del camino como otros jóvenes técnicos que surgieron en los últimos años, con las mismas características y que duraron un suspiro. Prefiere trascender, a pesar de que ya no es el atrevido de años atrás.
El resumen del primer encuentro
Era un enamorado de Pep Guardiola, a quien conoce no solo en su relación profesor-alumno, sino en la intimidad. “Siempre está un paso adelante. Pep me decía que los clubes lo contrataban por atacar y atacar, pero que lo mejor que hacía era defender bien”, contaba.
Su admiración tenía otros niveles: “Con Pep Guardiola comencé a ver el juego de otra manera. Empecé a entender el por qué de las cosas. Con Guardiola aprendí que siempre hay que presionar, pero que no todas las presiones tienen que ser iguales. Todo depende de las cualidades del rival. Había que iniciar el juego desde el arquero, pero a veces con dos centrales y a veces con línea de tres. Eso no era por elección propia sino en función del rival, porque no es lo mismo que el rival juegue con dos delanteros o con uno, y con cuatro volantes; o que lo haga con dos delanteros, un enganche y tres volantes”.
“No me considero un discípulo de Pep, sólo tuve el privilegio de haber sido dirigido por él y haber aprendido mucho”, advertía. Esa premisa surge de a ratos en Argentinos, que este miércoles se cita con River, en La Paternal, en el partido de su vida: sabe que es una oportunidad de oro para su relanzamiento como entrenador. Dejar las dudas, los despistes, instalarse en la marquesina. El 1-1 conseguido en Núñez le dio mayor fuerza. Es hoy: debe ser ahora. Si sigue en carrera, jugará con Atlético Mineiro, que venció a Boca por penales en una serie con polémica.
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Para Gallardo, el DT de Argentinos resulta un examen indescifrable. El exzaguero de Independiente, cuando dirigió a Estudiantes y Argentinos, se enfrentó en cinco ocasiones con River: logró tres triunfos, un empate y una derrota. Apenas finalizó el primer partido, por los octavos de final de la Copa Libertadores, algo habitual como puede ser la charla entre dos entrenadores al saludarse tras un partido, se potenció por la tensión de la charla y porque la ausencia de público permitió escuchar algunos tramos de la conversación.
Gallardo estrechó la mano de Milito mientras lo señalaba. Luego lo abrazó, pero al mismo tiempo le cuestionó una actitud, vinculada con una acción del segundo tiempo. Después de una infracción de Fabrizio Angileri, Milito pidió una tarjeta amarilla. Bajo la atenta mirada del cuarto árbitro, Fernando Echenique (reemplazó a Andrés Rojas, suspendido por su mal desempeño en el partido Boca-Atlético Mineiro), se dio el siguiente diálogo:
-Milito: “Yo me equivoqué, pero vos también pediste”
-Gallardo: “Yo no pedí ninguna amarilla”
-Milito: “Vos no me podés mandar a callar. Me decís ‘No te aguanto más’”
-Gallardo: “No te aguanto más… pidiendo amarillas”
Y se despidieron. “Nos vemos a la vuelta”, le dijo Gallardo.
Argentinos mantuvo la base del equipo que hizo una buena campaña en el semestre pasado, fue líder del Grupo F con rivales como Universidad Católica, Nacional, de Montevideo y Atlético Nacional. En Argentinos encontró, al parecer, su lugar en el mundo. Lo quieren, lo respetan (”claro que lo más importante es ganar, pero a mí me interesan mucho las formas y en Argentinos están bien identificadas”). Milito se siente cómodo.
El plan contra River es quitarle la pelota, aprovechar los espacios reducidos de su campo de juego y explotar las salidas rápidas, sobre todo vía Elías Gómez y Gabriel Hauche, en la transición del mediocampo al ataque. Sabe que el gol convertido en el Monumental vale oro.
El debut en la Libertadores
Meses atrás, mostraba su nueva cara. “Uno desarrolla la carrera y ve qué cosas le gustan y fluyen, cuáles cuestan más. Soy un DT joven y recién arranco esta carrera, de la que uno nunca termina de aprender todo. Siempre hay algo más. Tengo claro cómo quiero que jueguen mis equipos, y me agarro de lo que siento. Parto de ese punto. Tengo matices, variantes, alternativas pero parto de lo que pienso y siento. Y después uno necesita del compromiso del jugador para que tengan la capacidad de saber qué hacer en los distintos momentos de los partidos”, mostraba sus nuevas cartas.
Es el mismo Gaby de siempre, pero su Argentinos expresa otras virtudes. Y está ante la oportunidad de su vida. Siente que es el momento ideal para dar un golpe sobre la mesa.
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