La Nación Economía: Cecilia Biagioli, en Tokio 2020: el empujón al agua de golpe que inició una vida en la natación

Cecilia Biagioli, en Tokio 2020: el empujón al agua de golpe que inició una vida en la natación

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Cecilia Biagioli tiene cinco años y está al borde de la pileta. Siente miedo, no sabe nadar. Sus padres quieren que aprenda, la llevan al club Taborin, hablan con la profesora, confían en que va estar todo bien. Extrañamente, la encargada de enseñarle supone que a Cecilia le falta un empujoncito, literal. La empuja de golpe. Ceci se sumerge por completo, siente el agua dentro de la nariz, el cloro en los ojos, se desespera. Cuando por fin logra salir a flote, se enjuaga el cloro de los ojos, con lágrimas.

“Le tomé miedo al agua, no quería ir más”, reconoce hoy, con 36 años, la cordobesa que está llegando a sus quintos Juegos Olímpicos en natación: “Me tomó un año poder volver meterme a la pileta”. Pero cuando se metió, no salió más. A los 8 años la convocaron para ingresar en el equipo nacional. Su crecimiento como deportista iba tan rápido como ella en el agua. Y cuando sus compañeras de escuela ya estaban viendo modelos de vestido para sus cumpleaños, Cecilia estaba en un vuelo a Sydney para debutar en unos Juegos Olímpicos, con 15 años.

“No le saqué provecho a esos Juegos”, reconoce a dos décadas de distancia la dueña de los récords argentinos en 200, 400, 800 y 1500m libre en pileta corta: “Extrañaba mucho a mi familia, era muy chiquita para estar en un evento tan grande”. En esos mismos Juegos donde nacieron “Las Leonas”, la más chica de la delegación argentina, colgada del teléfono, se gastó una fortuna llamando todos los días a sus papás.

Regresó de Australia con un 26º puesto en los 800m libres y emprendió la siguiente olimpíada con el objetivo en la cuna de los Juegos. Así llegó Atenas 2004, en donde brilló la Generación Dorada con Manu Ginóbilli a la cabeza. Biagioli mejoró su resultado para terminar 19º, esta vez en los 400m libres. Su carrera iba en ascenso, por delante brillaba la capital del gigante asiático prometiendo escenarios deportivos del futuro. Ahora en Pekín 2008, la dueña de los récords nacionales en 400, 800 y 1500m libre en pileta larga volvió a tirarse de cabeza, esta vez en el imponente Cubo de Agua.

En aquellos Juegos en los que Walter Pérez y Juan Curuchet (con 43 años) pedalearon hasta el oro, la “Chechu” -uno de sus dos apodos oficiales- compitió nuevamente en 400m libres para terminar en el puesto 43º, el peor resultado de sus tres Juegos. Tenía 23 años y se sentía vacía, quería dejar de nadar: “No me encontraba en la pileta, las marcas se estancaron desde 2007 hasta 2008”, recuerda Cecilia: “Ahí decidí hacer el cambio”.

Cecilia Biagioli terminó novena en la Patagones-Viedma

Cecilia Biagioli debutó a nivel olímpico en los Juegos de Sydney 2000

Atravesó dos semanas sin nadar ni un día y hoy reconoce: “Necesité ese tiempo para aclarar mi mente”. Le llegó una propuesta de la persona que estuvo a su lado desde que nació: su hermano Claudio. Le ofreció entrenarla, terminar ese año juntos y ver cómo se sentía. Se sintió bien, porque en 2009 logró el récord sudamericano en 400m libre. “Claudio no tenía experiencia con el alto rendimiento y se puso a estudiar mucho”, reconoce Biagioli. “Casi a nivel obsesivo”.

“Si algo tiene la “Negra” (su segundo apodo oficial), es una fuerza enorme para levantarse de las muchas frustraciones que hemos tenido”, describe Claudio a su hermana, y agrega: “Siempre voy a estar agradecido a ella, porque soportó mi peor etapa, cuando no toleraba que no saliera lo que planificaba en la teoría”. La olimpiada estaba en marcha rumbo a la capital del imperio británico y la “Negra” y “el Claudio” formaban la dupla cordobesa que quería reinventarse en esos Juegos. La fórmula para ello estaba en traspasar la pileta y animarse a las aguas abiertas.

“Los que competimos en pileta, quizás no yo, solemos pensar que cuando no te va bien en la pileta te vas a aguas abiertas”, reconoce Cecilia, y apunta: “Pero hoy por hoy, el nivel en los 10 km [de aguas abiertas] es tan fuerte como bajo techo”. Así fue que aprendió a orientarse entre el oleaje, a nadar pegada a otros cuerpos, a entender de corrientes, cambios de temperatura y horas de competencia: salió de la pecera y se lanzó al mar.

Biagioli llegó a Londres 2012 con lo mejor de su pasado y lo más prometedor de su presente. Había ganado la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011. Y en Londres se clasificó en los 800m libres en pileta y los 10km de aguas abiertas. En los Juegos en que el taekwondista Sebastián Crismanich se bañó de oro a puño y patada, Cecilia logró su mejor resultado histórico: 16º en pileta y 17º en aguas abiertas. De abandonar la natación paso a brillar tanto en agua dulce como salada. El futuro parecía sonreírle, pero aún le esperaba la peor experiencia sumergida.

Después de cuatro Juegos a más de 10.000 km de Córdoba cada uno se venía la realización olímpica cerca de casa, a los que irían todos los amigos, parejas, familiares. En 2013 había nacido Joaquín: “Ya lo habíamos hablado en 2011. Era nuestro tiempo para ser papás”, aclara Cecilia. “El día anterior al parto nadé dos kilómetros, era el medio donde me sentía más liviana”, recuerda la madre primeriza y aconseja: “Nadaba con pullboy en las piernas, es lo que más recomiendo para las embarazas”. Había pasado Londres y, antes de encaminarse a Río fue mamá. Nada es casualidad: “Sí, mi vida es muy planificada”. Pero dentro de la planificación, algo falló.

“Estaba muy bien entrenada para Río”, recuerda Biagioli sobre su concentración de tres semanas en Río Mayor (Portugal). Llegaba al clasificatorio preparada como nunca, pero algo pasó. “Nadamos en agua muy fría, sin trajes [de neoprene] y eso me costó mucho, me sacaron con hipotermia”. Allí se iban los sueños de los Juegos cerca de casa, de su objetivo en aguas abiertas, de sus primeros anillos olímpicos como mamá.

Cecilia Biagioli en plena prueba

Cecilia Biagioli, en plena prueba; en algunos lapsos de su larga trayectoria pensó en dejar la natación

“Seguir con ganas pasados los 30 años es complicado para cualquier deportista, más en Sudamérica”, reconoce Claudio, su hermano-entrenador. Cecilia tenía 31 y miraba la apertura de Río por TV. Pero no tiene 39 medallas sudamericanas colgadas del cuello (la más ganadora de la historia) solo para quedarse lamentándose. “En estos 20 años no siempre he estado al 100%”, se sincera Cecilia: “He tocado fondo muchas veces, pensado si seguir o parar. Pero voy por objetivo y, si no lo cumplo, doy vuelta de página”. Del otro lado de la página aparecían unos nuevos Juegos. “Joaquín (ya con 8 años) me repetía: vamos por Tokio”, se emociona la mamá olímpica. “No sé si entiende la dimensión de unos Juegos, pero saber que me va a ver por la tele es mi mayor motivación”.

Setúbal, Portugal, mojada por el estuario de Sado, recibía a los aspirantes a Tokio para definir la clasificación. A lo largo de 10 kilómetros y luego de más de dos horas de nado, en apenas un minuto completaron la carrera las siete primeras. Y ella, la Chechu, la Negra, con ese séptimo puesto se aseguraba un lugar en Tokio y: “la película de todos estos años pasó por mi mente”, relata Cecilia. El desenlace fue el ideal: “Serían mis primeros Juegos siendo mamá”.

Con ella iría su hermano Claudio y una semana antes, en triatlón se había clasificado Romina, su hermana. ¿Cómo estaría la mamá de los tres hermanos Biagioli? “¡Muy emocionada! Disfrutándolo con mis nietos, mi nuera y mis hermanos. Cecilia nos tenía un poco acostumbrados y ahora también Romina será olímpica”, relata Alicia, que amplía: “Saben que estamos con ellos para darles aliento desde acá. Lo que todos sentimos es felicidad y orgullo”.

“Papá era muy trabajador, se levantaba a la hora que fuera y nos llevaba a cualquier lado. Por él hice esas sesiones de 10 años a las 4 de la mañana”, recuerda Cecilia a Enrique, su padre: “Cuando papá se enteró del embarazo sentí que era un aviso, era el momento para agradecerle todo lo que me había ayudado. A los dos meses falleció”.

“La Negra” Biagioli se emociona: “Papá era panadero, prendía el horno a leña, pero cuando él tenía descanso y yo tenía que entrenarme se levantaba igual, jamás me preguntó si yo quería dormir. Era de poca palabras pero hablaba con las acciones”.

El 70% de la superficie del planeta es agua. Cecilia ha nadado en las cálidas aguas del Caribe y en las frías del Támesis, en la costa de Macedonia y en el mar de Shanghái, más de 100 kilómetros por semana, todas las semanas, todos los años. La hija del panadero cruzó el planeta entre brazadas y olas. Ahora llega a 17.000 km de Córdoba. “A Tokio vamos con la ilusión de hacer una gran carrera”, reconoce Claudio: “Un diploma olímpico [estar entre los 8 mejores] es el sueño máximo. Para eso nos entrenamos, para que salga algo bueno”.

“Estos van a ser mis últimos Juegos”, asegura Cecilia: “He aprendido muchísimo, pero el físico pasa factura y quiero escuchar a mi cuerpo”. Su hermano tiene una óptica algo diferente: “No es una locura ir a París 2024, si ella lo quiere. Creo que va a depender mucho de que pase en Tokio”. Más allá de que suceda en la capital nipona, Cecilia Elizabeth Biagioli puede mirar para atrás y ver muy lejos, cuando todo inició. Cuando una nena de 15 años se gastaba fortunas desde Sydney llamando a sus papás.

¿Si pudieras decirle algo a esa nena, qué le dirías?

“Que siga luchando por sus sueños que vienen cosas muy lindas, que la van a hacer madurar muchísimo. Que de cada tropiezo va a aprender”.

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