Abel Pintos: “La música ha sido muy machista durante muchos años”
revista ohlalá!
La historia de esta tapa inédita de OHLALÁ! –es la primera vez en más de 13 años que hay un varón solo– no es lineal, sino que podría contarse como una historia de sincronicidades, de aperturas, de diálogos: entre nosotras, con nuestra comunidad, con nuestros valores y mensajes. “¿Qué cuenta hoy un varón en la tapa de una revista femenina?, ¿deberíamos hacerlo?”, pensamos muchas veces. Desde hace años tiramos nombres de posibles candidatos a tapa en reuniones de sumario, hicimos encuestas en las redes sociales y en mayo pasado creíamos que habíamos encontrado la excusa ideal; en junio se venía el Día del Padre y Abel Pintos –alguien con quien veníamos soñando desde hacía rato, en diferentes formatos– había sido papá de Agustín al final de 2020. Todo parecía encajar. Fue así que le propusimos hacer una tapa con su hijo y él no solo aceptó, sino que sorpresivamente nos redobló la apuesta: “Yo tengo dos hijos, Agus y Guille, hagámosla con los dos”. Nos parecía potente y hermoso contar la paternidad de Abel así, con Guillermina, de 13 años –la hija de Mora Calabrese, su mujer–, y su bebé de 8 meses. Todo estaba listo: la producción de fotos estaba seteada para un día lunes y el viernes anterior nos encontramos vía Zoom para charlar con él. Lo que no sabíamos aún era que no sería nuestro último encuentro.
Estamos felices de tenerte en tapa como una apuesta de entender que no podemos hacer una revolución humana si no es con todos. ¿Cuáles son las causas que abrazás?, ¿cambiaron ahora que te convertiste en padre?
En realidad, siento que ser papá me ha permitido aprender mucho. Estoy muy atento a lo que yo pueda llegar a enseñarles a mis hijos, pero también advierto cada día lo mucho que aprendo de ellos. Ellos me han dado y me dan a diario grandes lecciones. Han cambiado mis prioridades, mis temores. Aprendí a convivir con mis temores, con los que siempre tuve. Algunos los voy resolviendo con el paso del tiempo, pero los que persisten ahí, aprendo a convivir con ellos porque, literalmente, hoy en día no hay nada más importante para mí que mi familia. Entonces, incluso los temores quedan en otro plano. Estoy mucho más atento a lo que vivimos y experimentamos a diario con mi familia. Pienso mucho en el futuro de mi mundo, pienso mucho en el futuro de mis hijos, pero, en realidad, me ocupan y me preocupan las mismas cosas que siempre me preocuparon en general respecto del mundo, de la sociedad, de nosotros como seres humanos. Eso no ha cambiado mucho, quien sí ha cambiado mucho soy yo, mi forma de ver las cosas y, sobre todo, a qué cosas y dónde pongo el acento.
Te mudaste en pandemia al Chaco porque Mora, tu pareja, es de allá. ¿Cómo fue esa movida? ¿Cómo es tu vida en el Norte?
Por una cuestión logística, sentimos que era mejor irnos a vivir a Resistencia, regresar a la tierra de Mora, porque allá están más acompañados cuando a mí me toca viajar. Aunque ellos disfrutan mucho de acompañarme y, en la medida de lo posible, vienen conmigo en los viajes. Tenemos una vida realmente muy normal, muy familiar, somos muy unidos y de cuidarnos mucho. Muy bajo perfil. Pero desde que Mora, con Guille, y Agustín llegaron a mi vida, yo empecé a abrir un poco más las puertas de mi intimidad al resto del mundo. Como dije en algún momento, siempre esperé a tener cierta cantidad de certezas en la mano para poder contar y compartir. Hoy ellos son mi certeza más grande, y disfruto de compartirla con los demás.
¿Cómo te estás acomodando con todas las cosas de padre primerizo con un bebé chiquito?
Muy bien, mucho mejor de lo que pensaba. Creía que iba a necesitar mucho más de la asistencia de los demás, pero se ve que mi instinto paternal se despertó inmediatamente y disfruto mucho de cada momento que vivo con Agustín. Lo descubro y me descubro yo al mismo tiempo. Fue hermoso poder acompañar a Mora en todo el proceso del embarazo y estar con ella en el parto. Con Mora somos muy buen equipo, todo es compartido de forma natural, no hay una cosa muy programada, lo que me sorprendió sobre todo a mí.
¿Te considerás un varón feminista?
No sé cómo sería eso muy bien, me considero un ser humano. Entiendo las cargas ideales que tienen los “ismos”, pero la verdad es que, en el plano de los derechos, yo considero que todos los humanos necesitamos los mismos derechos. Entonces, me considero un ser humano y lo que veo en mi mujer es otro ser humano, lo que veo en mi hijo es otro ser humano y lo que veo en mi hija es otro ser humano. No me considero un hombre feminista por compartir la crianza de mis hijos con mi mujer. Esas cosas son completamente naturales para mí. Es un hecho, o debería serlo. Yo no sé si soy un hombre feminista, pero lo que sí sé es que respeto mucho los movimientos y las luchas, que conllevan un montón de ideales y organización. Los respeto mucho porque la gente que forma parte de esos movimientos entrega mucho de su vida por su causa.
¿Cómo hacer, entonces, para que cada vez más hombres se sumen a la conversación?
Bueno, yo convivo con Mora y con Guille y constantemente estamos hablando de las cosas que ellas sienten y de las cosas que yo siento también. No nos paramos en veredas distintas. Hablamos como seres humanos de lo que nos pasa como seres humanos. Me parece que el hecho de preguntarse cómo podríamos hacer para que un hombre se siente a dialogar ya está marcando una diferencia. Me parece que una forma de ver las cosas de otra manera es dialogar, compartir las emociones, las sensaciones y los puntos de vista. Si estás mirando hacia el Norte y nadie te invita a mirar hacia el Oeste, siempre vas a mirar hacia el Norte. A veces necesitás que alguien te gire la cara, y es un recontra laburo. Esa es la importancia de los movimientos. Lleva tiempo y constancia. Es clave hablar de esto: en tu casa, con tus amigos, con tus colegas, sin tenerle miedo al tema o creyendo que va a suscitar algún tipo de polémica, ayuda mucho a naturalizarlo.
Lali espósito: «Ya no es gratis decir algo fuera de lugar, a la mujer se la respeta».
Llevándolo al terreno musical y de la industria, hace un par de ediciones entrevistamos a Lali Espósito y ella nos decía que en la industria musical todavía sigue siendo un poco más difícil para las mujeres ocupar ciertos roles. ¿La música sigue siendo un lugar donde las mujeres todavía tienen que seguir ganando espacios?
La música, como un gran porcentaje de las cosas de la humanidad, o como la humanidad misma, ha sido muy machista durante muchos años. La manera en que se le han complicado las cosas a la mujer por el hecho de ser mujer también se dio en la música, lamentablemente. Y lo digo con mucho dolor porque nunca lo entendí realmente. Yo empecé a cantar por Mercedes Sosa, para mí la música nace de una mujer, llega a través de una mujer a mi vida, entonces: ¿cómo yo no voy a estar de acuerdo con la ley de cupo para los line ups de los festivales?, ¿cómo no me va a parecer una cosa de sentido común? Lo que dice Lali es cierto, por suerte se ha avanzado mucho, pero todavía falta.
No hace falta mucho spoiler: la tapa de junio de Abel con sus hijos se suspendió al día siguiente de nuestra primera charla, porque dio positivo de covid. Pensamos algunos otros escenarios; tuvimos fe en que quizás estaría repuesto para el mismísimo día de cierre, intentamos hacerla con fotos de su álbum familiar, pero tanto él como nosotras sabíamos de la importancia de esta tapa y su mensaje como para forzarla. Así que volanteamos. La reemplazamos por una tapa ilustrada de una mujer navegando en un mar, que –sincrónicamente, otra vez– era la misma metáfora que Abel había elegido para el videoclip del tema que le da título a su nuevo álbum, El amor en mi vida, donde se lo ve cantando en un bote. También nos había quedando resonando desde la primera charla la idea de pensarnos como humanidad, como iguales, y entender que la única vía para una transformación real es que la hagamos entre todos, bajo la idea de la integración, de sentirnos uno. “Volvamos a charlar”, nos propuso Abel. Así que, poscovid, nos encontramos en una segunda entrevista, para ahondar en ese concepto y unirlo a su propia revolución personal: “Yo veo a mucha gente en una suerte de revolución, de todo tipo. Se han revolucionado nuestras formas de trabajar, de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, en todo este encierro. Me parece que aplica mucho a lo que está sucediendo, por un lado, por cómo nosotros, como seres humanos, estamos buscando cortar un montón de cadenas y derribar un montón de prejuicios y temas tabú, que tienen que ver con lo social y con la convivencia; y por otro lado, me parece que hay una revolución interna. Que están completamente conectadas, sin lugar a duda”.
Hablando de revoluciones, ¿tu nuevo disco nació de este momento emocional que estás viviendo, de tus propias transformaciones?
Sí, este álbum nuevo está absolutamente ligado a toda esta etapa que vivo con mi familia. Mirá, muchas veces me preguntan el porqué de una canción y siempre digo que no todas las historias de las canciones que escribo las viví literalmente, pero sí todas las emociones que atraviesan esas historias. En este caso, este disco viene a tener un grado de literalidad mucho mayor que cualquiera de mis discos anteriores. Es un disco de mucha apertura para mí, en todos los órdenes. Comenzó en una apertura emocional y se trasladó a todo, naturalmente. Emocional porque, por distintos motivos, empecé a encontrarme con la posibilidad de abrir muchas puertas que durante muchos años tuve cerradas y detrás de las cuales guardaba mucho recelo. Muchos aspectos de mi vida y de mi intimidad emocional. De repente, me encontré exponiéndome mucho más como ser humano, en todos los órdenes. También es un disco muy presente porque casi todas las canciones las escribí durante el proceso de grabación del propio disco. Es un disco con las emociones muy frescas. Por eso se llama El amor en mi vida, porque habla de eso, de lo que es hoy el amor en mi vida, de cómo me constituye, cómo me forma y cómo me conforma.
Hay algo lindo en la simpleza de la literalidad.
Tiene mucho que ver mi familia en eso, porque ellos cambiaron mi forma de expresarme en muchos sentidos, en el musical, pero también en el personal. Empiezo a ser más directo para decir algunas cosas. En otros momentos, cuando tenía muchas corazas protegiendo ciertas emociones, tal vez daba más vueltas para decir ciertas cosas.
Es más fácil así también…
Es más sencillo, pero también esa sencillez la vengo a descubrir ahora. Respeto mucho cada etapa de la vida y creo que todo lo que hacemos lo hacemos por algo. El hecho de estar parado hoy en un lugar emocional, mirar hacia atrás y poder decir “yo mejoré” habla de que uno hizo un trabajito y fue creciendo y se fue descubriendo.
¿Cómo fue tu proceso de abrirte a esta sencillez que se traduce en amor, en una relación, en estabilidad, en familia?
Siempre sentí que tenía que estar listo para poder compartir ciertas cosas. Y, para estar listo, sentía que tenían que darse una serie de cosas, como saber que la persona que estaba a mi lado era la persona que yo elegía. Mora es esa persona para mí. Cuando, después de muchos procesos, los dos elegimos comenzar un camino juntos, para mí ya no fue complicado en absoluto. Hoy, que soy muy feliz y me siento muy bien, es una alegría muy grande compartirlo con el público que me conoce desde hace años, 25 ya.
Siempre que te comunicás con tus fans decís: “Nos vemos en la música”. ¿La música es un lugar de encuentro?
Sin lugar a dudas, porque cuando punteo una canción, estoy proponiendo y compartiendo mis sentimientos, mis emociones, mis ideas. Esas palabras y esas músicas son herramientas para que quienes las reciben puedan contarme a través de esa misma canción sus propias experiencias. Cuando doy un concierto y hay mil personas cantando, yo no siento que estén repitiendo lo que yo estoy diciendo o lo que yo siento. Esas mil personas, a través de la misma canción que nos está unificando, me están haciendo llegar lo suyo. Las canciones las escribí yo, pero no son solamente mías. Son mías y de quien las elija para poder hablar de algo que sus palabras no pueden decir, que es lo que a mí me pasa exactamente cuando escribo canciones. No tengo problemas para el discurso, me gusta conversar, pero en los tres minutos de una canción suelo decir mucho más que en dos horas de conversación.
Por eso es una experiencia espiritual, porque hay una conciencia de unidad. Esa sensación de que somos uno con una misma voz…
Es que todos hacemos un esfuerzo muy grande para un concierto presencial. Nosotros, del lado de la producción, con los ensayos, la preparación y el diseño del concierto. El público también hace un esfuerzo muy grande: económico, para pagar la entrada, o logístico, para acomodar sus cosas y poder ir ese día, o incluso viajar. Es una movida muy grande la que todos hacemos para encontrarnos en ese momento. Entonces, cuando estamos en el concierto, me encanta tener la sensación de que el espectáculo lo hacemos entre todos.
¿Cómo trabajás tu propio instrumento?, ¿cómo hacés para mantenerte sintonizado?
El canto es para mí una herramienta de armonización emocional muy importante, desde siempre. A la mañana, cuando despierto, siempre vocalizo. Es muy importante porque es mi manera de proteger mi instrumento para lo que resta del día. Al mismo tiempo, también tiene un sentido de armonización, energético y emocional, porque el canto necesita de un trabajo de mucha consciencia presente, de estar muy consciente de todos los elementos y las partes del cuerpo que entran en funcionamiento para generar el sonido. Además de vocalizar, que es como una meditación para mí, también medito, practico yoga y hago terapia, pero la verdad es que son herramientas más de autoconocimiento que otra cosa. Me parece que, al final, la clave es estar lo más armónico posible, lo más centrado posible, lo más presente posible, porque yo vivo a diario cosas muy emocionantes y me gusta estar presente para poder disfrutarlas. Trabajo mucho en eso. Siempre se sorprenden cuando digo que soy muy ansioso, porque parezco una persona muy tranquila. Pero aprendí a lograr que mis ansiedades no me ganen, que no quiere decir que no estén. Es una elección y un trabajo de cada minuto.
¿Qué te genera ansiedad?
Viste que la ansiedad tiene muchas caras. Tiene un poco de inseguridad, tiene un poco de miedo, tiene un poco de todo. En mi caso, desde muy chico fui ganando la posibilidad diaria de trabajar con la creatividad, y cuando trabajás con la creatividad, tenés muchas ideas todo el tiempo respecto de todo, y cuando tenés una idea que te suena y te resuena muy bien, querés verla ahora mismo. Entonces, ahí viene el trabajo consciente y constante, de decir: “La idea está bien y va a llegar a buen puerto, pero hay un proceso natural”. Hay un camino y aprender a recorrer ese camino es lo que me ha convertido en una persona más bien tranquila, pero si no, mi mente está generando constantemente ideas.
¿Hay alguna revelación personal con la que hayas estado vibrando últimamente en este tiempo de pandemia?
Me parece que la de la introspección, porque creo que este tiempo ha generado un ejercicio de introspección casi forzoso para todos. Están quienes se entregaron a ese trabajo y quienes no, pero seguro estuvieron ahí aunque sea cinco minutos. Porque lo que está pasando nos moviliza a todos y nos hace replantear un montón de cosas en todos los órdenes: internos, personales, familiares, sociales. Me parece que la introspección es una palabra clave en estos tiempos.
Te gusta mucho leer, ¿qué encontrás en la lectura como hobbie?
Entré a la lectura por Víctor Heredia, a quien le mostré mis primeras canciones cuando tenía 19 años. Él las escuchó y me dijo que le parecía genial que compusiera y me preguntó si leía. Le dije que no. Me dijo: “La lectura te va a hacer conocer distintas formas de ver y de decir las cosas. Va a llegar un momento de la vida en el que vas a tener muchas cosas para decir y pocas palabras para decirlas”. Al otro día me compré El Padrino y me fui metiendo cada vez más. Leo de todo. Encuentro que la lectura es de las pocas cosas que, junto con la música y mi familia, logran realmente abstraerme. Son las únicas tres formas de poder detener la cantidad de ideas que tengo en mi cabeza todo el tiempo.
Cuando estuviste con covid, ¿cómo lo transitaste?
Lo que más me angustiaba era la incertidumbre. No estamos acostumbrados a transitar una enfermedad de este estilo encerrados y solos. En general, soy de esos que le quieren poner razón a todo lo que pueden. Pero cuando hay situaciones que no puedo procesar a través de la razón, también soy un hombre de mucha fe, entonces solo supe respetar los procesos y dejarlos ser. Me daba cuenta de que estaba angustiado y que por momentos no la pasaba bien en ningún orden, pero, simplemente, estaba. No considero que haya que nadar todo el tiempo. A veces hay que dejar que la corriente te lleve hasta cierto lugar o que haga su trabajo.
¿Y sentiste también esto de la conexión humana, de la red?
Sí, y creo que mi disco nuevo también es un reflejo de esto. Y no solo por lo que ya conté de lo que me pasó por dentro, sino también en lo artístico. Todas las canciones fueron escritas con otros autores y compositores. El disco lo coprodujeron cinco productores distintos, lo grabaron músicos de distintos lugares del mundo y hasta tiene cuatro cantantes invitados. Se convirtió en el disco más compartido de mi vida. Que lindo esto como símbolo de lo coral, lo colaborativo, donde uno se diluye en el fluir de talentos de otros. Estaba bastante convencido de que uno solamente podía conocerse a través de sí mismo. Pero también aprendí que las personas en las que uno confía también lo ayudan a uno a construirse, a reconocerse y a conocerse. Las relaciones que tenemos, y la calidad y el tipo de relación que tenemos con los demás, hablan mucho de nosotros mismos. Durante todo este proceso personal y musical, escuché a las personas que amo y a mis colegas hablar de mí, no desde un punto crítico, sino como si yo estuviera hablándome a través de ellos. Eso fue hermoso.
Maquilló Vero Fox. Agradecemos a Ana Franco, Zorzal del Vaga, Terán, God With
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