Natalia Meta: «Muchas cosas extrañas no necesariamente están fuera de este mundo»
cine y series
No es una adaptación de la novela y si alguien va a verla esperando una película de terror tal vez se decepcione. Le parece importante hacer esta distinción: «Siempre trato de aclararlo porque quienes sean fanáticos del libro y la vean se van a sorrender».
Cuando «El Prófugo» termina, probablemente sientas que te recorre una sensación bastante indescriptible. Tal vez entre la oscuridad y la mística del cine algo se apodere de una parte tuya, de forma sutil, imperceptible. Y sea esa metamorfosis, la que te lleve a un camino de interrogantes, muchos sin respuestas.
«Siento que la película tuvo un nivel de recepción donde el espíritu que yo quería trasmitir, se plasmó» – cuenta la directora Natalia Meta a Filo.News – «Muchos me comentaron que salieron de verla con ganas de comparar impresiones. Y ese era el efecto que quería: que quedara abierta la posibilidad para otra interpretación «.
Natalia eligió a Érica Rivas para que en ella se metiera Inés, una cantante que trabaja doblando películas coreanas, e intenta seguir con su vida mientras afronta el shok de un episodio traumático que sufrió mientras estaba de vacaciones con Leopoldo (Daniel Hendler), un tipo con el mantiene una relación -que afirma- desde no hace mucho. El paisaje paradisíaco de México se empieza a contraponer con la realidad que los personajes viven y la tragedia hará lo suyo, dejando una marca en ella, la grieta por donde pasen pesadillas que no comprende pero recuerda.
Está inspirada en la novela El mal menor pero su historia trasciende de las páginas de CE Feiling. «Leí el libro por recomendación de mi amigo, mentor, editor socio de La Bestia Equilátera. Me encantó, no me imaginaba que la podía hacer yo. Incluso llegué a pensar que debería dirigirla otra persona más afín al género de terror pero después, me comenzó a seducir la idea y también el encontrarle un camino distinto sobre los prófugos, seres que migran de los sueños a la vigilia y buscan encarnarse», cuenta.
Es un concepto presente en la novela pero Natalia lo volvió el título de su historia, el eje. «Le dí una vueltita un poco diferente. Hay mucha diferencia entre la película y el libro. Sobre todo porque si bien toma elementos del terror, digamos que es más sobre miedo, como dice Ricardo Piglia en el magnífico prólogo del texto de Charly Feiling» , detalla.
Para contar esta historia, Natalia convocó a un elenco de talentos. Y así como la novela, se inspiró en las actuaciones de cada una y uno en determinadas películas. «Es cierto»— coincide—»Los había visto en muchísimos papeles pero estos fueron los que me llamaron la atención».
Érica la convenció en «La Cordillera» ; por cómo «mantuvo el misterio» -y yo agregaría «Los Sonámbulos» (pero puede que las fechas hayan producido los proyectos muy seguidos)-. «Incluso la propia centralidad que tiene su personaje en la trama pero que ella la lleva sin ponerla sobre el tapete, me pareció perfecto para este personaje», destaca.
A Nahuel Pérez Biscayart lo vio en la francesa «120 latidos por minuto», donde muestra «ese lado angelical que no está tan presente en otras de sus películas». Papel por el que obtuvo varios reconocimientos entre ellos el Premio Cesar a Mejor Revelación Masculina y el European Film Awards a Mejor Actor.
Daniel (quien repite su trabajo con Érica luego de «Los Sonámbulos», que también establece una frontera interesante en el vínculo que mantienen sus personajes) fue una propuesta de Mariana Mitre y Laura Paredes, quienes trabajaron en el casting de la película. «Es impresionante el trabajo que hace», resalta Natalia, quien había trabajado con Flor Dyszel (la vecina y la dueña de una de los parlamentos favoritos de Natalia, que rescató de la novela, el de los ta-qui-tos) en un corto donde la dirigió.
Mirta Busnelli (la actriz Adela) fue difícil «porque tenía que ser un personaje muy creíble, y ella tiene toda esta idea de ser un poco bruja así que lo hizo fantástico». Su personaje en realidad estaba pensado para Nelly Prince, porque debía ser mayor, pero finalmente no pudo continuar debido a su salud y sus escenas volvieron a grabarse con Mirtha. Y así siguieron las búsquedas: Cecilia Roth (como la madre Marta), Guillermo Arengo (el director del coro), Agustín Rittano (como Nelson), y Gabriela Pastor (como la azafata).
«Fueron búsquedas muy difíciles porque realmente tenían que ser personalidades que pudieran trabajar con lo sobrenatural de una manera natural y que manejaran no sólo el suspenso sino el humor. Siempre traté de manejarme con una especie de frontera donde el humor estuviera de alguna manera presente», menciona.
Algo de esa frontera se quiebra actuando. Cuando se abre el telón, o enciende una cámara, cuando un docente da la señal, o cuando reciben un guión: el personaje es quien aparece, y quien tomará poseción del cuerpo hasta lo que dure la escena.
Con el sonido sucedió algo similar. «El sonido parecía como un buen lugar para pensar cómo podían entrar los prófugos porque es incorpóreo. El sonido no cambia su naturaleza, no como la vigilia o el cine. De ahí inventamos un montón de cosas», asegura.
Además de ser algo que distingue a la película aún más de la novela, es uno de los recursos esenciales de la cinta. No sólo por las melodías que emplea sino por los ruidos que involucra, las voces del coro que especifican su ubicación según el registro, la vibración que irradian los encuentros, la riqueza del método de doblaje como un trabajo no sólo interpretación sino de traducción y apropiación de sentido, donde el rol es prestar la voz para alguien más.
«Tuve una experiencia muy larga haciendo doblajes en la película anterior»— revela Natalia en referencia a «Muerte en Buenos Aires». Recuerda que le «impresionaba» -y usa estas palabras- el método casi milimétrico con la imagen que logran los actores. «Entran como en una especie de situación hipnótica: como si al imitar la expresión, enseguida les sale la voz y encuentran el tono; y cuando terminan es como si salieran de un trance«, reflexiona.
Y se percibe así en la película, cómo inquieta ver lo concentrada que está Érica a través de Inés en el film coreano que está doblando, y una vez que dijo sus líneas, el cambio abrupto de expresión.
Muchas escenas se grabaron en el CCK (Centro Cultural Kirchner) dentro del órgano -que los personajes deben afinar y- que como advierte Alberto (Nahuel) el calor de los cuerpos podría alterar su función. Y cabe agregar, el cierre con «Amor» de Los Auténticos Decadentes junto a Mon Laferte.
«El Prófugo» es la segunda película de Natalia y la primera argentina en llegar a los cines post cuarentena, aunque su estreno llegó mucho antes. Su presentación mundial fue en la Competencia Oficial del Festival Internacional de Berlín (2020), y tuvo su premiere en la última edición de la Berlinale being una de las producciones latinoamericanas más destacadas. Además, participó de Festival Internacional de cine de San Sebastián, el Festival Internacional Karlovy Vary, Festival de Cine de La Habana, el Festival Internacional de Cine de Londres, entre otros, entre otros eventos y sin dudas se trata de una película que lleva el sello creativo de su autora.
¿Entonces si no es una película de terror de qué es? cuán significativo y tentador resulta para los seres humanos buscar las definiciones a todo, pero especialmente hacia aquello que parece escaparse del orden cotidiano, que se escurre entre los límites blanco-negro y ofrece una ambivalencia entre fronteras que se suponen opuestas.
Por momentos inquietante, profunda en sus vínculos, intangible como el sonido. «El Prófugo» es como eso que experimentás cuando no estás completamente dormida, cuando te pareció haber visto algo pero no estás segura si tenías los ojos abiertos. Es la gracia genuina y a la vez la risita nerviosa. Es esa falta de certezas. El sol que llega después de la tormenta, con toda su humedad también. Es ese parpadeo que busca volver a mirar para no flashearla. Es la puerta entreabierta, con la curiosidad que despierta. La guitarra a la que se le sale una cuerda. El llamado por nuestro nombre cuando caminamos por la calle, pero que al voltear no encuentra a nadie. Es la sonrisa fugaz de un recuerdo. Es el estado de ensoñación del amor y las pesadillas pero ¿no son los sueños a lo que nos referimos para contar algo lindo, a lo que llamamos a ese estado de felicidad idealizada? Es ese tiempo líquido como los relojes de Dalí.
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Los sueños parecieran ser un territorio donde todo vale. Históricamente desde el arte plástico, artistas aplicaban sus propios métodos para «ir más allá». También, Inés le dice a Leopoldo «lo único que falta es que además me controles lo que sueño». ¿Cuánto te atrae ese «más allá», lo inmanejable del inconciente? ¿y cómo fue emplearlo en la película sin los detalles que tiene el libro?
Ese era un tema, no quería que la película resultara demasiado hermética, que no se cierren las explicaciones, y aparezcan los enigmas. Eso creo que ayudó mucho a que la película no necesitase explicar tanto sino que se sostuviera en ese misterio.
No sé si todo vale en los sueños, porque sino no nos despertaríamos, ¿no? Cuando la fantasía no logra operar del todo bien, ese sueño termina. Creo que si bien sentimos que tenemos certezas cuando estamos viviendo la vida que llamamos real, es con la sensación de incertidumbre con la que tenemos que convivir, queramos reconocerlo o no. Y el cine, o las artes son una forma distinta, que nos ayuda a darnos cuenta de esas cosas.
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¿En qué radica esa fascinación que tenemos quienes miramos por tratar de entender lo que vemos?
Me dediqué a pensar mucho sobre la falta de certezas con las que vivimos y lo difícil que es acceder a la verdad. Desde el siglo XX que ya quedó bastante claro: podemos tener una certeza en relación al amor pero no la ciencia nos prometió. A veces a la única certeza que llegamos es cuando nos equivocamos, es decir cuando aparece un contraejemplo.
Las definiciones son la forma que tenemos de comprender y comunicarnos; y me parece que en algún momento nos damos cuenta de que el sistema que con el que contamos para entender el mundo no es tan eficiente, y es natural que queramos buscar respuestas. Vivimos y habitamos el mundo, con un grado alto de incertidumbre.
Una vez una amiga me dijo que algo que pasa en la novela es que hay personajes que quieren mantener separados la vigilia de los sueños, y quizás eso es lo que habría que tratar de revertir: tomar conciencia de que no están bastante separados como uno creería.
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Hablando de conciencte-inconciente, en una película hay mucho de planificación pero ¿qué cosas se improvisaron o surgieron?
Una cosa que fue totalmente improvisada es el plano secuencia cuando Érica se asoma al balcón en México, grita y la cámara sigue hasta el cielo. Eso fue increíble porque la grabamos con un dron que se alejaba hacia el mar para poder dar la vuelta y hacer la siguiente toma. En un momento nos dimos cuenta con Bárbara Álvarez, una fotógrafa totalmente maravillosa, que era una toma magnífica, así que la incluimos.
Cosas que pasaron: desde comentarios divertidos de Dani –quien grabó a capela la escena del karaoke, y con otra canción a la guionada-, hasta pasar mucho tiempo en el órgano real del CCK para lo que Nahuel se entrenó muchísimo con el afinador.
Hay un montón de escenas que me encantaría que estuvieran, pero por cuestiones de ritmo, o que adelantaban mucho, las tuve que sacar con muchísimo pesar. En la anterior puse algunos planitos al final y esta vez quise ser más disciplinada. Creo que podría hacer no sé si otra película pero sí un medio-metraje con las que quedaron afuera: Teníamos una donde Alberto llegaba a la casa de Inés en una especie de sueño y se mete debajo de las sábanas. Después la pesadilla con el sonidista era muchísimo más larga. Otra en que Inés iba a la ginecóloga. Más escenas con la madre y un desayuno que comparten con Alberto.
A eso, le sumo que las vacaciones a México se inspiraron en un viaje que Natalia tuvo con sus amigas, incluso, la guía de la excursión a la cueva, es la misma que acompaña el recorrido de la excusión. Y en experiencia de la directora también hubo un episodio con los murciélagos.
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Mencionabas el convocar actores o actrices que que manejaban de manera natural lo sobrenatural. En el caso de Erica que es una actriz que maneja sublimemente ese género ¿cómo fue hacerle la propuesta directamente a ella y trabajar también los matices del humor, en lo que también la hemos visto?
Estuve mucho tiempo preocupada por ofrecerle el papel y la verdad es que leyó el guión y enseguida se entusiasmó, lo que me dio muchísima confianza. Me ayudó muchísimo la investigación de cuestiones de sonido, en otras que tuvieran que ver también con la posesión, la gestualidad.
Trabajamos mucho el doblaje en neutro con la actriz Lourdes Cetrángolo. El neutro ese registro casi onírico, porque no se habla en ninguna parte, es como de otro mundo, pero igual a vez compartimos todos.
Buscamos muchísimo esas cosas que tienen que ver con lo extraño, pero que no necesariamente están fuera de este mundo; cómo se distorciona el sonido y lo aterrador que suena.
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También hay un contraste entre los modos de vincularse con los personajes masculinos, que surca entre la violencia y el enamorarse, de modo que no queda forzado como a veces sucede cuando se busca amoldar el relato a los debates actuales, ¿cómo trabajaste estas formas de binarismos?
Es una pregunta difícil. Eso ya está muy presente en la novela, y en la película quedó bastante fiel: su relación con Leopoldo, un hombre muy atractivo pero intrusivo, con el que ella se siente incómoda. No es alguien que uno pueda caracterizar claramente como podría ser un villano. Definitivamente no es agresivo en el peor sentido, pero sí tiene todas esas actitudes que tienen que ver la violencia de género, que es muy dura.
Algunos me dicen, «está presentado de forma simpática», pero la realidad es que la película es muy contundente en ese sentido, y muy pronto. Cosa que no pasa tanto, porque en general cuando se despliegan estas problemáticas suelen tener un desarrollo mayor. A diferencia del personaje de Nahuel -que si bien es muy distinto al personaje de Alberto en la novela- mantiene esa idea del hombre con el que ella mantiene gran afinidad.
Respecto del binarismo, me parece que la película trabaja todo tipo de oposiciones. Plantea un poquito eso de la fantasía y cómo opera muchísimo en los bordes y las fronteras, manifestando contradicciones. El punto de la película, desde mi punto de vista, es tratar de no resolver esas contradicciones, sino más bien vivirlas y encarnarlas.
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Otro personaje muy contundente es el de la madre, una que parece muy cariñosa pero que a la vez es controladora e infantiliza a Inés. Cuando aparece Cecilia hay un punto de inflexión interesante en la película. ¿Cómo lo trabajaron?
Cecilia hizo un trabajo magnífico con su personaje que si bien tiene un devenir distinto al de la novela, la personalidad de la madre y su relación de Inés está casi calcada. Fui muy fiel. La única diferencia es que son más parecidas físicamente, y que acá tiene un cierto contrapunto.
Trabajamos también cómo tenía que ser la gestualidad de ese personaje. Se logró algo muy lindo, que se sale un poco del naturalismo pero de una manera sinuosa.
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Otro gran tema que es el de la verosimilitud. Incluso Inés lo dice en una parte, cuando asegura «parece una pavada si te lo cuento así», ¿fue un desafío lograr que esa historia fuera creíble y que atrapara?
Era el gran desafío, pero también es el desafío permanente cada vez que hago una película. Y uno de los más grandes del cine y cuando se cuenta una historia: que el espectador se meta.
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El separarte de la historia original hace que la película sea más propia. Me gusta decir que es como un spin off de la novela.
Puede ser. Es una buena forma de plantearlo. La verdad es que la película atraviesa distintos géneros: tiene algo de comedia romántica, de thriller psicológico; muchos elementos de las películas de terror, pero más de lo que abordan lo inquietante, no tanto de lo gore.
Y también es una película sobre el deseo femenino, sobre las relaciones humanas. Porque nosotros hablamos de lo fantástico en la película, pero también tiene muchísimo que ver sobre nuestra realidad y relaciones personales, cómo se contrapone a nuestras fantasías y cómo esas fantasías van operando.
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En la presentación contaste que tu idea «era perderle el miedo a las películas de terror» y que viste «muchas para desarmarlas», para vos ¿el riesgo de encasillarla en una de terror era de alguna forma que no profundizara en otros elementos y cayera en clichés?
Una vez que me animé a incursionar en ese género, y empecé a ver películas de terror, descubrí que me encantan. Creo que algunas abordan clichés más que otras y quien vaya con la idea de que es una película de terror tal vez se decepcione. Yo fui por ese lado porque creo que tiene que ver con mi forma de ver el mundo.
Me parece importante rescatar esta cuestión: preguntarnos si es o no una amenaza a lo que le tenemos miedo. Quizás las cosas que nos asustan, no todas vienen a asustarnos, sino que la fuerza del deseo, lo extraño y lo inexplicable, es lo que nos aleja pero si lo dejamos entrar el final puede ser diferente al que pensamos.
Natalia es cineasta, Licenciada en Filosofía (UBA), fundadora de la editorial La Bestia Equilátera, junto con Luis Chitarroni y Diego D’Onofrio. Produjo cintas destacadas como «Un Amor» (2011) de Paula Hernández, «Las Acacias» (2011) de Pablo Giorgelli, ganadora de la Cámara de Oro del Festival de Cannes y «Zama» (2017) de Lucrecia Martel. Dirige a Érica Rivas y gran elenco en «El Prófugo», film que se proyecta en las salas de los cines argentinos.
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