Volatilidad en Wall Street: cuál es el impacto real de DeepSeek para el mercado
La tendencia más importante de las finanzas en los últimos 40 años es la aparición de estructuras industriales tecnológicas en las que el ganador se lo lleva todo. Vivimos en un mundo de network effects [efectos de red] y rendimientos crecientes a escala. En sectores que van desde el software para PC (Microsoft), las búsquedas en Internet (Alphabet), la venta minorista en línea (Amazon) y las redes sociales (Meta) hasta el hardware de consumo de alta gama (Apple), la mayor parte de los beneficios y la cuota de mercado han ido a parar a una sola empresa. No es más que una exageración moderada decir que lo único que ha importado a los inversores en las últimas décadas ha sido estar en el lado correcto de una o más de estas historias en las que el ganador se lleva todo.
Así que es natural que todo el mundo haya supuesto, deseado o temido que la próxima gran tendencia tecnológica, la inteligencia artificial (IA), tuviera aproximadamente esta estructura económica. Lo que ocurrió ayer en los mercados no fue una sorpresa inesperada, ni un pánico, ni el estallido de una burbuja. Fue el priceo de la posibilidad ligeramente más alta de que la IA no sea un juego en el que el ganador se lleva todo.
Siempre se pensó que la revolución de la IA sería como la invención del auto o del avión. Aquellas revoluciones dieron lugar a la creación de empresas enormes y rentables de forma duradera, pero también a mucha competencia, lo que garantizó que gran parte del valor creado fuera a parar a los consumidores y no a los accionistas. Ahora parece una posibilidad más significativa para la IA.
La mayoría de los lectores ya conocerán la noticia. DeepSeek, una empresa china de IA, ha lanzado un modelo de IA llamado R1, que es comparable en capacidad a los mejores modelos de empresas como OpenAI, Anthropic y Meta, pero fue entrenado a un costo radicalmente inferior y utilizando menos que los chips GPU de última generación. DeepSeek también hizo públicos suficientes detalles del modelo como para que otros puedan ejecutarlo en sus propias computadoras (pero no necesariamente lo suficiente como para que otros puedan recrearlo).
Esto supone tres pinchazos a la teoría de la IA de que el ganador se lo lleva todo. Desinfla la idea de que los mejores resultados de IA sólo podían conseguirse con los mejores chips y software de Nvidia; la idea de que sólo las empresas tecnológicas más grandes podían permitirse construir y ejecutar modelos de IA de alta calidad; y la idea de que sólo las empresas con sus propios modelos de IA podían ofrecer grandes aplicaciones de IA.
Lo que hizo que las acciones de Nvidia subieran como la espuma durante los dos últimos años fue su superioridad computacional. Sus chips eran mucho mejores para la IA. DeepSeek construyó el R1 con los chips más antiguos y lentos de Nvidia, que las sanciones estadounidenses permiten exportar a China. Esto sugiere que la puerta está abierta a otros competidores.

A continuación, el costo. Las grandes empresas tecnológicas parecían más o menos aisladas de la competencia en IA porque, se suponía, la única forma de crear un modelo de IA mejor era entrenarlo con más datos y más potencia de cálculo, lo que suponía un gasto enorme. El modelo final estaría entonces bajo el control de la gran empresa que lo construyó. La barrera de entrada era el dinero: por eso las grandes tecnológicas se han lanzado a gastar en centros de datos. Pero R1 sugiere que las empresas con menos dinero pronto podrán explotar modelos competitivos.
Por último, las aplicaciones. La «inferencia» es donde el usuario se encuentra realmente con la IA: preguntas respondidas, tareas completadas. Se suponía que cualquier aplicación dependería de los modelos y servidores de las empresas más grandes para la inferencia. Pero modelos como R1 podrían funcionar lo suficientemente bien, y hacer la inferencia con la suficiente eficacia, como para funcionar en los servidores de todo tipo de empresas que no necesitarán «alquilar» a una empresa como OpenAI.
Todo esto tiene grandes implicaciones. Pero aparte de Nvidia, los grandes perdedores de ayer no fueron las siete grandes tecnológicas. Los halos de IA de esas empresas siguen en su sitio. Los verdaderos perjudicados fueron los valores que están detrás de la emergente economía de los centros de datos. Constellation, la empresa de servicios públicos que cubre el centro neurálgico de los centros de datos del Atlántico medio, Vistra, el gran proveedor de energía del estado de Washington, y NRG, el mayor proveedor de energía eléctrica del noreste y de Texas, cayeron.
Amazon, Alphabet, Meta y Microsoft han invertido mucho en centros de datos de IA. Quizá hayan malgastado parte de ese dinero, pero ahora podrían gastar menos. Apple y Microsoft, cuya fortaleza natural podría haber sido la creación de aplicaciones para modelos de IA en lugar de los propios modelos, podrían incluso estar en una mejor posición.
La propia Nvidia no está de rodillas. Su lenguaje de codificación patentado, Cuda, sigue siendo el estándar del sector. Y el hecho de que el modelo DeepSeek sea más eficiente no significa que los modelos más ligeros no se beneficien de la mayor potencia de cálculo que ofrecen los mejores chips de Nvidia. Aunque sus acciones cayeron ayer casi un 17%, eso sólo las devuelve al nivel (muy, muy alto) de septiembre.
No hay que exagerar la reacción del mercado al R1. El Nasdaq cayó un 3%. Fue un mal día, no un ataque de pánico. La idea de que el ganador se lleva todo está herida, no muerta. La burbuja de la IA, si eso es lo que es, puede explotar, pero no explotó ayer. Ni por asomo.
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