Vaca Muerta y la ironía del Estado grande con ciudadanos pobres
La grieta de los argentinos no es ideológica sino fiscal: a la derecha tenemos una pequeña cantidad de ciudadanos que todavía vive del sector privado y a la izquierda se acumula una creciente cantidad de votantes que subsiste a partir de las dádivas de un Estado quebrado que se alimenta de un sector privado en claro proceso de extinción cotidiana.
Hace décadas que Argentina va convergiendo a un sistema comunista con un claro patrón: aumento de pobreza. Me preocupa en este contexto una nueva sarasa argenta orquestada por nuestra siempre presente y privilegiada clase política «opositora»: «si desarrollamos Vaca Muerta no hace falta achicar el gasto». Otra vez más, la política anda con ganas de seguir gastando, una y otra vez, se escucha el mismo tango populista.
Vaca Muerta puede ser una enorme oportunidad de crecer en el sentido que significa un recurso único en el planeta. Pero también es cierto que tenemos una Pampa Húmeda gigantesca, también única en el planeta y aun así supimos dilapidar cada recurso generado convirtiéndonos en un país pobre cuando podríamos estar disfrutando cómodamente la suerte que nos dio la geografía.
De esta forma así como Vaca Muerta nos daría una chance de recomponernos nuevamente también es cierto que Vaca Muerta podría financiar cien largos años de una nueva ola de populismo. Y es en este contexto donde escucho personajes opositores sugiriendo la noción de un «Estado grande» y no hago otra cosa que imaginar cómo desperdiciaremos otra chance única en nuestra historia.
Argentina es el ejemplo perfecto de la ironía del «Estado grande», un Estado «tan grande» que ni siquiera puede satisfacer lo básico de un «estado chico»: «con la democracia se come, se cura y se educa, nos contaban en 1983». A la «oposición» me permitiría sugerirle: achiquen el gasto, todo el resto es sarasa electoral. Y en este contexto me pregunto: ¿por qué la dolarización es una pérdida de tiempo? Porque la raíz de todo nuestro drama es fiscal, es así de simple, si no corregimos la raíz de nuestros dilemas, el resto será irrelevante y no funcionará.
En un escenario optimista el próximo presidente podría llegar en 2027 a una inflación de 50% anual. Repito, escenario optimista y lo comento a la amplia mayoría de argentinos que se desentienden de la coyuntura y creen que en 2024 arrancamos de cero. No hay magia en el futuro que se nos acerca y lo que se viene inexcusablemente requiere una severa cirugía fiscal. Pero una parte de la «oposición» intenta instaurar la noción de que se puede tener un «Estado grande» en tanto y en cuanto sea eficiente.
El relato del «Estado grande y eficiente» quizá pueda aplicar a economías como Noruega, Finlandia o Dinamarca con más de un siglo de disciplina fiscal probada y sistemática. Pero para una nación como la Argentina con crónico exceso de gasto público termina siendo otra excusa más para seguir bancando a un Estado enorme e improductivo que con su tamaño desplaza al sector privado generando pobreza.
Es importante que si cada sector de la oposición tiene un plan lo defina explícitamente y le cuenten al votante por dónde van a reducir el gasto público, ¿o de eso no se habla porque se piantan votos? No puede haber cirugía fiscal sin dolor y no puede haber recuperación económica sin cirugía fiscal.
Wall Street viene disciplinando a la Argentina en su crónica costumbre de gastar de más aspecto que se observa claramente en la cotización de sus bonos soberanos los cuales exhiben uno de los más altos niveles de riesgo país del planeta implicando que el financiamiento externo está cerrado para la Argentina. La lluvia de dólares que pulula en la imaginación de unos cuantos personajes opositores es solo eso, una formidable elucubración psiquiátrica que no se condice con lo que efectivamente enfrentará el próximo mandatario.
Argentina es el país del «Estado Grande» y de los ciudadanos pobres. La noción de un Estado eficiente versión noruega aplicada a nuestro país no es más que otra excusa para evitar una cirugía que será ineludible para el próximo mandatario. Dejemos de perder nuestro tiempo con cambios alucinógenos de monedas y discutamos de una vez lo único que importa: achicar al Estado en todas sus expresiones. Nada funcionará si no adelgazamos rápidamente a este país de «Estado Grande», opositores gordos y ciudadanos pobres.
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