Un «recalculando» sin reservas y sin tiempo
Las reservas internacionales netas cerraron el 21 de enero en u$s 1520 millones que, descontando los DEG y el oro, implican reservas netas líquidas negativas de u$s 2570 millones. Es el menor registro desde fines del año 2015. El margen de acción con el que cuenta el Banco Central para actuar en el mercado de cambios es prácticamente nulo y solo en los próximos diez días el gobierno debe enfrentar pagos por un total de u$s 1100 millones. ¿Pagará?
Entramos en zona de importantes definiciones, las señales políticas fueron erosionando la probabilidad de acuerdo con el correr de los días. El vencimiento de u$s 2838 millones de marzo quedó muy lejano. Los deadlines se acortaron.
Sabido era que el año 2022 iba a ser un año muy exigente en materia económica. No sólo por la necesidad imperiosa de reestructurar la deuda con el Fondo para despejar el frente financiero. Si no también porque el Covid-19 sigue condicionando a la economía mundial, está aumentando la tensión geopolítica en diversas partes del planeta, la Reserva Federal llevará adelante todo el proceso de reversión de estímulos monetarios y las condiciones climáticas adversas pueden recortar severamente la cosecha. Pero la mayor exigencia, se sabía, vendría por el frente económico interno.
La estrategia que el Gobierno implementó para forzar y acelerar la recuperación en 2021 no solo no consiguió votos y dilató el acuerdo con el FMI, sino que además postergó correcciones macro, profundizó desequilibrios y dejó a la economía en una situación de extrema fragilidad. No sorprende en este contexto el planteo oficial buscando culpables a través del falso dilema entre continuar con la «milagrosa recuperación» o acordar con el FMI y ajustar: «El FMI puede perder legitimidad si empuja a Argentina a una situación desestabilizante». Un pequeño inventario de la autoherencia de Alberto Fernández en la mitad de la gestión permite dar cuenta de que la economía argentina ya se encuentra en una situación desestabilizante y la recuperación es insostenible bajo estas circunstancias.
Por el lado fiscal, pese a la mayor inflación, la mayor presión tributaria, los excelentes precios de los commodities y el aporte solidario, el déficit primario terminó en 3,1% del PBI y el total en 4,7%. El gasto primario aumentó fuertemente en estos dos años, terminando 16% arriba en términos reales respecto del 2019 ($1,4 billones); el mayor crecimiento vino por el lado de los subsidios económicos, con un aumento de 94% en términos reales. Esta magnitud de déficit fiscal, que implica un rojo de u$S 22.000 millones para el Estado Nacional, está en el centro del desacuerdo entre el gobierno y el FMI y es un punto tan relevante para el organismo que difícilmente se pueda lograr un acuerdo sin zanjarlo.
Por el lado monetario-financiero, los bonos poscanje se siguen hundiendo, algunas tasas superan el 29% en dólares, el riesgo país sigue aumentando y ya se encuentra cercano a los 2000 puntos dando cuenta de una agudización de la crisis de confianza y de un acuerdo con el Fondo que se aleja. Con este escenario, y a pesar de algo de deuda en pesos en el mercado doméstico, el BCRA sigue monetizando fuertemente la economía. La base monetaria se triplicó en dos años y los pasivos remunerados se cuadruplicaron, pasando de $1,2 a $4,7 billones entre 2019 y 2021. Y ya no es la pandemia: solo en el último trimestre del 2021, el BCRA emitió $1,2 billones (casi 3% del PBI) para asistir al Tesoro, y los intereses de los pasivos remunerados del BCRA totalizaron $1,35 billones en el año. El fuerte anclaje cambiario y tarifario fue incapaz de contener semejante aluvión de pesos lo que explica que la inflación cerrara el año en 50,9%, con una importante distorsión de precios relativos que en breve deberemos solucionar.
Por último, y a pesar de una liquidación récord de agrodólares gracias a los excelentes precios internacionales, el frente externo muestra un mercado cambiario que está crujiendo. En un esquema de desdoblamiento múltiple, los tipos de cambio paralelos siguen absorbiendo toda la inconsistencia macroeconómica y ya se encuentran en la zona de $ 220, con brechas que oscilan entre 100% y 120%. El saldo comercial terminó superavitario en u$s 14.700 millones, acumulando u$s 27.286 millones en dos años, pero el esquema cambiario impidió que el BCRA pueda acumular reservas en dicho periodo. Por el contrario, a pesar de todos los controles de cambios y frenos a las importaciones, el BCRA perdió u$s 4800 millones de reservas brutas y u$s 9.800 millones de netas en dos años quedando en una situación de extrema fragilidad y vulnerabilidad cambiaria.
Ante este cuadro de situación el dilema del oficialismo no pasa por continuar la recuperación o ajustar acordando con el FMI, como plantea un sector propio, si no en rectificar el rumbo político y estabilizar la macroeconomía. Un «recalculando» que permita evitar una nueva crisis económica que agudice el cuadro estanflacionario que ya lleva más de diez años. Transitar este recorrido requiere indefectiblemente seguir cumpliendo con los compromisos, armar y presentar un programa macroeconómico consistente y acordar la reestructuración con los organismos internacionales.
Se está terminando el primer mes del año y no solo seguimos sin «Plan Plurianual», si no que cada día que pasa estamos más lejos de acordar con el Fondo, de estabilizar la macro y de lograr darle sostenibilidad a la recuperación pospandémica. A la falta de programa económico y de confianza que ha caracterizado a la actual gestión se agregó ahora que ya nos quedamos sin reservas y sin tiempo.
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