Un «peor es nada» con el FMI
El acuerdo con el FMI como programa económico es insuficiente para lograr que la Argentina salga de la estanflación en la que estamos metidos hace una década.
En cuanto a los desequilibrios económicos, el acuerdo establece pautas muy graduales para ir corrigiéndolos y la mayor parte del trabajo queda para el próximo gobierno. O sea, que es limitado en cuanto a la solución de los desequilibrios económicos. Pero, sí resuelve la cuestión de los vencimientos de deuda extranjera. Eso es lo que se pudo lograr. Porque debido a una mezcla de debilidad política y mal diagnóstico económico, postergar los vencimientos de la deuda era el único interés de la actual administración y eso es lo que se alcanzó. A cambio, el Gobierno argentino y el FMI acordaron un set de objetivos, que intentan impedir un mayor deterioro. Todo lo demás quedará para el próximo período presidencial.
El acuerdo con el FMI se basa en cuatro pilares: bajar el déficit, reducir la emisión monetaria, acomodar un poco las tarifas para poder reducir los subsidios y postergar los pagos de deuda externa. Todo bastante razonable, pero básico, es lo mínimo que cualquier programa en Argentina debería tener. Dadas las dificultades políticas, de diagnóstico y de gestión económica que tiene el Gobierno, es lo que se pudo lograr.
El acuerdo es un Esquema de Facilidades Extendidas (EFF), según lo define el FMI, que tiene por característica central la exigencia de reformas estructurales y un plazo más largo de pago. Mientras que el crédito de los acuerdos Stand-By, como el que obtuvo Macri, se paga en períodos de entre 3 y 5 años, éste permite extender dicho plazo a 10 años. Originalmente estos acuerdos buscan asistir a los países que enfrentan graves problemas en la balanza de pagos y, en consecuencia, exige un conjunto de reformas estructurales en materia fiscal, monetaria y cambiaria durante el plazo de préstamo. Pero las reformas brillan por su ausencia y la única razón para lograr este tipo de acuerdo fue el plazo.
El programa presentado por el Gobierno implica una reducción del déficit primario a 0,9% en el 2024, con una reducción de 0,5% al año en 2022, 0,6% en 2023 y 1% en 2024. La mayor parte de esta reducción vendría de bajar el gasto en subsidios, que según el acuerdo bajarían en 0,6% del PIB. Ello se lograría con una combinación de aumentos de tarifas y reducción del costo de la energía proveniente de Vaca Muerta. Naturalmente, esto último puede complicarse si los precios de la energía importada no bajan para julio/agosto. Igualmente, el acuerdo, hace mención a este riesgo. Con lo cual, hasta podría incumplirse la meta fiscal siempre y cuando el desvío provenga del costo de importar energía (si es que la guerra permite importarla).
En materia monetaria, el acuerdo es algo más duro. En dos años el Gobierno debe eliminar la emisión monetaria para financiar al Tesoro y si bien quedan abiertos algunos agujeros legales en este sentido (como el financiamiento mediante encajes), el mayor problema de este esquema es el mismo que sufrió Macri al comienzo: la combinación de una política fiscal más laxa con una política monetaria más rígida y financiamiento externo (en este caso se buscará financiamiento de Organismos Internacionales), que en esta ocasión empeora por la baja credibilidad. En efecto, este mecanismo puede que fortalezca las reservas, pero igual terminará emitiendo dinero que el mercado no desea.
Cuando se toma deuda externa para financiar el déficit fiscal, entran dólares a la Argentina sin que haya un aumento en la demanda de pesos, como sí sucede cuando entran dólares para inversión. El Tesoro no necesita dólares así que se los vende al Banco Central quien emite pesos para comprarlos. Si bien esos pesos están más respaldados, lo cierto es que la demanda de pesos no necesariamente cambió (se podría argumentar que si ese dinero se usa para inversión pública eficientemente, habría más crecimiento en el futuro y eso elevaría la demanda de dinero a futuro, pero es estirar demasiado el argumento), con lo cual su efecto inflacionario tampoco. Otra forma de verlo, es pensar que el Banco Central sigue financiando el déficit fiscal con emisión monetaria, pero se endeuda para conseguir reservas.
Por otra parte, al tener una política fiscal más laxa y baja credibilidad, es muy difícil pensar que el mercado no descontará emisiones futuras para financiar al Tesoro. O sea, para que la inflación baje no solo es necesario que no se emita dinero hoy para pagar el déficit fiscal sino que el mercado crea que tampoco se va a emitir en el futuro. Pero si la política fiscal es muy laxa hoy y se financia parcialmente con deuda y se deja el ajuste fiscal para más adelante ¿por qué el mercado va a creer que no habrá emisión en el futuro? Sobre todo si para financiar los déficits actuales se toma deuda externa que para pagarla puede requerir menos reservas o más emisión. Incluso, esto puede llevar a futuro a un salto devaluatorio/inflacionario mayor, como pasó en el caso de Macri. Lo mismo sucede con la deuda del Banco Central.
El acuerdo resulta muy débil como programa económico. Le faltan reformas estructurales para resolver de largo plazo, sí trata de «aguantar» los problemas de mediano plazo para que no empeoren (déficit, tarifas, etc.) y sí posterga el tema de los vencimientos en moneda extranjera que se nos vienen encima antes de fin de mes.
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