Ningún fundamentalismo ayudará a sanar la economía argentina
A la Argentina no le conviene hablar de fundamentalismos, porque es una invitación a sostener grietas que deben desaparecer para dar lugar a un país que debe recuperar su futuro.
El vocero presidencial llamó a los organizadores del paro general de ayer «fundamentalistas del atraso». Es válido sostener que la CGT se ganó el enojo oficial, porque ya apeló a la herramienta de la huelga dos veces en menos de cinco meses de gestión. Su actitud dual hace difícil sostener una relación «normal» con el sector sindical. El Gobierno los citó a la Casa Rosada (a donde concurrió toda su conducción, sin anteponer condiciones) y escuchó los planteos que hicieron llegar para moderar el capítulo laboral de la Ley Bases. Pero poco tiempo después de escuchar sus argumentos e incluso convalidar sus pedidos para habilitar algunas paritarias relevantes, como la de Camioneros, el paro fue la fórmula que encontraron para no tener que enfrentar sus propios desacuerdos internos.
La administración Milei tampoco encontró la fórmula adecuada para pararse frente a los gremios. Su plan de recorte feroz del gasto y licuación de los ingresos se sintió rápido en los bolsillos. Pero los sindicatos quedaron dentro de la estrategia oficial de confrontación, incluidos en el paquete anticasta prometido hace dos meses que la Casa Rosada promete ahora desempolvar.
El problema es que en política económica el fundamentalismo tampoco ayuda. Más aún cuando el plan de acción a aplicar apuntaba a medidas de shock, un camino que activa todos los frentes de conflicto posible, en simultáneo.
El Gobierno todavía está probando algunos esquemas de sintonía fina que permitan moderar sus pasos iniciales. El ministro de Economía reaccionó frente a los aumentos de las prepagas, y moderó parcialmente los ajustes de luz, gas y naftas (en realidad, solo postergó la actualización). En otros frentes, empezó a probar esquemas de contención de costos productivos (al abaratar la importación de insumos) y también de mayor competencia.
Los empresarios se preguntan si la aparición de estas decisiones responde a una estrategia o son respuestas que buscan contener efectos de corto plazo. Por lo pronto, piden igualdad de condiciones. «Si algunos pueden importar con menos arancel, déjame exportar con menos retenciones», es la frase que se repite estos días.
Por el momento, la principal apuesta oficial apunta a lograr un sendero consistente de baja de la inflación. Es la única anestesia que tienen disponible, mientras sigue la cirugía sobre el maltrecho cuerpo de la economía argentina.
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