El Cronista @cronistacom: Mujeres líderes: ¿somos víctimas o protagonistas de nuestro rol?

Mujeres líderes: ¿somos víctimas o protagonistas de nuestro rol?

Laura entra a la sala de reuniones un lunes por la mañana. Es gerente de proyectos en una empresa de tecnología, y hoy la agenda está cargada: presentación de resultados, ajustes presupuestarios, estrategias para el próximo trimestre. Se sienta, abre su laptop y respira hondo. Sabe que no será fácil. En la mesa, la mayoría son hombres. Ella es la única mujer en un equipo de dirección. Mientras escucha las primeras intervenciones, siente ese nudo en el estómago que la acompaña desde hace años: ¿Mi voz tiene el mismo peso que la de ellos? ¿Me estarán escuchando de verdad?

En otra empresa, Ana, directora de marketing, se prepara para una reunión clave con el comité ejecutivo. Tiene una propuesta innovadora, pero duda. Recuerda la última vez que presentó una idea audaz: fue interrumpida varias veces, y al final, un colega masculino repitió su propuesta con otras palabras y se llevó el crédito. Hoy, Ana se pregunta si vale la pena intentarlo de nuevo o si es mejor guardar silencio y evitar el desgaste.

Dos mujeres, dos escenas, una misma disyuntiva: ¿ser víctimas o protagonistas de su rol? Esta elección no es exclusiva de Laura o Ana. Es una pregunta que muchas mujeres nos hacemos en nuestro camino hacia el liderazgo. Y es justo aquí donde quiero detenerme, porque esta decisión -ser víctima o protagonista- define no solo nuestro futuro profesional, sino también nuestra capacidad para transformar las organizaciones en las que trabajamos.

Liderazgo consciente: el punto de partida

Para entender esta disyuntiva, es fundamental hablar de liderazgo consciente, un concepto que Fredy Kofman desarrolla en su libro La empresa consciente. Según Kofman, la conciencia es la capacidad de aprehender la realidad, de estar atentos a nuestro mundo interior y al mundo que nos rodea. Ser consciente significa estar despierto, alerta, conectado con nuestras emociones, valores y fortalezas.

Desde esta perspectiva, el liderazgo consciente nos invita a mirarnos primero a nosotros mismos. ¿Desde dónde lideramos? ¿Qué valores guían nuestras decisiones? ¿Cuáles son nuestras fortalezas y cómo las ponemos al servicio de nuestros equipos? Este autoconocimiento es el primer paso para dejar de ser víctimas y convertirnos en protagonistas.

Víctima vs. protagonista: dos miradas, dos resultados

Kofman define a la víctima como aquella persona que solo presta atención a los factores sobre los cuales no puede influir. Es el líder que culpa al contexto, a la falta de recursos, a su jefe o a sus colegas por los fracasos. La víctima se siente impotente, atrapada en una narrativa de queja y resignación.

Por el contrario, el protagonista es quien presta atención a los factores sobre los cuales sí puede influir. Se involucra, asume responsabilidad y busca soluciones. El protagonista no ignora los límites del sistema, pero actúa dentro de ellos, desafiando el statu quo y agregando valor.

En el caso de las mujeres líderes, esta distinción es crucial. Vivimos en un contexto que, aunque ha avanzado, sigue siendo adverso en muchos aspectos. Las estadísticas lo confirman: según un informe de McKinsey, las mujeres ocupan solo el 21% de los puestos en los directorios de las empresas a nivel global. Además, enfrentamos brechas salariales, dificultades para conciliar la vida laboral y personal, y una falta de modelos de rol femeninos en posiciones de liderazgo.

Frente a estas barreras, es tentador caer en el papel de víctima. Podemos decirnos: «Es imposible llegar», «Si compito con un hombre, él siempre ganará», o «Voy a ser discriminada por ser mujer». Pero estas narrativas, nos limitan. Nos quitan poder.

En cambio, desde el lugar de protagonista, podemos decirnos: «Tengo las competencias para este rol», «Buscaré la manera de manejar los aspectos políticos», o «Siendo la única mujer en la mesa chica, haré aportes diferenciales». Esta mirada no niega las dificultades, pero nos prepara para enfrentarlas.

El desafío de ser protagonistas

Ser protagonista no es fácil. Requiere trabajo personal, autoconfianza y una dosis de valentía. Implica desarrollar competencias clave, como la visión estratégica y la inteligencia financiera, que según Susan Colantuono, CEO de Leading Women y autora del libro No Ceiling, No Walls, son fundamentales para que las mujeres lleguen a posiciones de liderazgo alto. Colantuono sostiene que, aunque las mujeres trabajan fuertemente en competencias como la empatía y la capacidad de influencia, muchas veces no logran dar el salto a posiciones de top management porque no desarrollaron aún su visión estratégica de negocios.

También implica construir redes de apoyo, buscar mentores y aliados, y trabajar en nuestra autoconfianza. Como dice Alice Eagly, profesora emérita de psicología en la Universidad Northwestern y pionera en la investigación del liderazgo femenino, las mujeres líderes tienen estilos de liderazgo más transformacionales, capaces de inspirar y motivar a sus equipos. Eagly, en un metaanálisis histórico de 61 estudios, demostró que las mujeres líderes son más propensas a personificar los valores de la organización e inspirar a sus equipos a seguir una misión común.

El rol de las organizaciones

Las empresas también tienen un papel clave en este proceso. Necesitamos políticas que promuevan la equidad, como licencias equitativas, horarios flexibles y programas de mentoría. Pero, sobre todo, necesitamos líderes -hombres y mujeres- que acompañen el desarrollo de las mujeres, que las escuchen, las acompañen y las desafíen a ser protagonistas.

La pregunta final es para vos, lector o lectora. ¿Te reconocés en el lugar de víctima o de protagonista? ¿Qué narrativas te contás a vos misma/o? ¿Qué acciones concretas estás tomando para liderar desde el protagonismo?

Como mujeres, tenemos el poder de transformar no solo nuestras carreras, sino también las organizaciones en las que trabajamos. Pero para lograrlo, debemos elegir ser protagonistas. Debemos asumir nuestros desafíos y construir un liderazgo consciente, auténtico y transformador.

El camino no es fácil, pero vale la pena.

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