El Cronista @cronistacom: Los consensos que la Argentina necesita

Los consensos que la Argentina necesita

Los analistas, y las investigaciones al respecto, consideran a los debates presidenciales como instancias no decisivas al momento de la definición del voto. Según un estudio del observatorio Pulsar.UBA del año 2019, independientemente de los efectos positivos que tiene sobre el conocimiento de las propuestas de los candidatos y que permite una cierta horizontalidad de la competencia política, la variación del voto post debate es mínima e incluso se tiende a licuar a los pocos días.

Sin embargo, más allá de este detalle, lo cierto es que tanto para la instancia de la elección general como para la segunda vuelta, fue inmensamente grande la atención que los argentinos prestamos a los debates presidenciales. Atención casi total de los medios de comunicación durante el día entero, ratings similares a los de la Selección Argentina, y todos hablando y analizándolo en los días posteriores. Esto sin contar las métricas en redes sociales, y el impacto que tiene en la producción de contenidos de campaña lo que allí se discute. Es decir, aun si no tienen impacto en la intención de voto, los debates sí condicionan la agenda de campaña en los días posteriores.

En esta oportunidad, como pocas veces, un coro casi unánime considera que el debate tuvo un claro ganador. Fue notoria la diferencia en la performance que realizó cada candidato y, probablemente por sus historias, lo preparados que estaban para afrontar este tipo de instancia. Varias opiniones de especialistas no descartan que el candidato del oficialismo haya incluso desacelerado el ritmo de sus intervenciones para no terminar generando un efecto bumerang de solidaridad con aquel que está siendo derrotado ampliamente.

Los riesgos que el debate no mostró

Cambio administrado o detonado, la pregunta final que sobrevoló el debate

De todos modos, el debate estuvo signado por la confrontación. Es ese tufillo a pelea de box que también le da, en parte, el atractivo de espectáculo deportivo. Salvo alguna referencia esporádica del candidato del oficialismo a la idea de un gobierno de unidad nacional, en general domina la idea de que existen dos propuestas antagónicas, sin puntos en común, y que la realización de una supone la eliminación de la otra. ¿Será realmente así?

Durante el debate, un viejo amigo, totalmente ajeno a la política, me escribió un mensaje a modo de pregunta: qué pasa si uno de los dos le propone al otro darse un abrazo y prometerse mutuamente que el día siguiente de la elección van a buscar cinco puntos sobre los cuales ponerse de acuerdo y que saquen a la Argentina de esta situación en que se encuentra.

Mucho se habla de la construcción de consensos y las políticas de Estado. Mucho se habla pero poco se hace. Probablemente el consenso democrático nacido a la luz del final de la dictadura militar sea uno de aquellos pocos ejemplos. El espanto sea probablemente lo que haya generado uno de los pocas políticas de Estado que, al menos hasta ahora, se ha mantenido inalterable desde el gobierno de Alfonsín. ¿Es que si no hay un factor externo que nos aglutine no podemos construir un piso mínimo de coincidencias? ¿Qué compatriotas la están pasando mal, hace tiempo y, con gobiernos de signo político diferente, no es razón suficiente para obligarnos a pensar más allá del corto plazo?

El ejercicio de la construcción de consensos requiere que quienes se sienten a la mesa estén dispuestos a sacrificar parte de sus intereses. Por lo pronto el ganador sacrifica parte de su agenda de promesas al electorado, y el perdedor corre el riesgo de que a quien está gobernando le vaya bien y estire su permanencia en el poder. Al mismo tiempo, también es cierto que vivimos en sociedades pluralistas y las diferencias le dan vigor a nuestras democracias. Corresponde preguntarse sobre qué temas sí se podrían alcanzar acuerdos de larga duración.

Un tema central de la agenda del próximo gobierno es sin duda el combate a la inflación. Pero ningún país se desarrolla sólo resolviendo el problema inflacionario. Entonces, qué pasaría si al mismo tiempo que se anuncian medidas urgentes para empezar esa tarea el nuevo presidente convoca a la oposición a debatir sobre cinco temas (este número es discrecional, podrían ser diez o tres) que, gobierne quien gobierne, los argentinos tengamos garantía de su continuidad. Van sugerencias sobre esta agenda.

La educación. Sin dudas uno de los temas estratégicos para cualquier agenda de desarrollo. La relevancia de este tema es central si pensamos en la construcción de una Argentina más integrada, al mundo y como sociedad. Argentinos más calificados permiten que nuestra producción sea de mayor calidad y más valor agregado, pero al mismo tiempo los trabajadores sean mejor remunerados. Con la memoria de haber tenido uno de los mejores sistemas educativos del continente pero al mismo tiempo atendiendo que la situación actual es otra, se debe discutir cómo mejorar la capacidades con las que salen los niños y jóvenes de los establecimientos educativos al mismo tiempo que se jerarquiza el rol de los docentes, a los cuales está bien exigirles mayor capacitación y compromiso pero a los que también hay que darles el lugar en la sociedad que la importancia de su tarea amerita. Si la prioridad es la educación, quienes educan también tienen que ser una prioridad. Educación bilingüe, programación, fomentar la lectura, horas extra de matemáticas, incentivos a los que elijan la carrera docente. Una agenda que trascienda los gobiernos, que ponga el énfasis en la calidad y que comprometa a las distintas fuerzas políticas y a los sindicatos.

Mejora de nuestros saldos de comercio exterior. Es un tema recurrente en las crisis argentinas. Hay que desarrollar una agenda que refuerce los incentivos a exportar de los sectores más dinámicos de nuestra economía al mismo tiempo que se construyen o refuerzan herramientas para que puedan salir al mundo aquellos que más valor le agregan a nuestra producción. Acuerdos entre empresarios y sindicatos que permitan mejorar los marcos normativos que regulan el empleo, en el que todos hagan apuestas de largo plazo más allá de eventuales pérdidas en tiempo presente. Reglas claras y estabilidad.

Política de explotación de recursos naturales. Una de las claves para resolver nuestro déficit de comercio exterior. Argentina tiene inmensas reservas de petróleo, de gas, de litio, de cobre. Hay que reforzar acuerdos ya existentes, construir nuevos marcos normativos que garanticen inversiones de largo plazo al mismo tiempo que se protege el ambiente en el que vivimos.

Modernización del Estado. Carrera, ingreso, diseño organizacional, tamaño de las plantillas, capacitación. Pero sobre todo, un énfasis puesto en el delivery de políticas públicas. No siempre los servicios que presta el Estado son buenos o malos por falta de recursos. Hablamos mucho sobre el tamaño del Estado y poco sobre la calidad del aparato estatal. Muchas veces no se sabe, no se puede, no se quiere. Hay que trabajar con la perspectiva de resolver estos problemas y que el Estado pueda prestar servicios de alta calidad. Hay que mirar hacia adentro, ver las experiencias exitosas y extenderlas hacia otros ámbitos. Hay que promover un uso racional de los recursos públicos y un compromiso de los partidos políticos al respecto porque no, con control del Congreso.

Finalmente, el sensible tema del desarrollo de instituciones más sólidas. Que requiere dejar de creer que siempre es el otro el que atenta contra su solidez, que la construcción de instituciones es una responsabilidad colectiva, y que requiere confianza entre los actores, y sobre todo construcciones de largo plazo. Justicia, inteligencia, presupuesto público, rol del Banco Central. Sólo algunos de los temas sensibles en los que los acuerdos interpartidarios y de largo plazo resolverían situaciones presentes de alta controversia y baja legitimidad.

Argentina se encuentra atrapada en un largo ciclo de estancamiento económico con alta inflación, cuyos nocivos efectos sociales son ampliamente conocidos. Salir de esta trampa, pero sobre todo para no volver a caer, requerirá de acuerdos amplios y, sobre todo, de un liderazgo político capaz de aportar la visión necesaria para devolver al país a la senda del desarrollo sostenido.

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