La regla del 4%: cómo se calcula el «número mágico» para jubilarse tranquilo
«Soñar no cuesta nada». Es cierto. Pero vivir el sueño, concretarlo, hacerlo propio, tiene siempre un precio.
Y, ¿quién no soñó con no tener que poner alarma, al menos, cinco días a la semana; no pasar más horas trabajando que disfrutando de hijos, familia y amigos, no estar siempre en un count down para las próximas vacaciones, que la vida no sea solo un intercambio de «tiempo por dinero», como define Robert Kiyosaki al empleo o trabajo tradicional?
Si esos sueños rondan, el sueño se llama «libertad financiera» o «poder retirarse rico y a tiempo», para poner energía en esos proyectos que, también, estuvieron en el mundo de las fantasías. Para algunos, será viajar sin fecha de regreso. Para otros, disfrutar una cabaña en la montaña, comprarse un barco, pasar horas con los hijos o los nietos, o darle rienda a ese proyecto o ese negocio que está en la mente, pero nunca hubo tiempo para probarlo en la pista.
Esta libertad financiera puede conseguirse. Otra gran noticia es que se trata «sólo» de un numero, un calculo, una formula que hace de bisagra. La mala noticia es que, una vez que se tiene el numero, hay que trabajar -y no sólo del modo tradicional- para alcanzarlo.
«El tema de las deficiencias de los sistemas previsionales es un problema global, debido a la extensión de la expectativa de vida y, a su vez, la menor tasa de natalidad, lo que reduce la población económicamente activa que financia esos sistemas», plantea de entrada Diego Deza, director de Retiro de WTW. «La Argentina no es la excepción a esa problemática biométrica y adiciona otro inconveniente de índole económico y social, que es el elevado grado de informalidad. Aproximadamente, entre un 40 y un 50 por ciento de la economía es informal y, por lo tanto, un porcentaje similar de los trabajadores no realiza aportes pero luego, a través de moratorias, acceden a algún beneficio, desfinanciando el sistema».
Dolores Liendo, líder de Wealth de Mercer para la Argentina, Uruguay y Paraguay, pone la situación en perspectiva: «La Argentina se encuentra en el puesto 42 del Índice Global de Pensiones. El índice compara 44 sistemas previsionales y cubre el 65 por ciento de la población mundial. Es más que evidente para los argentinos la necesidad de un plan de ahorro complementario a la Seguridad Social, para poder afrontar con dignidad la etapa pasiva, cuando los ingresos son menores».
Pasado a números reales y concretos, el sistema previsional argentino se financia con las contribuciones obligatorias a cargo del empleado, equivalente a 10,17 por ciento del salario sin tope, y con el 11 por ciento que aportan los empleados. Pero, en este punto, sí hay tope: $ 776.748 mensuales. Sobre ese máximo, el empleado no realiza aportes jubilatorios y, obviamente, tampoco será computado el excedente a la hora de calcular el haber al momento de retiro. Esto deja un gap muy grande a la hora de retirarse en quienes mayores ingresos tienen en actividad. La situación es peor, incluso, para quienes trabajan de forma independiente y aportan como autónomos, ya que, sin importar su salario en actividad, recibirán una jubilación muy cercana a la mínima.
Lo que se conoce como tasa de reemplazo, es decir, qué porcentaje del salario en actividad representará la jubilación, ronda el 50 por ciento para ingresos inferiores a $ 776.748 mensuales, pero baja al 30 por ciento en sueldos actuales de $ 1 millón y a 20 por ciento en los que cruzan los $ 1,5 millones.
Ahí es adonde las luces de alerta deben encenderse: quien hoy tenga un salario de, por ejemplo, $ 1 millón, que le permite mantener un determinado estándar de vida, cuando cruce la barrera que separa la etapa activa de la pasiva, faltarán cerca de $ 700.000 por mes. Si no tejió un plan B, estará lejos de que el retiro sea una etapa de disfrute.
Gabriel Chaufan, presidente de BBVA Seguros y profesor de la facultad de Ciencias Empresariales y del programa de Finanzas Personales del IAE Business School, de la Universidad Austral, da la primera pista contundente para acertar el rumbo: «Está claro que los sistemas previsionales van a dar, cada vez, menor solución a los temas financieros de los jubilados. Este diagnóstico implica que cada uno de nosotros tiene que preocuparse de su futuro y, para eso, lamentablemente, no queda otra que vivir por debajo de mis posibilidades durante mi vida laboral y generar el ahorro suficiente para una jubilación digna desde el punto de vista financiero. Es decir, además de ahorrar para las vacaciones, para algún arreglo en la casa o para cambiar el auto, hay que ahorrar una porción de nuestros ingresos para nuestra futura jubilación».
Primer gran dato: el fondo de retiro debe ser un compartimento diferenciado dentro del ahorro e inversión. Todo en la misma bolsa, en la que se mete mano para cualquier fin, no llevará a buen puerto.
Sacar cuentas
«¿Cómo se empieza a calcular ese número mágico?», fue la primera pregunta a Diego Dyszel, profesor del Área de Dirección Financiera del IAE Business School y socio fundador de Upside Risks. «Habrá que ver cuáles son las expectativas que tiene cada persona respecto a sus gastos en el momento de dejar de trabajar, hacer un calculo en pesos, incluyendo no sólo gastos corrientes sino también, por ejemplo, viajes u otras actividades, y pasarlo a dólares al tipo de cambio actual», responde.
Gianfranco Rojo Tanzi, socio de la consultora BDI, pone en marcha los cálculos financieros y aplica la regla del 4 por ciento -publicada por profesores de la Universidad de Trinity en 1998- para llegar a formar el numero mágico. «Suponiendo que una persona va a necesitar US$ 1000 mensuales en su retiro, el calculo parte de anualizar esa cifra y multiplicarla por 25. Este resultado dará una estimación aproximada de la cantidad de ahorro necesario para garantizar un retiro tranquilo y seguro».
En el ejemplo, 12.000 mulplicado por 25 es US$ 300.000. Con la regla aplicada, retirando el 4 por ciento anual, se satisface la necesidad de US$ 1000 mensuales. Dependiendo de la rentabilidad que se logre sacar posretiro a esa cartera, será el capital que «sobrevivirá» al dueño. Ese fondo sin rendimiento alguno alcanzaría para 25 años de retiro.
Para llegar a ese numero, postula Rojo Tanzi, «si un individuo comienza a los 30 años, sin capital, ahorrando US$ 150 por mes, llega a jubilarse con US$ 310.000, armando una cartera compuesta por instrumentos de renta variable» . Con menos capital acumulado, y una gestión activa para generar buenos rendimientos durante la etapa pasiva también, se logra un buen complemento.
Daniela Castaldo, nueva CEO de Santander Asset Management, es categórica a la hora de hablar del tema: «Lo primero que debemos tener en cuenta es que una cartera de retiro exige pensar en el largo plazo, con lo cual, conceptualmente, el modelo nos exige alinear y setear nuestro mindset y expectativas con el objetivo por delante».
«El inversor debe destinar a la cartera de retiro un porcentaje de su ingreso que no necesite consumir, ni para gastos diarios, ni para vacaciones o autos, por mencionar algunos ejemplos. Es un dinero destinado a largo plazo», agrega.
El activo más valioso
El primer paso es tomar conciencia de que hay que prepararse para el momento del retiro. El segundo es ponerle un «numero» a esa necesidad futura. El tercero, tomar acción sin dilatar el tema.
«El valor tiempo es fundamental en finanzas. El interés compuesto juega un papel muy importante en el retorno a largo plazo de las inversiones y, por eso, cuanto antes iniciemos el armado de la cartera con vistas al retiro, menor será el esfuerzo financiero necesario para lograrlo», subraya José María Aristi , Head Portfolio Management de Alpha fondos comunes de inversión.
Damián Vlassich, analista senior de Equity de IOL invertironline, va directo a los números: «Si, a una persona, le faltan 20 años hasta jubilarse, necesita ahorrar US$ 390 mensuales en promedio durante este tiempo, invertirlos en el S&P 500 y, de esa manera, podría llegar atener un fondo de US$ 200.000 en 20 años para retirarse. Sin embargo, y acá es donde pesa el factor tiempo, si le faltan 30 años, sólo necesitaría ahorrar unos US$ 168 por mes para alcanzar el mismo resultado».
«El secreto para retirarse rico es simple: empezar temprano para tomar ventaja de algo que el cerebro debe procesar para comprender. Es el poder del interés compuesto», explica Gaston Lentini, asesor financiero matriculado ante CNV. Lentini va con un ejemplo que pone en blanco sobre negro el poder del factor «tiempo»: «Consideremos a dos personas que pueden invertir a una tasa fija de 5 por ciento anual, con el objetivo de jubilarse en 25 años. Uno aporta, durante los primeros 10 años, US$ 1000 al año. Deja de aportar pero queda el capital invertido. La otra persona logra ahorrar el mismo monto anual (US$ 1000) pero empieza sus aportes el año 11 y sigue hasta el 25. El primero puso US$ 10.000 en el fondo y el segundo , US$ 15.000. Y, acá, la paradoja: quien empezó primero con menos dinero termina la carrera con US$ 28.128 mientras que el segundo la termina con US$ 22.657».
Dyszel, de IAE Business School, es enfático en este punto: «Cualquier persona en sus treintas o cuarentas debería comenzar a separar una parte de sus ingresos e invertirlo de forma conservadora. Este ‘ahorro forzoso’ podría ser el 10 por ciento de sus ingresos mensuales, que permitirá, capitalización mediante, un buen fondo».
«Hay que involucrarse con el tema lo antes posible. Es clave averiguar, prepararse, entender cómo cada uno uno debe manejarse frente al tema y, consecuentemente, armar una planificación acorde a sus objetivos y posibilidades. No existe una única solución para todos. Cada caso es único. Pero lo que sí aplica a todos es que, cuanto antes uno comience a ocuparse del tema, mucho más fácil será la solución que deba adoptar», sugiere Deza, de WTW.
¿Está en agenda?
Ahora bien, ¿cuánto preocupa este tema de largo plazo en medio de los vaivenes y sacudones de la economía argentina del día a día? «El tema preocupa y ocupa a una porción importante de ejecutivos o dueños de empresas y, también, a alumnos de posgrado», responde Chaufan, que, a diario, tiene contacto en el IAE con el segmento de individuos que, justamente, estará entre los menos favorecidos por el reparto jubilatorio.
Matías Manzo, gerente de Prevención Retiro del Grupo Sancor Seguros, va en la misma línea. «En la actualidad, percibimos que las personas están adquiriendo mayor conciencia respecto a la necesidad de adoptar un rol más protagónico en la planificación de su futuro. Frente a la crisis de los sistemas previsionales y el contexto económico actual, los individuos encuentran en los productos de retiro una forma más segura de administrar sus finanzas, logrando planificar su etapa pasiva de una manera consciente y racional», dice el ejecutivo y suma que las empresas se valen de este tipo de pólizas también para darles un beneficio de sus colaboradores.
Deza, experto en recursos humanos y en el andamiaje de planes de retiro, pone sobre la mesa una check list para empezar a trabajar sobre el retiro cuando el tema aún no es un problema y se lo ve demasiado lejos en el horizonte:
- establecer un objetivo de ingreso post retiro;
- estimar los ingreso que se puedan recibir de diferentes fuentes con las que, en cada caso, se cuente (Seguridad Social, Planes Complementarios; Ingreso por diferentes inversiones);
- estimar el faltante de ingresos frente al objetivo planteado;
- calcular el monto con el que se debería contar a la hora del retiro para cubrir ese faltante (muy a grandes rasgos, se necesitan 200 veces el valor que uno pretende recibir mensualmente);
- definir la forma de generar ese capital al retiro, determinando el ahorro que se irá generando en la etapa activa y considerando los rendimientos que se puedan obtener de las inversiones que se hagan con ese ahorro.
Esta nota se publicó originalmente en el número 355 de revista Apertura.
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