La licuación del peso como termómetro psiquiátrico y un cambio obligado de modelo económico con consenso político
Psiquiátricos e incorregibles: desde 1983 no podemos acercarnos a una cuota mínima de sentido común
Por momentos, la locura que invade a cada uno de los argentinos que habitamos este bendito suelo nos impide observar el bosque, un bosque que a esta altura se torna en uno cada vez más obligatorio y menos eludible.
En nuestra tierra lo urgente siempre supera a lo importante y así estamos desde las últimas décadas de nuestra historia. La Argentina de hoy enfrenta una interminable secuencia de ruidos cósmicos que literalmente enloquecen al argentino de a pie que debe levantarse todos los días de su vida intentando sobrevivir en este selva tan única en la que convertimos a un país que debió ser Australia pero que a la luz de nuestra propia esquizofrenia cotidiana está cada vez más próximo a estándares económicos africanos, siendo la pobreza quizá la cifra más elocuente y visible.
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A la pobreza sólo se la combate creciendo y para crecer debemos concertar un modelo económico que nos devuelva el sentido común basado en «crecer hacia afuera» o sea, exportando aquellos productos en los que tenemos ventajas relativas naturales.
Es así de básico, así de primitivo y así de contundente. Sin sentido común y sin usufrutuar nuestras ventajas relativas nada funciona en economía y todo termina siendo un desequilibrio forzado.
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Un bosque sin hojas con un ingrediente ineludible
En este contexto no viene mal por momentos revivir la sana costumbre de mirar un bosque por más lejano que se perciba y por más inalcanzable que resulte, un bosque que esta vez en lugar de «hojas» debiera estar inundado por «sentido común».
Por las buenas o por las malas, tarde o temprano, probablemente Argentina tenga que ir a un nuevo equilibrio de tipo de cambio muy alto, que genere dos impactos contundentes similares a los del ciclo 2002/2005.
1-Incrementar nuestra competitividad y con ello generar un superávit comercial por muchos años. Ante la carencia crónica de dólares y ante un mercado internacional que probablemente no nos de acceso a nuevo endeudamiento ni a nuevo flujo de inversiones, Argentina probablemente debería ir hacia un modelo en donde los dólares los genere mayoritaria y eficientemente el sector agropecuario, un sector con ventajas competitivas naturales.
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2-Dadas las modificaciones necesarias en materia de ajuste indexatorio del gasto público, un tipo de cambio muy alto licuaría el gasto y el salario real medido en dólares de un país que a estos niveles ya no puede funcionar con normalidad.
Simplemente, la Argentina se rompió, ya no funciona, es por esta razón que recuperar el ‘bosque del sentido común’ más que en opción se nos ha convertido en una urgentísima necesidad. La capacidad de generación de riqueza que exhibe el modelo actual es insuficiente a la luz de las necesidades corrientes y futuras que enfrenta nuestro país.
Hace décadas que la Argentina es más eficiente en generar pobreza que en producir riqueza, razón por la cual un cambio de modelo con consenso político amplio se convierte a esta altura de los acontecimientos en una obviedad indispensablemente obligatoria.
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¿Puede un salto cambiario por sí solo alcanzar aumentos duraderos de competitividad?
Un plan económico diseñado al efecto ‘por las buenas’ o la misma economía ‘por las malas’ de alguna forma nos irá llevando a un escenario que intente devolverle al sistema económico argentino su sentido común más básico.
Insisto, este artículo sólo pretende delinear un árbol y lejos está de querer ahondar en los múltiples detalles pero resulta indispensable comenzar por entender qué se nos hace ineludible a nivel de direccionalidad en la Argentina de hoy.
Entonces, Argentina probablemente tendría por delante un salto cambiario y cuanto más ordenadamente se lo articule mejor, porque de lo contrario se irá todo a precios resultando en efectos nulos sobre el tipo de cambio real.
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A esta dinámica habría que enriquecerla con complementos indispensables y de aquí la necesidad de plantear como plan de acción un ineludible y urgentísimo acuerdo político amplio, consensuado y empachado de sentido común.
Los preocupantes fundamentos de la Argentina se anteponen a un resultado político que prometería ser favorable a la oposición. En este contexto y con lo recalentadas que están las expectativas inflacionarias sumado al estado psiquiátrico que mostramos los argentinos, un salto cambiario por sí solo agravaría el problema.
No parecería ser tiempo de mirar stocks, ni de compararnos con nuestra historia reciente. La coyuntura argentina actual es única en nuestras vidas y por lo tanto con resultados potencialmente esotéricos e incomparables con nuestro pasado cercano. Doña Rosa desde Argentina y Wall Street desde New York parecerían percibir lo mismo.
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Los complementos indispensables
La Argentina de tipo de cambio alto y con intento de superávit fiscal y comercial gemelos, debería ser complementada con un shock formidable de confianza institucional y republicana, una reforma fiscal, monetaria y laboral que genere las bases de una competitividad sostenible en el largo plazo.
Para una nación que hace décadas no puede ponerse de acuerdo en casi nada, este intento de reequilibrar a este país sobre la base de la competitividad y reforma del Estado será probablemente el desafío político más importante desde el retorno de la democracia en 1983.
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Sin un consenso basado en el sentido común, la economía seguirá haciendo lo que viene ejecutando desde hace largos años: carcomernos y seguir batiendo récords de pobreza. El Covid-19 desnudó con crueldad falencias que nuestro sistema económico muestra desde hace décadas.
Si no llegamos a un consenso político basado en darle competitividad a lo que tiene ventajas relativas, priorizar la producción por sobre el desempleo y en no gastar más de lo que generamos, el deterioro de nuestra nación seguirá firme y robusto tal como venimos observando desde 1983. Monumental desafió el que nos espera, ojalá se logre. Si son creyentes, recen. Y sino, también.
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