La CGT al rescate de Alberto Fernández
No es la primera vez que la CGT funciona como estabilizador del poder. La otra oportunidad fue cuando Juan Domingo Perón había muerto y el peronismo se debatía con violencia en las calles entre la ‘Triple A’ y las formaciones especiales, lideradas por Montoneros.
En esos tiempos duros, Lorenzo Mariano Miguel, el mítico líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), promovió una movilización para sacarse a José López Rega del medio y le recomendó a los dirigentes propios vinculados a la izquierda peronista que se corrieran de lo que seguro vendría: una dura disputa por el poder.
Por eso el sindicalismo cegetista no está asombrado del rol que empezó a jugar hace algunas semanas, quizás más de un mes, tratando de encontrar un acuerdo entre los sectores que dividen al Frente de Todos. Algo similar intentó el mismísimo Hugo Moyano cuando falleció el ex presidente Néstor Kirchner, pero su viuda no le permitió el ninguneo y se enemistó con él para siempre.
Ahora la situación es distinta. Es Alberto Fernández el que gobierna y ella aceptó que la denominada «columna vertebral» del peronismo tome cartas en el asunto y avance sobre la gestión. Ya no se trata de innovar, sino de sostenerse en el poder fáctico, como diría algún dirigente del nuevo camporista. Por ahora, solo se trata de vivir.
El mismo documento difundido ayer lo explícita claramente. «Unidad del Movimiento Obrero para transformar la realidad social y resistir los ataques al modelo sindical», dice el título. Y, como podía esperarse, apela a la historia al destacar que el Comité Central Confederal de la central obrera se reunió en «el histórico salón Felipe Vallese», haciendo un llamado al conjunto de las organizaciones afiliadas para que realicen «los máximos esfuerzos para alcanzar la unidad en una nueva conducción que pueda sintetizar e pensamiento de todas las expresiones internas».
Es que el sindicalismo también no solo vio de adentro las tensiones del FdT, sino que temió -teme- por una debacle productiva. No le tiene tanto miedo a la llegada de la oposición al Gobierno como tener que soportar dos años de una implosión que no encuentre el piso y destruya lo poco que queda de desarrollo.
De todos modos, no ocultaron sus críticas a Juntos por el Cambio. «Hoy agazapados en la oposición, no dudan en proponerle a los ciudadanos reforma laboral, la eliminación de la indemnización por despido y la negociación individual de condiciones laborales. Han perdidizo la vergüenza y los temores al repudio social«, aseguran.
Lo concreto es que el resultado electoral les permitió acelerar un plan que ya venía pergeñandose. Todos se pusieron de acuerdo en la necesidad de que los movimientos sociales abandonaran la centralidad que venían teniendo últimamente, por un lado. Pero también fueron artífices de que dos hombres de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández y Julián Domínguez, volvieran a hablar y encararan una verdadera taskforce para salvar al Gobierno. Dicen, incluso, que las paces se realizaron en la sede del gremio del SMATA, bajo el padrinazgo de Ricardo Pignanelli.
También Juan Manzur llegó bajo un paraguas sindical. Héctor Daer, del gremio de la Sanidad, y Luis Barrionuevo, el gastronómico, aseguraron su apoyo en esta difícil coyuntura y se comprometieron a acercar al «círculo rojo» para sostenerlo ante cualquier nueva crisis que pueda llegar.
«Hay que dar señales de que Argentina no va a ir a Venezuela», le dijeron a El Cronista para interpretar el momento. ¿Pero cuánto va a aguantar el kirchnerismo duro atender los planteos cegetistas? La respuesta fue honesta: «Eso es lo que nos preguntamos. Hay quienes dicen que a si a las tres semanas no aumentamos las encuestas, Cristina hará volar todo por los aires. Pero creo que es un pronóstico exagerado».
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