La ansiedad no sirve cuando lo que hace falta es recuperar confianza
El tiempo no es una variable cualquiera a la hora de proyectar un escenario económico. Sobre todo porque su valor no es uniforme: a la hora de tomar decisiones, no pesa lo mismo para un productor agropecuario que gestiona un campo que para un gestor de fondos que opera a través de una mesa de dinero.
Cuando hay que enfrentar un problema, ganar tiempo suele ser visto como una ventaja, sobre todo cuando la solución de fondo solo puede llegar como desenlace de un proceso largo, y cualquier alternativa de corto plazo es bienvenida.
En la Argentina casi siempre juega en contra. La impaciencia ha convertido a los argentinos en los reyes de los atajos, y por esa razón, cualquier respuesta no solo tiene que ser efectiva: también tiene que ser rápida.
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Este último requisito, no obstante, no es real. Si el deterioro de una economía se produce a lo largo de semanas o meses, revertirlo seguramente demande un tiempo similar. Por eso los veredictos sobre un plan no pueden ser inmediatos. Las opiniones sobre si puede tener mejor resultado o no siempre serán válidas y necesarias. Pero no hay que confundirlas con sentencias.
El mensaje que sí deben tomar en cuenta los decisores de política es que las respuestas deben mantener un grado de consistencia intertemporal. Implica que si bien nadie les debería pedir que actúen de manera automática o milagrosa, lo que se resuelva hoy debería funcionar bien a fin de mes, y hacerlo todavía mejor el mes siguiente.
Ayer empezaron a aparecer los signos de impaciencia, como si lo natural fuese poner tierra sobre propuestas que todavía no comenzaron a rodar. O sobre negociaciones que tienen componentes externos mucho más complejos que cualquier discusión política doméstica. Rehacer un acuerdo con el FMI va a llevar horas de discusión, que incluirán consensuar aspectos difíciles con el directorio. Pero eso no implica que haya objetivos contrapuestos. La política cambiaria y monetaria siempre han sido puntos difíciles de consensuar. Lo que está claro es que el organismo no va a jugar a complicarle la vida a su principal deudor. «La discusión del programa incluye fortalecer las reservas», aseguraron desde Washington.
Conseguir que Brasil avance en las garantías para sus exportadores para que puedan dejar de usar dólares en el intercambio bilateral tampoco es imposible. Pero hace falta un visto bueno del Banco BRICS. Ampliar el uso del swap con China también. Son metas que se pueden conseguir, pero hay que negociar.
La estabilidad no es el resultado de un decreto. Pero no se conseguirá sin darle tiempo a que sus medidas caminen.
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