Javier Milei, Jair Bolsonaro y los protocolos
El domingo asistimos a un acontecimiento inédito en la historia política argentina, y esto fue la victoria de un candidato a presidente con poco más de tres años de trayectoria política en sus espaldas, ondeando las banderas liberales con un discurso descaradamente auténtico y transgresor. La campaña a presidente de Javier Milei significó un hecho tan disruptivo que su impacto y resultado resonaron por la región y el mundo.
Un candidato ‘popular liberal’ de derecha irrumpió en la arena publica con un discurso y propuestas revolucionarias, rompiendo los manuales del sentido común políticamente correcto, estableciendo una batalla cultural que, según el propio Milei, se inició hace ya diez años atrás. Con una fórmula discursiva directa sobre reformas y motosierra, con dicotomías en su forma de analizar al mundo entre occidente y el populismo comunista, el ahora presidente electo supo explicar de forma directa y clara al pueblo y principalmente a un electorado golpeado por una inflación y pobrezas rampante, quienes eran los responsables (la casta) y que había que hacer para volver a encauzar al país en la senda de la prosperidad y esperanza, perdidas hace demasiados años en nuestro país.
Pero en ese camino, como divulgador vehemente de sus ideales libertarios, comenzó a ocurrir un fenómeno que muchos creían imposible que sucediera en una Argentina subyugada por el peronismo, y esto fue su crecimiento como fenómeno popular profundo y transversal dentro de la sociedad argentina. Como lo comenté en mi columna de agosto, ya para abril o mayo se comenzaba a vislumbrar el surgimiento de un fenómeno popular similar a lo ocurrido en Brasil con Jair Bolsonaro en 2018.
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Pero el fenómeno comenzó a escalar aún más lejos, fuera de nuestras fronteras cuando se veía que los posteos de Milei en las redes sociales lograban entre 30 y hasta 100 millones de views. Algo completamente inusitado para cualquier líder argentino, salvo por el Papa Francisco o Lionel Messi. Esto no pasó desapercibido para los liderazgos de derecha en países de Latinoamérica como Bolsonaro, Nayib Bukele, o VOX en España u otros líderes globales como Elon Musk, quienes comenzaban a seguir y comentar sus publicaciones. Sin embargo, todo ello cambió y explotó luego de las elecciones primarias, donde contra todo pronóstico, el libertario ‘loco’ se alza con el primer lugar y luego de ello el periodista Tucker Carlson vuela a Buenos Aires a entrevistar a Milei generando la entrevista más vista de la historia con casi 500 millones de views.
Era evidente que la política nacional y global estaba frente a un fenómeno desconocido que llevó a que los liderazgos políticos de izquierda y centro izquierda de la región y el mundo participaran de forma directa de la elección presidencial en Argentina apoyando explícitamente al candidato oficialista. Ejemplos como los de Pedro Sánchez de España, Pepe Mujica de Uruguay, Gustavo Petro de Colombia, Andrés Manuel López Obrador de México o los impresentables de Venezuela o Nicaragua por citar algunos, y hasta el Papa mostraron que esta elección ya no solo se jugaba en Argentina, sino tendría una repercusión internacional inédita.
Pero en el caso de Lula da Silva, este apoyo fue mucho más que declarativo como los propios medios brasileños mostraron. Lula apostó al que él deseaba que fuera el ganador, y se involucró activamente en la política interna de un país vecino. Realizó gestiones frente a organismos internacionales, otorgó préstamos directos de las arcas brasileñas a un gobierno quebrado como el actual. Y hasta estimuló la aceleración del proceso de ingreso de Argentina a los BRICS.
Pero también significó un apoyo político y estratégico a través de equipos de comunicación que se instalaron durante meses en Buenos Aires a apoyar la campaña del miedo de Sergio Massa. Lula y su gobierno rompieron la regla sagrada de Itamaraty de no intervenir en la política interna de otros países de la región y esto generó un deterioro visible en las relaciones entre el ahora presidente electo y su principal socio en el Mercosur.
Esto exhibió el síntoma principal de la decisión equivocada de un Lula que ya no logra leer la política regional y global con claridad. Un Lula que añora las viejas épocas de los inicios de este siglo donde el superciclo de las materias primas y las alianzas ideológicas en la región le delegaban fácilmente un papel de liderazgo regional claro. Hoy Lula y Celso Amorim se encuentran con un suceso inédito y eso es que a la asunción presidencial el próximo día 10 de diciembre, desde Brasil estarán presentes no sólo Bolsonaro, sino que también los gobernadores de San Pablo y Minas Gerais, quienes seguramente serán los sucesores presidenciales a partir de 2027 si es que Bolsonaro no es rehabilitado para ser candidato hasta ese entonces.
Si Lula no asiste a la asunción presidencial será algo inédito desde la vuelta de la democracia. Sin embargo, bajo ningún criterio podemos cuestionar la invitación de Milei a Bolsonaro, ya que como pudimos observar, quien primero ignoró las formalidades y abrió esa puerta fue el propio gobierno brasileño. Ahora cabe esperar, que como otros lideres sensatos, el presidente Lula se mueva por los intereses permanentes de Brasil con Argentina y no por caprichos de su ego herido por algún exabrupto ventilado durante la última contienda electoral.
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