El Cronista @cronistacom: En la era de los incentivos perversos para reactivar, el 2022 es largo plazo

En la era de los incentivos perversos para reactivar, el 2022 es largo plazo

A los argentinos, que hablan de vacunas como si fueran infectólogos y no le escapan a ningún tema por complejo que sea, no hace falta explicarles que recuperación no es lo mismo que crecimiento. Para opinar de economía hay experiencia de sobra, con un agregado particular que complica los análisis: hace tanto tiempo que el país vive en un contexto de estancamiento e inestabilidad, que lo que cuesta no es reconocer los problemas, sino a qué debemos aspirar como normalidad.

La pandemia mundial que causó el Covid-19 instaló esa sensación de que había un orden que se desarmó y que rehacerlo será difícil. Pero en la economía doméstica lo que se volvió normal es el parche, y por eso identificar qué decisiones ayudan a generar una nueva normalidad y cuáles son simplemente un agujero del que sacamos tierra para tapar otro agujero, es parte de la compleja realidad cotidiana.

A medida que la campaña de vacunación comenzó a ganar terreno y comenzaron a relajarse las restricciones que impuso el Covid, es evidente que algunas actividades están recuperando el ritmo perdido. Durante el fin de semana largo hubo un notorio movimiento turístico en varios puntos del país. Y en la Capital Federal el comercio y la gastronomía tuvieron días movidos. Al calor del Día de la Niñez, hasta los shoppings revivieron viejos tiempos: estacionamientos llenos y colas para entrar a algunos locales, motivadas en este caso por los protocolos vigentes.

En otros rubros estas señales de recuperación ya tienen algunos meses, como sucede con la construcción y la venta de automóviles. El revivir de las cuotas también animó la comercialización de bienes durables.

Este escenario es similar al que se vivió a fines de 2020, cuando aflojó la primera ola y los argentinos querían sacarse de encima los meses más duros del aislamiento obligatorio. Pero en ambos casos hay un factor económico que se repite: el alto nivel de la brecha cambiaria.

El año pasado el dólar informal escaló a $ 195 y este año se instaló en $ 180. Esos valores reflejan un desequilibrio en el mercado de cambios, ya que las reservas no alcanzan para cumplir en tiempo y forma con las necesidades financieras y comerciales, lo cual obliga a mantener (e incluso ajustar) los controles sobre el uso de divisas.

Aquí es donde aparece lo que Marina Dal Poggetto llama los incentivos perversos: con inflación de 3% mensual y ajuste del dólar de 1%, se aceleran las importaciones y todas las compras de bienes dolarizados, lo que transmite la sensación de reactivación que algunos consideran como un renovado plan primavera. El Gobierno eligió estirar y administrar esta coyuntura, sin abrir la discusión sobre lo que vendrá. El crecimiento real seguirá pendiente de un horizonte que por lo menos llegue hasta las elecciones de 2023. Mucho pedir por ahora.

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