El primer desafío del acuerdo es llevar la economía por un sendero racional
Haber completado el acuerdo con el FMI no le traerá al Gobierno reconocimientos de parte de la sociedad, porque su principal objetivo es alejar a la Argentina de un incumplimiento con el propio organismo.
Es un objetivo que parece modesto, pero tampoco es menor. El problema para Alberto Fernández es que a la vista de la mayoría ese peligro es casi invisible. El kirchnerismo, que durante la gestión de Cristina Kirchner mantuvo el default con un grupo de acreedores privados y cortó toda relación con el Fondo, se pregunta por qué no se puede recrear esa instancia. La respuesta sale fácil: porque a fines de 2005 Néstor Kirchner pagó toda la deuda cash (gracias al superávit comercial que generó la supersoja), y hoy el Banco Central está tan debilitado que si no se refinancian los pagos no va a tener reservas suficientes para atender los compromisos comerciales del sector privado.
Digamos entonces que la razón por la que hace falta ratificar en el Congreso este acuerdo es bastante obvia. Entrar en default con el Fondo (a lo que seguiría irremediablemente el Club de París) no es pelearse con un grupo de países, es enemistarse con todos, incluida China, que hoy es uno de los grandes aportantes del organismo.
A nadie le gustan las condiciones que pone el FMI para refinanciar la deuda. Y en este punto se da una paradoja. Porque mientras la mayoría de los analistas lo considera un acuerdo light, para los sectores más duros del oficialismo el entendimiento le abre la puerta a un fuerte ajuste fiscal. Eso significa que si la postura oficial buscara acercarse a alguno de los extremos, jamás encontraría el consenso necesario para su aprobación. No hay espacio ni para un pacto más exigente ni para el rechazo completo. Hoy más que nunca, Fernández y Martín Guzmán transitan la ancha avenida del medio de Sergio Massa, pidiendo votos para evitar un problema mayor.
El mayor aporte que va a hacer el FMI una vez que se ponga en marcha el entendimiento, viene por el lado de la liquidez financiera. El directorio aprobará un desembolso inicial de casi u$s 10.000 millones, que servirá para cubrir los vencimientos inmediatos. La expectativa oficial es que ese refuerzo quite presión a los dólares paralelos y permita bajar la brecha, lo que a su vez ayudaría a descomprimir algo la inflación.
El resto de las metas es más laxo que lo que exige un acuerdo tradicional. Está claro que para pedir más habrá que esperar a 2023. Mientras tanto, un factor del que inversores y empresarios deberían tomar nota es que ante el FMI el Gobierno aceptó someterse a un encuadramiento más racional de la economía. Aunque sea modesto, Guzmán finalmente tendrá un programa por escrito, con el compromiso de adoptar medidas correctivas si no e alcanzan las metas. Así y todo, la pregunta que flota es si lo podrá cumplir.
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