El peligro de pasar sin anestesia el «de repente»
Recientemente leí en una revista del FMI una cita que me pareció interesante. Se refería a la novela de Hemingway ‘El sol también sale’, en la que a uno de los personajes le preguntan cómo terminó en bancarrota, a lo que él respondió: «de dos maneras, primero gradualmente y después de repente». Esta cita nada tenía que ver con la Argentina, se refería a las consecuencias del cambio climático y sus efectos, y de porqué era mejor atacarlo con decisión desde ahora que esperar, porque después puede ser muy tarde.
Sin embargo, no hay duda de que cuando uno piensa en la compleja situación económica actual y en las posibles respuestas de política económica uno podría parafrasear la cita de Hemingway: cómo evolucionan las crisis macroeconómicas, primero gradualmente y después de repente.
No hay duda de que la situación económica actual es compleja, y que resolverla es un desafío titánico. No hay salidas fáciles ni indoloras a una inflación que supera el 50% anual, una brecha cambiaria que excede el 100%, a tarifas que no cubren los costos producción y requieren subsidios que superan el billón de pesos (más del 3% del PBI), a un riesgo país que sigue escalando y supera los 1800 puntos, un déficit fiscal de casi 5 puntos del PBI, o para reservas internacionales que no alcanzan para 15 días de pagos al exterior sostenidas por un cepo cambiario que ahoga la producción y el normal funcionamiento de la economía.
La respuesta hasta ahora es gradualismo, esperando que con pequeños cambios en la política económica de a poco se vayan solucionando los problemas. El Banco Central luego de depreciar el tipo de cambio a tasas del 1.2% mensual, bien por debajo de la inflación, sube la tasa al 2.5% mensual, todavía por debajo de la inflación. Respuestas similares se obtienen cuando se habla de los aumentos en las tarifas de servicios públicos, o en ritmo de las subas de las tasas de interés o en la estrategia para la reducción de la brecha cambiaria.
También la política fiscal es ser gradualista. El ministro de Economía anuncia que no va a reducir el gasto público en términos reales y por ende que va a reducir muy poco el déficit fiscal, porque piensa que eso podría amenazar la incipiente recuperación económica.
El gradualismo de hecho es lo que el Gobierno viene haciendo después de las elecciones. Pequeños cambios en el déficit fiscal, en las tasas de interés, en la tasa de devaluación o en la suba de las tarifas han dado resultados poco alentadores. La inflación se moderó levemente, pero sin convencer a nadie de que esté por bajar en el futuro cercano. Las reservas internacionales siguen cayendo y cada vez están más cerca de tocar fondo, la brecha cambiaria sigue un camino ascendente y vuelve a prender todas las alarmas. Nada mejora, con excepción de la actividad económica, aunque no parece más que un rebote después de la caída por la pandemia que estaría llegando a su fin.
El gradualismo se ha sustentado en la capacidad que el Banco Central ha tenido hasta ahora de seguir financiando el «modelo» con pérdida de reservas y con emisión de pesos y de Leliq. Pero esa capacidad no es eterna. En algún momento se acaban las reservas o se dispara más la emisión y …. ¿Será ese el momento en que pasemos del gradualmente al de repente?
En este contexto y con estas preguntas empieza la negociación con el FMI. El acuerdo no parece sencillo, especialmente porque el Gobierno parece insistir en el gradualismo y en apostar a un escenario como el de principios de 2021 cuando la suba del precio de la soja y la baja de la brecha cambiaria trajeron unos meses de tranquilidad. Una apuesta basada más en la suerte que en la solvencia de los números y que en el mejor de los casos puede postergar la agonía. Si llueven los dólares de la soja en el otoño, a lo mejor se puede pasar el invierno, pero difícilmente la primavera sea tranquila.
El Gobierno dice una y otra vez dice que se va a llegar a un acuerdo con el Fondo, pero no parece tomar conciencia de las dificultades que enfrenta en la negociación. Parece claro que el plan es seguir con el gradualismo, a pesar de que hasta ahora no ha dado buenos resultados, porque el «de repente» se asocia con el ajuste, que por ahora no entra su vocabulario.
El FMI no ha dicho mucho, pero las pocas veces que «ha hablado» dijo que Argentina necesita un programa integral, que ayude a que recuperar la sostenibilidad externa y fiscal para que el país pueda recomponer las reservas internacionales, bajar el riesgo país y de esa manera volver a acceder a los mercados y cumplir sus compromisos externos. Después de todo el Fondo es un acreedor que en algún momento quiere cobrar.
También hay un mensaje importante en la reciente evaluación «post-mortem» que hizo el Fondo del programa con el gobierno de Macri. Dice que el problema central fue la falta de credibilidad en las políticas, lo que en parte se debió a que no hubo reformas estructurales que acompañen las medidas monetarias y fiscales.
Todo esto indica que el Fondo está pensando en un programa tradicional, que incluya no sólo una reducción del déficit, sino también cambios en precios relativos para recomponer reservas (léase tipo de cambio, tarifas y tasa de interés) y en reformas estructurales que ayuden al crecimiento.
Seguramente, también estará pensando que luego de tantos fracasos en sus programas en la Argentina va a querer apostar por un programa que no sea frágil y que tenga alta probabilidad de ayudar a sacar a la Argentina del atolladero en que se encuentra.
Lo cierto es que se acercan momentos decisivos, marcados por una negociación contra reloj. El Gobierno parece seguir en su soliloquio de gradualismo y no parece percibir los riesgos que eso implica. El FMI da pocas pistas de lo que piensa, pero parecería que la estrategia del Gobierno no lo convence. La gran pregunta es cuánto el Gobierno puede y quiere ceder para que haya un programa, porque si no lo hay es muy probable que del gradualismo pasemos sin anestesia al de repente.
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