El país europeo que tiene la playa más larga del continente: es paradisíaca, con aguas cristalinas y podés ver delfines nadando
Hay un país europeo donde se encuentra una espectacular reliquia natural: la playa más larga de Europa. En el corazón de Portugal y con una extensión de 65 kilómetros ininterrumpidos de arena, este tramo costero se extiende desde la ciudad de Sines, en el Alentejo, hasta las proximidades de Setúbal, en el distrito de Lisboa.
La Península de Tróia actúa como epicentro de este conjunto de playas que, además de ofrecer un entorno paradisíaco, son el hogar de delfines que nadan en sus aguas cristalinas, añadiendo magia a este destino único.
Portugal: ¿cómo es la playa más larga del continente europeo?
Este extenso arenal se divide en una sucesión de playas paradisíacas, en su mayoría resguardadas por el perfil de la sierra que bordea el litoral. Esta configuración geográfica ha contribuido a mantener la pureza de las aguas, que resplandecen en tonos turquesas bajo el sol portugués.
A pesar de su innegable atractivo, logró mantenerse al margen de la masificación turística. En los 15 kilómetros que concentran la mayor actividad, es posible encontrar espacios de gran calma, incluso durante la temporada alta.
La zona cuenta con un único establecimiento de gran lujo: un hotel con casino ubicado en la Marina de Tróia. La verdadera riqueza de estas playas reside en la posibilidad de disfrutar del descanso, lejos del bullicio característico de otros destinos turísticos.
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Portugal: ¿qué hacer en la playa más grande del continente europeo?
La Sierra de Arrábida ofrece numerosas atracciones terrestres con paisajes impresionantes, rutas para caminatas, pueblos encantadores, monasterios y castillos.
Este enorme tramo de playa está rodeado de paisajes naturales de gran valor, como la Reserva Botánica de las Dunas de la Península de Tróia, el Estuario del Río Sado y el Parque Natural de Arrábida.
Estos lugares albergan una biodiversidad terrestre y marina única en la Península Ibérica, lo que los convierte en un tesoro para la comunidad científica y en una visita infaltable para los recién llegados.
En el estuario del río Sado y la costa de la Arrábida, se pueden encontrar comunidades de delfines nariz de botella, que a veces nadan cerca de los turistas.
Si la suerte no acompaña y no se logra ver a estos bellos animales desde la playa, siempre se puede optar por un paseo en barco para la observación de cetáceos, una experiencia única que permite disfrutar de la vida marina en su hábitat natural.
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