El Cronista @cronistacom: El país en terapia intensiva: Cristina y la capa del mago

El país en terapia intensiva: Cristina y la capa del mago

Mientras la vicepresidenta de la Nación parece que se entretiene en mojarle la oreja al Presidente, en hablar de las perimidas «letras de molde» y en hacerle creer a sus seguidores de la platea que el endeudamiento de Mauricio Macri fue malo mientras que el modo que utilizan los gobiernos kirchneristas para cubrir el déficit del Estado (incluida la emisión) no lo es, lo que parece que hay que mirar en el fondo de la tan esperada carta de Cristina Kirchner es que finalmente se va a avanzar en un acuerdo con el FMI, si es posible antes de fin de año, a pesar de los reparos argumentales que ella misma ha expresado sólo para no quedar mal, aunque también para tranquilizar al ala izquierda del Frente de Todos.

Tal como desde el escenario el mago pone por delante de los ojos del público su propia capa para evitar que se vea el truco, con su misiva CFK ha construido un nuevo relato para no quedar mal ante sus seguidores, aunque finalmente todo suceda por detrás de esa tapadera, incluido el «ajuste». 

Su única pretensión parece ser que la palabra maldita no la roce y que esta prevención le proporcione luego un atajo para salir dialécticamente, si las cosas no funcionan: «La lapicera la tiene el Presidente», derivó. Lo cierto es que los tiempos se acortan y Cristina sabe que la dinámica es imparable si no se hace nada, de allí es que decidió decir alguna cosa para calmar ansiedades y también para preparar el terreno para las presidenciales de 2023, ya que es mejor que los malos tragos se sorban ahora y no tan cerca de las elecciones. Ya habrá un nuevo relato sacado de la galera más adelante.

Esta alambicada definición de la vice, casi tomada al borde del precipicio, se da en momentos en que todo el cuerpo institucional de la Argentina se sigue deteriorando porque padece de un grave fallo multiorgánico que alcanza a todos los aspectos de su vida económica, social, política y judicial que, en su degradación, van cayendo como fichas de dominó cada vez a mayor velocidad. Tal como pasa con los sistemas del cuerpo humano cuando una sepsis ataca al menos a dos de sus componentes y provoca una sobre exigencia en los demás que a la larga precipitan la muerte, en una dinámica que bien puede emparentarse con la situación estructural de la Argentina al día de hoy, el país presenta un cuadro que es de tal gravedad que requiere de médicos compenetrados y creativos y no de improvisados que tapan agujeros y descompensan los demás órganos del paciente.

El subsistema económico, donde juegan entre otros el déficit, la inflación, el tipo de cambio, la inversión, el crecimiento y la carga de expectativas es el ejemplo típico del deterioro en cadena y habitualmente se dice que es por el efecto de la «manta corta» que tapa la cara y destapa los pies o viceversa. En realidad, lo que sucede es que los brujos a cargo de la atención del afectado no dan en la tecla porque repiten y repiten las mismas medicinas y no saben cómo evitar que el mal funcionamiento de los riñones deteriore el hígado y complique la función pulmonar y luego el cerebro y finalmente el corazón. En esto estaba la Argentina hasta que ahora Cristina acaba de levantar la cinta de largada para ver si se puede volver a alguna suerte de círculo virtuoso, el mismo que ella siempre afectó con sus ideas.

Igualmente, estos procedimientos no son algo sencillo de instrumentar en la sala de terapia intensiva que se ha intentado montar para agradar a todas las facciones del Frente de Todos, ya que allí, de modo más que empecinado se apela a las viejas recetas que trajeron al paciente hasta acá (congelamientos, cepo cambiario, presión impositiva récord, consumo por delante de la inversión, sustitución de importaciones, pérdida constante de reservas, etc.) procesos que han llevado y llevan a la Argentina hacia la oscuridad a pasos agigantados, tal casi como si fuese lo que algunos han estado buscando en algún plan maestro.

La tasa sobre los envases, un aberrante dibujo en cascada que potenciará la inflación pero que si se aprueba en el Congreso producirá una millonaria caja destinada a ser administrada discrecionalmente por La Cámpora en nombre del reciclado de residuos y la prohibición de financiar gastos en dólares pagados en cuotas con la tarjeta de crédito (esencialmente pasajes de avión, estadías y excursiones) son las dos últimas muestras de la falta de conciencia de muchos dentro del Gobierno, bajo la premisa dialéctica de pegarle a los ricos para beneficiar a los pobres. Más allá de certificar que no existe el cuento de las reservas «robustas», ya que se nota claramente que se está rascando en el fondo de la olla, no hubo en los últimos tiempos nada más elitista que esta aberración del BCRA que permite a los ricos viajar al contado, mientras que se ataca a todos los demás.

Tampoco ayudaron a estabilizar al enfermo en la semana algunas declaraciones de Miguel Pesce sobre la necesidad de que el FMI amplíe plazos y considere menores tasas para los préstamos extraordinarios, por lo que pareció que el funcionario no estaba al tanto de la necesidad de cerrar la boca en esos temas, sobre todo cuando el propio titular del Central tuvo que auto enmendarse la plana. Menos contribuyó a la tranquilidad del Gobierno la factura que el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, le pasó al secretario de Comercio, Roberto Felletti, responsable de la lluvia de congelamientos: «Quizás tuvo una actitud que no es la más indicada para un funcionario. Esto de pensar en voz alta no es lo más apropiado», dijo el jefe sobre el subordinado cuando éste habló de seguir congelando en una semana en la que la orden era de acercamiento con los empresarios. Dicho en términos médicos, con el paciente intubado, los médicos de la tarde tuvieron que usar antídotos para enderezar los desaguisados de la mañana.

Con la moneda casi destruida, con índices de pobreza denigrantes, con la educación dejada de lado de modo irresponsable, con la seguridad perforada por el avance de las mafias que hacen de la droga su negocio y con la esfera judicial cuestionada por los cuatro costados (y no sólo por la resolución que sobreseyó a Cristina y a sus hijos antes del juicio oral en una causa no política como la del dólar futuro o aun la del memorándum con Irán), no es extraño que desde la financiero hoy resalte la avidez de cobertura a través del dólar, el salto del riesgo-país y el rendimiento estratosférico de los bonos que marcan que el mundo y la sociedad parecen tener más claro el diagnóstico que los políticos locales, quienes no parecen darse cuenta de la velocidad con que suceden las cosas.

En ese sentido, mientras el oficialismo pega esos manotones de ahogado que contribuyen a debilitar aún más al enfermo, los opositores miran desde la tribuna como si el partido no los afectara, mientras hacen gala de una impostada indignación. algo similar al relato que usa el oficialismo para justificar sus procedimientos. Esa falta de conciencia generalizada es grave de toda gravedad, ante el envilecimiento permanente de la situación.

Ya en términos prácticos, la carta de Cristina, que tiene altas dosis de egocentrismo y que parece responder a la provocación opositora, no deja de ser un manifiesto de la gravedad del momento. En términos de aporte hacia la estabilización del paciente, el escrito desnuda que ella no va a prestar el apoyo a una Carta de Intención con el Fondo Monetario que inhiba el desarrollo: «Es un momento histórico de extrema gravedad y la definición que se adopte y se apruebe, puede llegar a constituir el más auténtico y verdadero cepo del que se tenga memoria para el desarrollo y el crecimiento CON INCLUSIÓN SOCIAL de nuestro país», se preocupó en escribir resaltando en mayúsculas -como en una orden gritada- un caballito de batalla que si no se cumple no será debido a su anuencia.

Esos mismos argumentos, casi con las mismas palabras aunque sin la repercusión que hay que darle al escrito de la vicepresidenta, fueron adelantadas en la semana por el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien más allá de cantarle loas al capitalismo en un almuerzo con empresarios utilizó en un acto partidario frases calcadas de lo que luego iba a ser el manifiesto de Cristina como parte de ese relato que se busca instalar: que los ajustes se oponen al desarrollo. El sentido común indica que es exactamente a la inversa y que si se le pone a tiempo un respirador adecuado al paciente, los pulmones ventilan, la sangre se oxigena y el enfermo empezará a mejorar.

Igualmente, no hay ninguna garantía de que los médicos sigan el tratamiento hasta el final, ya que todo lo se haga para mostrar que no hay ajuste se puede dar de patadas con la realidad social de la Argentina de los próximos meses. Lo cierto es que por ahora, el rayo demonizador hacia el Fondo ha comenzado a cesar, porque aunque la correlación que se hace entre ajuste y crecimiento no sea estrictamente cierta -y quizás por causas diferentes- casi todo el Gobierno ha decidido probar con una dosis bajo la forma de relato destinado a conformar al «zurdaje» interno, Mirtha dixit. No hay magia.

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