El Gobierno promete cambios, pero antes debe definir su dirección
El primer mensaje que dejó la elección primaria, como ha venido sucediendo en otras contiendas electorales, es que cada vez hay menos correlación entre el voto y lo que prometen las encuestas. El Gobierno esperaba conservar una diferencia estrecha, pero diferencia al fin. «Ganar por un voto es ganar», decían en la Casa Rosada. Juntos por el Cambio también se conformaba con perder por poco. Pero el escrutinio mostró una foto totalmente diferente: el contundente resultado a favor de JxC sorprendió al oficialismo y potenció la expectativa opositora de tener la chance, en noviembre próximo, de recuperar una cuota de poder que cambie el curso la gestión de cara a 2023.
No es una buena noticia para Alberto Fernández, pero tampoco para el kirchnerismo, ya que más allá de los distritos que resistieron como Formosa, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero o San Juan, la pérdida de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Santa Cruz, Chubut y Chaco muestra un descontento que excede la gestión de las vacunas. Ni destacados referentes de La Cámpora que en 2019 hicieron pie en territorio bonaerense pudieron capear el temporal. Axel Kicillof no logró hacer diferencia con su gestión y lo mismo le pasó al santafesino Omar Perotti, castigado por las internas y el flagelo narco.
Puertas adentro de Juntos, Horacio Rodríguez Larreta quedó consolidado como el timonel del barco que conducirá a la oposición a 2023. El cambio de distrito de María Eugenia Vidal y Diego Santilli resultó ser una jugada ganadora, complementada por la postulación de Facundo Manes y Ricardo López Murphy, que potenció a la coalición y permitió contener -a través del economista- parte del voto que captó la derecha.
La economía observará ahora los movimientos de Cristina Kirchner, que también recibió el impacto en su propio reducto: el oficialismo está a un paso de perder el quórum propio en el Senado. Este dato no es menor porque es un contrapeso decisivo ante la chance de que el kirchnerismo impulse un giro radical de la gestión.
Alberto Fernández, al reconocer anoche la derrota (flanqueado por Cristina, Sergio Massa, Kicillof y los candidatos), prometió hacer lo necesario para revertir el resultado. La pregunta es si esto implica una fuga hacia adelante o un avance hacia algún tipo de consenso político que ponga a salvo la gobernabilidad durante los próximos dos años. La figura de Martín Guzmán está en el eje de todas las especulaciones, pero es difícil pensar en un cambio sin tomar en cuenta las implicancias que podría tener en la negociación con el FMI. El Gobierno no tiene margen para resetear la discusión. Su derrota será celebrada por los mercados, pero la pregunta es hacia dónde caminará el Frente de Todos para recuperar algo del oxígeno que perdió en las urnas.
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