El aluvión de pesos sirve para las elecciones, pero no ayuda en 2022
La política económica no va a producir un cambio sensible en el clima electoral. Es tarde para conseguir ese efecto, en parte porque la pandemia no permitió tener un horizonte más claro hasta el mes de julio, y también porque los consensos internos que necesita el sector privado para animarse a hacer inversiones estaban lejos de la mesa de discusiones del oficialismo. La vicepresidenta Cristina Kirchner lo demostró con claridad cuando le enrostró a Martín Guzmán ser el ejecutor de una austeridad fiscal que hundió la perfomance electoral del Frente de Todos. Por eso la única acción que puso en marcha el Ejecutivo para revertir ese resultado fue poner «más platita» en el bolsillo del electorado, como expuso el actual candidato bonaerense Daniel Gollán, con total transparencia.
El Gobierno espera que esa estrategia le permita dar vuelta la derrota. Lo único que le importa hoy es retener el poder que ostenta en el Congreso, que siente que se le está escapando de las manos en este 2021 azaroso. Es que con los votos que se pondrán en juego en noviembre está en juego el destino de la alianza gobernante. Y con él, la chance de construir una alternativa válida para 2023. No se explica de otro modo que asuman el riesgo de que en 2022 la Argentina enfrente una crisis macroeconómica.
El paquete de asistencia que está poniendo en la calle el Poder Ejecutivo va a tener un costo fiscal de entre 0,3% y 0,6% del PBI, según la intensidad que exijan los referentes del Frente de Todos a medida que se acerque la fecha de la elección. Con esos supuestos, el rojo del año seguiría por debajo del 4% que puso Guzmán en el Presupuesto para complacer a la Vicepresidenta. Más allá del número final, lo que sí está claro para los analistas es que la única forma de financiarlo es a través de la asistencia que presta el Banco Central.
En términos macro, lo que perciben inversores y empresarios es que la avalancha de pesos hará que la inflación prevista para el año que viene va a ser tan alta como la del año en curso, tensando de nuevo todos los resortes sociales y también los económicos, ya que le puja entre salario y consumo no tendrá descanso. No hay perspectivas de mayor ingreso de dólares (los precios de la soja están bajos, y todavía no hay certezas climáticas que jueguen a favor), y eso dejará al BCRA con los problemas de siempre, pero agravados.
¿Cambiará algo la perspectiva el resultado de noviembre? ¿Se relajará el clima si gana el oficialismo y apura un acuerdo light con el FMI? Nadie apuesta a ese escenario. Todos los supuestos del 2022 son igual de preocupantes.
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