El ajuste fiscal no sería recesivo en sí
La creencia dominante, en ámbitos políticos y económicos, es que los llamados ajustes fiscales (reducción del déficit fiscal) producen, necesariamente, caída del PBI (ajustes contractivos). Algunos se niegan a transitar ese camino de «ajuste», para «no arrollidarse» ante el FMI, o evitarle «sufrimientos al pueblo». Otros, dicen que efectivamente el pueblo sufrirá por los ajustes, pero que estos «sacrificios» son necesarios. Tras el esfuerzo, vendrán las recompensas, en términos de estabilidad, y porque no, en términos también de crecimiento.
Pero unos y otros olvidan, o ignoran, que, en las presentes circunstancias, los llamados ajustes fiscales no tienen por qué ser contractivos (incluso pueden ser expansivos, pero eso lo dejo para otra nota). Es decir, que realizar los ajustes fiscales necesarios para llegar al equilibrio fiscal, y consiguientemente, crear las condiciones para que la inflación baje drásticamente (a niveles internacionales), no implicaría frenar la recuperación en marcha (cíclica tras la pandemia/cuarentenas) o el crecimiento (si lográramos acertar con políticas que ayudaran a ello).
Para llegar a esa conclusión, habría que entender que, sin nuevo financiamiento externo desde hace varios años, la economía ya se ha ajustado, y que el llamado ajuste fiscal, significa sólo un «rebalanceo» de cargas impositivas ya existentes.
Y cuesta entender esto, porque básicamente, no se llega a comprender que significa el impuesto inflacionario, y como opera macroeconómicamente.
De modo que me detendré en este punto.
¿Qué es el impuesto inflacionario?
Se llama impuesto inflacionario, a la desvalorización del poder de compra del dinero. El proceso se produce básicamente de la siguiente manera: cuando los precios de una canasta de bienes y servicios aumenta, usted, lector, requiere tener más dinero en el bolsillo (o mesita de luz, etcétera), y más saldos en las cuentas bancarias (una parte de los depósitos van a encajes bancarios, que forman parte también de la Base Monetaria). Si por ejemplo hace 2 años usted tenía $2000 en el bolsillo, es probable que ahora tenga $4000. Si no hubiera habido inflación, y usted decide duplicar sus tenencias de dinero en el bolsillo, tendría que haber sacrificado consumo, pero a cambio, habría ahorrado más, tendría entonces más riqueza financiera, y habría sido una opción suya entre consumir menos y ahorrar más. Pero con inflación del orden del 100% en 2 años, usted es más rico financieramente por tener $4000 que por tener $2000? No, es igual de rico (o pobre) que antes. Pero, aunque no sea consciente de ello, se ha privado de consumir por tener $4000 en lugar de tener $2000. Como sucede esto? Cada vez que usted añade dinero al bolsillo, es dinero que no lo ha usado para consumir. Sin advertirlo, un día ha consumido un café menos y ha sumado $200 al bolsillo. Otro día ha postergado la compra de alguna revista. Y así, va añadiendo dinero al bolsillo, y restando su uso en consumos concretos. Cuando no hay inflación, la decisión de gastar menos se traduce en mayor ahorro y usted es más rico. Pero cuando hay inflación, la decisión de gastar menos se traduce en un ahorro….que no lo hace más rico ¡! Y que es este ahorro que no lo hace mas rico? Un impuesto. Note que cuando usted detrae dinero de sus ingresos, que no consume y no lo hace más rico, se llama impuesto. Es decir, el Estado le saca dinero que usted ganó. Consume entonces menos, pero no es más rico, porque justamente, pagó un impuesto.
Y lo mismo sucede cuando hay inflación: consume menos, y no es más rico. Por tanto, ese proceso donde usted se ve obligado a tener más dinero en el bolsillo, pero que no lo hace más rico, opera igual que cualquier impuesto. Y de ahí que se llama «impuesto inflacionario». La mayor diferencia con los impuestos normales, es que no está legislado como tal, y carece, por tanto, de «nombre y apellido» explícito. Si a usted le cobran Bienes Personales, sabe lo que paga. Cuando compra un bien X, sabe que ese bien tiene seguramente 21% de IVA. Pero usted no tiene idea de que el Estado ha decidido, diríamos «subrepticiamente», cobrarle un determinado monto de «impuesto inflacionario».
¿Y cuánto es ese monto de impuesto inflacionario que la sociedad paga anualmente?
En términos generales, podemos definir al impuesto inflacionario, como la tasa de inflación multiplicada por la Base Monetaria. Siendo la Base Monetaria del orden del 7% del PBI, el impuesto inflacionario rondaría el 3,5% del PBI (50% de inflación, x 7% de Base Monetaria/PIB).
Esto implicaría que si bajáramos el déficit en 3,5% del PBI (en la práctica, implicaría equilibrio fiscal primario), estaríamos reemplazando un impuesto «no legislado», por impuestos «legislados» (o por baja de gastos).
Entraríamos a discutir si es mejor subir tal impuesto o tal otro, o bajar tal gasto o tal otro. Pero a nivel «macro», daría lo mismo. Ya estamos pagando el impuesto inflacionario. Y sólo se trata de ver si somos capaces de transparentar la discusión fiscal. Como la mayoría de los impuestos y gastos tienen nombre y apellido, y el impuesto inflacionario es anónimo, para los políticos en general, resulta más fácil evitar la discusión. Si hay que decirle a un beneficiario del gasto estatal, que no va a recibir ese ingreso, es un problema político. Si hay que aumentarle a Fulano un impuesto, es un problema político. En cambio, la inflación como impuesto es algo difuso….siempre aparecen los políticos que por ignorancia u oportunismo le echan la culpa a alguien (típicamente a los empresarios) por la inflación, de manera de sentirse libres de su responsabilidad. No se dan cuenta, o quieren esconder, que es el Estado del que ellos forman parte, el único «verdaderamente» responsable del fenómeno inflacionario.
Si se sube el IVA y se baja el Impuesto a las Ganancias, habría problemas «micro», pero no «macro». Si se bajaran salarios y se subieran jubilaciones, habría problemas micro pero no macro. Si se subieran impuestos y se bajaran gastos, para eliminar el impuesto inflacionario, también habría problemas micro. Pero no problemas macro. En otras palabras, no habría porque temer una recesión adicional, ni fantasmas por el estilo. De modo que si Gobierno (y oposición) quieren en serio bajar la inflación, empiecen por eliminar el impuesto inflacionario. Es decir, eliminen el déficit fiscal primario. Si lo hacen, los temas «residuales» inflacionarios (inercia, eventuales cambios de precios relativos, etc.) serían mucho más fácil de ser encarados y solucionados.
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