Ecoansiedad: cómo afecta el cambio climático a la salud mental
Hace algunas semanas y a raíz de las anómalas olas de calor en pleno invierno en Argentina, Dafna Nudelman, conocida en redes como la Loca del Taper – perfil desde el cual promueve el consumo responsable – compartió en Twitter que había recibido varios mensajes de sus seguidores diciendo que se veían superados por el contexto actual, que sufrían de ecoansiedad y pedía contactos de profesionales de salud mental que pudieran ayudar.
Enseguida el posteo se volvió viral y un término poco escuchado se volvió trending topic: ecoansiedad. Como suele suceder en las redes, la polarización se hizo sentir y mientras algunos usuarios empatizaron con el pedido, otros se burlaron y lo criticaron. Sin embargo, lo que podría ser considerado un simple debate en redes puso foco en los impactos psicológicos de la crisis socioambiental en las personas.
¿Qué es la ecoansiedad?
Si bien la ecoansiedad no está considerada una enfermedad, ya fue catalogada por La American Psychology Association, que la describe como «el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones».
Para Dafna Nudelman, especialista en sustentabilidad y economía circular y autora del libro Cómo rompimos el mundo y cómo podemos arreglarlo (Editorial Paidos), sentir angustia y ansiedad frente a los hechos que estamos viviendo, y lo que sabemos que se viene, es lo más razonable. «Hay que reconocer que si bien los medios de comunicación hoy cubren la crisis climática más que antes, y eso es algo bueno, muchas veces lo hacen con titulares que malinterpretan los hechos y generan pánico y alarmismo. Este escenario hace que algunos que recién empiezan a exponerse a estos temas se sientan lógicamente afectados y no tienen las herramientas para aliviar el malestar», reflexiona Nudelman.
«Quienes estamos en el tema hace bastante, ya estamos familiarizados con el sentimiento y contamos con algunas estrategias, pero esto no significa que dejemos de sentirlo. Doy fe por mí, pero también por muchos colegas y profesionales que me escribieron estos días, que incluso las personas que trabajan en conservación, en contacto con la naturaleza, también sienten ecoansiedad», expresó Nudelman. «La ola de odio en Twitter buscaba invalidar esta emoción porque entendían que el malestar de la ecoansiedad es por los árboles y los pajaritos, y que no nos importan las personas. Esto es una falacia, porque una cosa no anula la otra, de hecho, la preocupación por la crisis climática y el bienestar de las personas, están muy relacionadas», agrega.
Inundaciones, incendios y sequía: cómo los inversores están subestimando el cambio climático
Otro argumento que surgió en el debate sobre el tweet de Nudelman, es que la ecoansiedad se trata de «white people problem», es decir un problema de gente privilegiada, y que «hay problemas peores». «Y en esto hay que reconocer que tienen un punto. Tener ciertas necesidades básicas satisfechas en el plano físico es lo que nos permite buscar desafíos en un plano más mental, intelectual o metafísico, como le quieras decir. Quienes viven al día, no tienen tiempo para pensar en la crisis climática. Pero la realidad es que quienes nos preocupamos por las consecuencias del cambio climático, pensamos mucho en eso, entendemos que en un mundo injusto, en el que las oportunidades están distribuidas de forma nada equitativa, las personas más vulnerables la van a pasar peor. Los ricos van a aguantar las olas de calor en una pileta y con aire acondicionado, van a poder pagar cuando haya escasez de agua, de comida. Los pobres no. En un incendio o una inundación, van a perder lo poco que tienen. Esta es la injusticia climática. Y nos preocupa», explica Nudelman.
Cambio climático y salud mental
«Hablar de ecoansiedad implica hablar de la ansiedad que genera la divulgación de la información científica referida en este caso, al clima», explica Gustavo Corras, del departamento de Psicoanálisis y Sociedad de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
«La reacción psicológica frente a la información del cambio climático genera básicamente tres posiciones psicológicas: una es la negación, que consiste en negar sistemáticamente cualquier referencia a un posible cambio o alerta con respecto al clima como mecanismo de defensa psicológico. Otra es la toma de posición alerta y militante, un mecanismo de defensa que consiste en una toma de posición extrema alarmante y voluntarista frente a la información y otra puede ser la curiosidad, tal vez la menos subjetiva y más ligada a un intento de conocimiento y acercamiento a los fenómenos que se difunden intentando la búsqueda de fuentes confiables que se refieran al tema», describe.
Para Corras, la ecoansiedad podría entenderse como el sufrimiento de quienes utilizan estos dos primeros mecanismos de defensa, la negación, y la posición alerta militante. «Ambos de caracter subjetivo y potenciador de las ansiedades pre existentes en ese sujeto», aclara, y a la vez que explica que las ciencias de la salud mental no han sido incluidas en las decisiones de los protocolos internacionales referentes a normas internacionales ni se han incluido en las comisiones de estudio científico que hasta la fecha se encargan de informar a los poderes políticos y económicos de la situación ambiental. «El aporte más importante de las ciencias de la salud mental sería el estudio de porque el hombre se coloca en una posición de daño para con su ambiente con conocimiento de este fenómeno ocurre», destaca.
En 2021, la revista médica británica Lancet, publicó la primera investigación a gran escala sobre la ansiedad climática en niños y jóvenes de todo el mundo y su relación con la respuesta gubernamental percibida. Encuestaron a 10.000 niños y jóvenes (de 16 a 25 años) de Australia, Brasil, Estados Unidos, Filipinas, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Portugal y Reino Unido. Los resultados mostraron que el 59% estaba muy o extremadamente preocupado por el cambio climático y el 84%, al menos moderadamente preocupado.
Cómo combatir la ecoansiedad
«En cuánto a qué hacer frente a la ecoansiedad, lo recomendable sería que frente a la información de difusión científica acerca de temas ambientales tales como el cambio climático, el calentamiento global, la diversidad genética, el conservacionismo etc, antes de tomar posiciones activas o extremas, se tendiera al conocimiento y la búsqueda de fuentes confiables», señala Corras.
Para Nudelman, luego del revuelo generado, la reflexión que comparte es la de organizarse y accionar. «Creo que lo más efectivo que podemos hacer es juntarnos con otros, armar grupos y hacer, porque nos hace bien. Para algunos, el activismo en las calles puede ser lo más emocionante y lo que consideran que es más efectivo. Para otros, salir a la calle no es una opción, pero están dispuestos a pasar horas juntando semillas o plantando plantines. Lo cierto es que todas estas cosas, si bien se pueden hacer de forma individual, van a ser mucho más energizantes, motivantes, movilizadoras y nutritivas si las hacemos con otros. Con quienes podamos compartir no solamente la catarsis, la angustia, las preocupaciones y la desesperanza, sino también los logros, las satisfacciones y los avances», concluye.
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